14 de diciembre de 2024

Tengo en la mesilla una tableta de siete pulgadas que utilizo para velar las noches que no puedo trabajar ni dormir. Cuando no tengo ganas de darle a las teclas, ni fuerzas para contar ovejas, enciendo el aparato, me conecto al HBO y me pongo Los Soprano, la mítica serie protagonizada por el malogrado James Gandolfini. Debo reconocer que estoy enganchado a esa familia de mafiosos de Nueva Jersey. Qué trama, qué humor tan inteligente, qué gente tan cínica e interesante estos gánsteres, ¡qué guiones, producción y dirección se marcaron sus creadores!… una maravilla. Lo bueno que tiene la ficción es que, por mucho que se empeñen los protagonistas, ellos no son los que tienen la voz cantante, ellos sólo son un producto del azar. Sus creadores y en última instancia el público que los lee, los visiona o los escucha, tienen la potestad de quererlos, de odiarlos, de olvidarlos o de tenerlos presentes en sus oraciones.
Estos días atrás ha saltado la noticia de que la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha descubierto que la trama vinculada a Koldo García Izaguirre, el ya famoso exasesor del exministro socialista José Luis Ábalos, realizó ingentes movimientos de dinero hacia Brasil y Luxemburgo, lo que sugiere (del verbo sugerir) posibles actividades de blanqueo de capitales para ocultar ganancias obtenidas de la venta de material sanitario durante la pandemia. La empresa en el centro de estos movimientos, Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas S.L., obtuvo presuntamente contratos públicos de una manera irregular (del verbo regulichis), con elevados sobreprecios. La investigación también revela conversaciones que sugieren (otra vez del verbo sugerir) el uso de familiares para mover dinero y ocultarlo… En total, la trama obtuvo contratos por más de 53 millones de euros y la Guardia Civil estima que el beneficio (del verbo beneficiar) podría alcanzar los 9,5 millones de euros. ¡Ahí es na!
Pensando en todo este follón de Koldo me vino a la cabeza, de un latigazo, la serie de marras. Los guionistas de Los Soprano bien podrían haber mamado de nuestra historia más reciente. Me imaginé a don José Luis Ábalos y a su capitán Koldo, ambos bien acodados con un Gin-tonic en una discreta sala de fiestas de la Castellana, saboreando su buena estrella y pactando los bienes de realengo que les pertenecían por su alto copete. Los dos arrogantes, los dos endiosados… ¡Parca miseria! En fin… que no tengo nada más que decir.
¡Mira que me gusta a mí criticar por criticar!, ¡malmeter! que diría mi madre. ¿Los Soprano?, una de las mejores series que jamás se han hecho para televisión, como la vida misma.

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