1 de mayo de 2024

©Javier Volcán

Hoy nos visita en la Jungla el escritor Antonio López Ortega para hablar, entre otras cosas, sobre su última novela, Los oyentes:

«Un grupo de amigos entrañables, hombres y mujeres, se conocen desde adolescentes, estudian juntos, coinciden en la universidad, viajan becados al exterior, regresan al país como profesionales. Se forman, crecen como individuos, se enamoran, ganan causas y pierden otras. Un destino conexo los ata y los va llevando por todo tipo de experiencias. Pero es en la música de su tiempo donde se genera la unidad de intereses, pues todos son melómanos empedernidos, y más aún devotos del rock progresivo o sinfónico. Todo lo que terminan haciendo está relacionado con esa pasión: son músicos o instrumentistas, montan discotecas, hacen programas de radio, fundan grupos musicales, producen festivales, se convierten en críticos. El lector los va siguiendo en distintos oficios o destinos, desde las últimas décadas del siglo xx hasta los albores del siglo xxi. Se trata de un fresco humano en cuyo fondo está la Venezuela de las mil posibilidades, que se va marchitando aunque no lo parezca, mientras estos jóvenes apasionados viajan o migran a Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, o sencillamente vuelven al origen creyendo que el sueño es eterno».

Pregunta: ¿Cuál fue la principal fuente de inspiración que le llevó a escribir «Los oyentes»?
Respuesta: Más que inspiración, quise saldar una deuda con un tiempo específico y también con el sentido íntimo de la amistad. Mis personajes comienzan siendo adolescentes, pero el lector los verá crecer hasta una edad adulta, cuando ya se vuelven profesionales. Que sigan juntos a lo largo de los años, habla de una gran empatía. Conocerse a fondo, profundizar en la amistad, no pareciera ser un interés de estos tiempos actuales, pero en los años 70 del siglo pasado sí lo era. Fenómenos como Woodstock, el Mayo francés, la psicodelia o el hippysmo fueron determinantes. La amistad entendida como el arte de profundizar en el otro me parece que es un valor esencial del género humano.
P.: Si tuviera que elegir uno, ¿cuál sería el argumento que emplearía para motivar o convencer a nuestros lectores de leer «Los oyentes”?
R.: Para el lector lo más atractivo podría ser la relación que estos personajes establecen con la música de su tiempo. Se convierten en unos verdaderos melómanos. Para entonces esto no debería ser extraño, porque géneros como el jazz, el soul o el rock tuvieron una influencia muy profunda en esos tiempos. La música no era un decorado o un pasatiempo, sino un factor esencial de conocimiento y trascendencia. A través de ella se hacía un discernimiento profundo de la realidad. Hay quien asegura que, de todas las artes existentes, la música es la que llega más hondo al alma. Yo me encuentro entre esos creyentes.
P.:Como escritor con una larga trayectoria en las letras venezolanas y un profundo conocimiento de la cultura popular, ¿qué lo llevó a explorar específicamente el tema del rock progresivo en su última novela?
R.:Hacia comienzos de los años 70 era inevitable no toparse con el llamado rock progresivo, que según los estudiosos tuvo su edad de oro entre 1968 y 1975. Esos años coinciden con la adolescencia de los personajes de la novela: ellos están en el inicio del fenómeno y lo acompañan hasta sus años postreros. Su pasión por ese tipo de música los caracterizaba como jóvenes inquietos, curiosos, exigentes, que no se conformaban con la música comercial del momento, sino con aquella que evolucionaba, experimentaba o abría nuevos horizontes. Ya los Beatles quedaban atrás, aunque sembraron muchas semillas: ahora se trataba de grupos como King Crimson, Pink Floyd, Yes, Genesis, Jethro Tull o Gentle Giant, para nombrar a los más importantes.
P.:Además de explorar la pasión por la música rock, su novela aborda temas universales como la amistad, el amor y el crecimiento personal. ¿Cómo equilibró estos aspectos narrativos para crear una historia que resuene tanto con los fanáticos del género musical como con un público más amplio?
R.:Tiendo a creer que la novela es un canto a la amistad, a la fraternidad, al crecimiento compartido de hombres y mujeres jóvenes. Siento que la vida de entonces se llevaba de manera grupal, que no individual. Todo se compartía: las ideas, las lecciones, los sentimientos, las pasiones, los logros y también los fracasos. Quise homenajear esa manera de vivir, porque además siento que esos valores los hemos perdido: hoy en día más bien privan el egoísmo, la privacidad, la soledad, los intereses materiales. Volver a esos años, a ese espíritu de vida, era lo que más me atraía del proyecto. En este sentido, creo que el lector va a reconocer ese ambiente de compartirlo todo, y si a eso agregamos la música de esos tiempos, que viene a ser como el engrudo que todo lo une, la experiencia de lectura se hará más rica y nutritiva.
