15 de febrero de 2025

Hoy nos visita en la Jungla el escritor Joaquín Rández Ramos para hablar, entre otras cosas, sobre su último libro, No te quieras tanto. ¡Quiérete mejor!:

«Uno de los mitos más dañinos sobre la autoestima es creer que, una vez que se logra, es un estado permanente. Pero nuestra vida es muy dinámica y nos suceden cosas inesperadas en el ámbito personal, familiar o social. No siempre estamos fuertes psicológicamente y un empujón de la vida puede devolvernos a la casilla de salida y hacer que nos sintamos absolutamente vulnerables. Además, todos libramos cada día una dura batalla y necesitamos estar fuertes para enfrentarnos a las vicisitudes de cada amanecer.

Cualquiera que sea tu propósito en relación con la autoestima (disfrutar de ella, reafirmar tus convicciones, ganarla, fortalecerla o recuperarte de un bache), el autor propone 7 principios que pueden ser un faro para tu vida, tanto en la luz como en la oscuridad.

Es importante remarcar que este libro no propone una realidad ficticia, ya que todos los principios propuestos tienen el respaldo de la ciencia. Funcionan. Por lo tanto, no vas a encontrar aquí frases bonitas y efímeras en tu memoria, sino propuestas que implican cambios en el pensamiento, actitudes y motivaciones nuevas que conducen a nuevos hábitos».

Pregunta: «No te quieras tanto. ¡Quiérete mejor!» es un título, como poco, intrigante. ¿Por qué ese título, y no otro? ¿Qué significa exactamente y cómo encapsula la esencia y el mensaje principal que espera transmitir a los lectores con este libro?

Respuesta: Cuando decidí escribir sobre la autoestima (un tema bastante manoseado) tenía la obsesión de diferenciarme de lo que actualmente hay escrito. Por un lado, aportando realismo y huyendo de ideas tales como «quiérete mucho» o «gana autoestima en 30 días» y, por otro, proponiendo hábitos y acciones que están respaldados por la ciencia. La portada quiere reflejar esto, al apartarse de las típicas imágenes convencionales. En cuanto a lo que el título significa es que la autoestima no consiste en quererse mucho, pues esto puede resultar odioso para los demás; ni tampoco en quererse poco porque sufrirás una vida con muchas limitaciones y los demás pueden llegar a despreciarte. La autoestima es una cuestión de equilibrio y de cultivo diario.

P.: Entonces, si tuviera que recomendar «No te quieras tanto. ¡Quiérete mejor!» a un lector que no conoce su obra, ¿qué le diría para despertar su interés y mostrarle la relevancia de su contenido?

R.: Le diría que este libro es una guía cuidada para cualquiera que busque un enfoque más auténtico, genuino y efectivo para disfrutar de la autoestima. En lugar de promover una visión superficial o, incluso, una realidad ficticia, los siete hábitos que propongo, están demostrados con estudios científicos. Funcionan. Pero, ojo, la lectura no hace magia, pues hay que esforzarse y practicarlos. Sería muy triste que uno hiciera el esfuerzo y no consiguiera nada. Me atrevo a garantizar que en este caso el esfuerzo tendrá recompensa. El beneficio personal está asegurado. Además, no es necesario dominar todos los hábitos. El libro no pretende estresar a nadie. Con solo adquirir uno de ellos los demás irán viniendo por añadidura.

P.: ¿Qué fue lo que le inspiró a escribir un libro sobre la autoestima y el sentido de la vida?

R.: La pregunta es compleja para contestarla a la vez, pero lo intentaré. Mi primer libro, Un viaje hacia el significado y propósito de tu vida, es un libro de ciencia y psicología positiva, no de desarrollo personal, exactamente. Es un tema que me rondaba por la cabeza hace mucho tiempo y quizá la edad acentúa estos pensamientos. Libros como la Historia del tiempo de Stephen Hawking y acontecimientos tales como ver las primeras imágenes del telescopio James Webb, que nos permite ver la luz de estrellas de hace 13.000 millones de años, suscitaron en mí mucha curiosidad y me propuse, aunque solo fuera atisbar, una comprensión de este misterio que llamamos vida. Después, quise escribir algo más ligero, pero que fuera interesante y con lo que me sintiera cómodo. Y esta fue mi inspiración, el haber padecido en mi niñez y juventud una autoestima poco desarrollada, en una época en la que casi ni existía la palabra y menos importaba. Y lo que me motivó es que un libro de estas características podía ayudar a muchas personas.

