11 de octubre de 2024

LOS VIOLENTOS. UNA HISTORIA DE LAVAPIÉS de José Ángel Barrueco / Prólogo: Mario Crespo / Editorial: Bunker Books / Género: Narrativa / 233 páginas / ISBN: 9788412725445 / 2024

Lo último que me esperaba al leer esta novela es que me gustara. Y lo digo sinceramente, no tenía más expectativas que la de pasar un rato más o menos entretenido. Pero desde las primeras páginas, Los violentos. Una historia de Lavapiés, de José Ángel Barrueco, se me ha revelado como una obra con una fuerza arrolladora que va mucho más allá del mero entretenimiento. El autor no se contenta con ofrecer una narrativa convencional; lo que propone es una inmersión visceral en los aspectos más crudos de la condición humana, reflejados en el marco sórdido de un Lavapiés degradado y sucio, atrapado en un presente precario.
Desde el principio, la novela establece un ambiente denso y opresivo que no deja indiferente. Madrid, en la segunda década del siglo XXI, parece más un organismo en descomposición que una capital europea. La huelga de limpieza que satura las calles de basura y el virus que arraiga en los cuerpos heridos de los personajes no son meros decorados o símbolos, sino protagonistas en sí mismos. Barrueco crea una atmósfera donde la violencia física y psicológica, el abandono social y la desesperación se entrelazan con la fragilidad física que propaga un virus de consecuencias aterradoras. Este entorno infecto es, en realidad, una metáfora vívida de la decadencia moral y el malestar social que recorre las venas del relato. El conflicto central, una absurda y desafortunada colisión entre dos personajes aparentemente marginales, Izan Arroyo y Tranquilino Peón, se desarrolla de manera claustrofóbica y brutal. Ambos personajes, maltratadores y padres de familia, actúan como espejos deformados de una sociedad que se descompone. Arroyo, maltratador psicológico y consumidor de drogas, y Peón, alcohólico violento, son figuras que representan el deterioro de la paternidad y de las relaciones humanas. El odio irracional que surge entre ellos es tan palpable como el moho que crece en las heridas de Arroyo tras su enfrentamiento, una imagen grotesca que Barrueco utiliza con precisión para ilustrar el estado corrosivo de los cuerpos y, en un nivel más profundo, de las almas.
Lo fascinante de la novela no radica tanto en los acontecimientos en sí, que en muchos casos pueden parecer anecdóticos, sino en la forma en que el autor manipula el lenguaje y el ritmo narrativo para crear una sensación de cercanía aterradora. Los diálogos son uno de los puntos más fuertes de la obra. Están cargados de una veracidad que asusta: las voces de los personajes resuenan como ecos de conversaciones oídas al pasar por las esquinas más oscuras de Lavapiés. Es imposible no imaginarse uno como testigo mudo en toda la trama. José Ángel Barrueco también demuestra una buena mano en la creación de ambientes. Podríamos decir que su prosa es contenida, casi austera, pero detrás de esa aparente economía de palabras hay un profundo manejo de los tiempos narrativos y por supuesto de esas emociones escondidas. Los personajes, aunque repulsivos en sus actos y moralmente cuestionables, no son estereotipos vacíos. Sus miserias son auténticas y el lector, por más que quiera distanciarse de ellos, se ve atrapado en una especie de empatía involuntaria, fruto por supuesto de la humanidad desnuda y rota que el autor nos presenta.
Yo no conozco Lavapiés lo suficiente como para valorar la caracterización de este barrio por parte del autor, pero creo que la novela también funciona como un retrato social y urbano. Lavapiés, con su multiculturalidad caótica y su marginalidad, es un personaje más en esta historia. Las bolsas de basura, el hedor, las ratas, la suciedad que todo lo cubre, no son solo el telón de fondo, sino parte de la identidad misma de la novela. Por supuesto, que la Madrid de Los violentos no es la capital turística de postales y cafés en terrazas soleadas, sino una ciudad enferma que refleja las tensiones y fracturas de una sociedad que no logra sostenerse. Podríamos decir que Los violentos puede leerse como una novela política, que escarba en las contradicciones del presente y en las desigualdades que subyacen en cada rincón de las grandes urbes.
Libro y autor muy recomendables.

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