P.: ¿Cuál fue el proceso de investigación detrás de la creación de los personajes y sus experiencias relacionadas con la música rock? ¿Se basaron en experiencias personales, testimonios de otros o pura imaginación?
R.: Esta ha sido una novela que yo he tenido en mente desde hace muchos años. Es decir, la concepción fue muy prematura, pero la hechura muy lenta y dubitativa. Yo siempre tuve la intención de homenajear ese período de los años 70 en el que surgió el rock progresivo, porque ese fenómeno fue para la juventud de su tiempo una iniciación existencial pero también estética. No se trataba de música comercial, sino de música de culto: esperábamos cada uno de los nuevos álbumes con devoción. Para reproducir en la novela ese entusiasmo alrededor de las bandas del momento, sobre todo británicas, tuve que apelar a experiencias propias, a recuerdos que se me habían borrado, a testimonios de amigos, pero sobre todo a lo que mi imaginación volvía realidad.
P.: En “Los oyentes” hace referencia a una amplia gama de canciones de rock progresivo, incluyendo análisis detallados de letras y solos de guitarra. ¿Cómo integró estas referencias musicales para enriquecer la experiencia del lector y transmitir emociones específicas?
R.: De los doce personajes principales, que son cinco mujeres y siete hombres, hay algunos que se vuelven músicos, o críticos musicales, o productores radiales. Estos son grandes conocedores y escriben sobre bandas o músicos. Adicionalmente, hay un personaje de nombre Bernardo que lleva un diario a lo largo de toda la novela, y otro llamado Eduardo que conduce un foro radial a medianoche al que invita expertos. Estos dos son los que más analizan las canciones y las historias de los grandes grupos.
P.: Su obra parece reflejar una profunda conexión con la cultura venezolana y una exploración constante de la identidad y la alteridad. ¿Cómo influyen sus experiencias personales y su entorno cultural en su escritura, y cómo aborda el desafío de capturar la complejidad de la sociedad venezolana en sus obras?
R.: Baudelaire decía que la literatura era la infancia recuperada, o dicho de otra manera, las experiencias propias muchas veces se vuelven literatura, pero también las ajenas. Creo que no podría ser de otra manera, pues todo pasa por el tamiz del autor. Cuando escribimos, es difícil no pertenecer a algo, como a un país o una cultura, pero no creo que seamos muy conscientes de eso. Creo más bien que lo que opera es el inconsciente colectivo, un término acuñado por Jung para caracterizar las nociones o impresiones que, como género humano, todos llevamos en común. Creo que todos los escritores, y en general los creadores culturales, nos sorprendemos cada vez que urdimos ambientes, secuencias o personajes, pues todo proviene de una fuente que se nos hace insondable.
P.: A lo largo de su prolífica carrera literaria, ha explorado una variedad de géneros y formas narrativas, desde la microficción hasta la novela y el ensayo. ¿Cómo ha evolucionado su proceso creativo a lo largo de los años y qué lo motiva a seguir explorando nuevos territorios literarios?
R.: Cuando publico mi primer libro, en 1978, sin darme mucha cuenta estaba escribiendo microficción. Para entonces no era un género muy común, pero yo estaba marcado por autores como Ambroise Bierce y Edgard Lee Masters, norteamericanos ambos, como también por Juan José Arreola y Jorge Luis Borges, grandes maestros hispanoamericanos. Me mantuve en esa corriente hasta 1996, publicando tres títulos más, pero en paralelo edité dos libros de género epistolar. Luego en 2001 publico mi primera novela, de título Ajena, en la que tuve que convertirme en una mujer adolescente que desde Caracas le escribía cartas a un amante que se había radicado en París. Más adelante, entre 2006 y 2019, publico cuatro títulos de relatos, dos de los cuales, La sombra inmóvil y Kingwood, son editados en España por la casa Pre-Textos. A lo largo de este recuento, he publicado dos libros de ensayos literarios y también compilado las obras reunidas de poetas venezolanos como Alejandro Oliveros, Yolanda Pantin, Igor Barreto, Guillermo Sucre y Eugenio Montejo. Por último, antes de Los oyentes, publiqué en 2021 mi novela Preámbulo, en la que trato de hacer las paces con algunos de mis antepasados.

