Fotografía de Angie Ballester
Esta noche ha vuelto a mí un sueño que me acompañó durante mucho tiempo en el pasado. Ha vuelto para sincerarse conmigo, para recordarme que sigo siendo la misma persona.
Os lo muestro tal y como lo recuerdo cada mañana cuando me desvelo con la incertidumbre:
«Mi madre y yo paseamos de la mano por la playa. Es una noche de verano, calurosa, excesivamente calurosa. Yo soy de nuevo un niño. De vez en cuando alza la vista y la veo sonreír, siempre con la mirada al frente. Es tan guapa. Al poco de caminar se detiene, y me aúpa hasta sus hombros. Desde tan alto se ve todo el mar, mucho más inmenso. Nos quedamos quietos, yo recogido en mis pensamientos, y mi madre en los suyos. Vuelan gaviotas por encima de nosotros dos. Estoy feliz. Todo lo que ocurre a nuestro alrededor se difumina con la bruma. De pronto estoy solo. Desnudo. Empiezan a caer unas gotas de lluvia triste. Cierro los ojos y los aprieto fuerte. Ahora hace frío y tirito. Y salgo corriendo. Escucho gritos de gente que conozco, pero nadie dice nada, son gritos que caen en una oscuridad completa. Todo es confuso. No, no es miedo lo que siento. Es algo diferente, quizás ansiedad o remordimientos, eso es… son remordimientos… no estoy asustado ni huyo de nadie, pero tengo remordimientos. Dejo de correr, me detengo en el abismo. Abro los ojos. La brillante oscuridad. Miro al vacío y se enmudece el tiempo. Todo se detiene».
Es extraño, pero los versos de Calderón de la Barca : «Qué es la vida? Una ilusión,/una sombra, una ficción,/y el mayor bien es pequeño:/que toda la vida es sueño,/y los sueños, sueños son», resuenan mucho más que nunca en mi cabeza. Mis recuerdos son el acicate que necesitaba para volver a sentirme yo mismo, junto a mi debilidad, a mis fracasos, a mis miserias.
La vida es un sueño que, aunque a veces parezca una pesadilla, no deja de tener sus tintes oníricos, que la hacen irreal a los ojos de quien no quiere abrir los párpados. Esa oscuridad no puede detenernos en la vida. Lo verdaderamente importante de nuestra existencia es reconocer que el fin de la misma puede llegar en cualquier momento, y que hay que luchar por lo que verdaderamente se puede luchar. Son las almas las que duermen perezosas cuando nos encabezonamos en ser lo que quieren otros que seamos, y no en escribir nosotros mismos nuestras propias vidas, sea la que sea.
Esta semana ha sido una gran semana. Descansaré como descansan los poetas, amando.
Jose Antonio Castro Cebrián (Chipiona – 1974) Escritor y autor de las novelas “La Última Confesión” y “El Cementerio de la Alegría”, así como de los poemarios “Algazara” o “Anomia”, entre otras obras.
Dirige la Jungla.