© Federico Prieto

P.: ¿Podría describir su rutina habitual de escritura? ¿Tiene algún ritual o hábito particular que lo acompañe durante el proceso creativo?
Suelo diferenciar la rutina cuando se trata de escritura creativa o de pensamiento. Esta ultima está signada por encargos, fechas, entregas o compromisos. Por lo tanto, la puedo abordar prácticamente a cualquier hora, pues tan sólo necesito un mínimo de empatía o entusiasmo. No es el caso de la escritura creativa, que me exige mucho más. Al respecto, trato de seguir la receta de los poetas surrealistas franceses, que acostumbraban hacerlo lo más temprano posible, preferiblemente de madrugada, que es cuando la mente está más fresca, despejada, y por lo tanto más cerca de las imágenes del sueño.
P.: Si pudiera haber escrito cualquier libro en la historia de la literatura, ¿cuál elegiría y por qué?
R.: Todo escritor que se precie hubiese querido escribir muchos libros, pero para no desatender la pregunta hubiese sido muy feliz escribiendo El libro del desasosiego de Fernando Pessoa.
P.: ¿Hay algún autor o autora cuya obra haya sido especialmente influyente para usted? ¿Qué aspecto de su escritura admira más?
R.: Se supone que en cada siglo se publican más libros que en el anterior, lo que nos lleva a pensar que nunca se había publicado tanto como en el siglo XX. Esta misma reflexión la tendremos al final del siglo XXI. Se trata de una condición vertiginosa que me hace pensar no tanto en los libros influyentes que he leído, sino en los que dejaré de leer. Consciente, pues, de los títulos que me perderé, me conformaré con aquella prosa narrativa que esté tocada por la poesía, es decir, que valore y cuide la sonoridad, el ritmo, la cadencia y la elegancia.
P.: ¿Está trabajando en algún proyecto literario actualmente del que pueda adelantarnos algún detalle?
R.: Después de haber escrito Los oyentes, que significó tres años continuos de trabajo y ochocientas páginas impresas, tengo claridad en torno a tres proyectos novelísticos: uno quiere girar en torno al referente petrolero, que en el caso venezolano es esencial; otro quiere abordar la emigración canaria hacia Venezuela, que fue determinante en el siglo XX; y el tercero quiere jugar con los heterónimos de la obra poética de Eugenio Montejo y darle continuidad a una fábula que los lleve a nuevos destinos.
P.: Para concluir, ¿cómo se describiría usted como escritor y como persona? ¿Qué aspectos de su personalidad considera que influyen más en su proceso creativo?
R.: La primera pregunta conviene hacérsela a mis amigos o conocidos. Y en relación a la segunda, creo que lo que más me ayuda en el proceso creativo es una especie mezcla entre perseverancia, tenacidad y trascendencia.

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