P.: ¿Cómo cree que la sociedad contemporánea impacta en nuestra percepción de nosotros mismos y en nuestra capacidad para querernos a nosotros mismos?

R.: Sin pretender tener la razón, a mí me parece que la sociedad nos tiene mal encaminados. Hoy hay tres valores supremos que nos guían: el consumismo, el narcisismo y la infantilización. Todo nos invita a consumir, que es lo mismo que mirar hacia afuera, no al interior, y como el consumo solo proporciona una felicidad momentánea, no paramos de consumir, igual que un drogodependiente. El narcisismo es el egoísmo de pensar que cada uno de nosotros es la medida de todas las cosas y, sobre todo, de afirmarnos ante los demás con esta actitud sin ningún rubor. Hoy cualquier persona, sin formación, sin experiencias vitales, sin la maduración necesaria de la vida, dispone de un altavoz para criticar, odiar, y decirle a la gente que tiene que pensar, cómo sentir, qué comer, cómo vestirse, cómo hacerse rico en dos días… Por otro lado, la infantilización ha alcanzado a los adultos que imitan a los jóvenes, pues la juventud es considerada un valor por los ignorantes. Lo peor es que los adultos nos estamos haciendo insensibles al sufrimiento ajeno y hemos renunciado a pensar y a cuestionar nuestro estilo de vida. En definitiva, la sociedad nos invita a cuidar solo del cascarón, de lo superficial. Todo lo contrario de la autoestima que implica mirar a nuestro interior, reconocer los valores y las debilidades para averiguar un propósito en la vida que nos dé tranquilidad y sosiego en el camino. Hay que llenar el cascarón.

P.: Su experiencia en la industria farmacéutica y su formación en ciencias han influido notablemente en su trayectoria. ¿De qué manera han repercutido estos antecedentes científicos y profesionales en su enfoque en la escritura de sus artículos y de sus libros?

R.: Pues de una manera muy determinante. Mi formación de base es humanística y mi experiencia laboral es científica y empresarial. Todos estos elementos constituyen la matriz de mi escritura. Por ejemplo, esto significa que si yo hago una afirmación que puede inducir a actuar a alguien en determinada dirección, tengo que ser ético y responsable con lo que digo. Por eso, las reflexiones y las propuestas me gusta fundamentarlas con datos y esa es la razón por la que mis dos libros tienen notas al pie de página, que normalmente son referencias a estudios científicos. Ya sé que esto no es muy glamuroso, pero es obligado para un libro de ciencia y psicología y, muy conveniente, para un libro de desarrollo personal. Yo creo que la escritura de no ficción debe ser responsable, objetiva y contrastada.

P.: ¿Cómo se puede mezclar información científica con reflexiones personales de manera que fortalezca la precisión y profundidad de los argumentos en una obra como la suya?

R.: La información científica es muy sobria y va dirigida fundamentalmente a la razón. Nosotros somos seres emocionales y nos gusta aquello que nos emociona. Para mí la ciencia, puede llegar a emocionar, por supuesto, pero no es lo más habitual. En mis libros la reflexión es el hilo conductor que está aderezado con experiencias, anécdotas, mitos, películas… De esta forma se hace más llevadero, pero sin perder el rigor. A la gente nos gusta que nos cuenten y que nos vistan la información de manera que nos llame la atención, nos asombre y nos impresione. Esto es precisamente lo que hacen los mitos, pues a través de historias fabulosas son capaces de transmitir grandes verdades. Y lo mismo que hacían la tragedia y la comedia griega. Y esto realmente es un difícil arte que hoy lo llamamos pedagogía. No me considero un experto ni mucho menos en el arte de reflexionar sin perder el atractivo y el enganche emocional con los lectores. Estoy aprendiendo.

P.: En su libro, propone diferentes principios para mejorar la autoestima. ¿Podría explicarnos brevemente alguno de estos principios y de su importancia?

R.: Mencionaré dos que tienen mucho fundamento científico. El primero es que es posible reparar los pensamientos negativos y las creencias autolimitantes. A esto se le llama reestructuración cognitiva. Muy resumidamente, consiste en reconocer, cuestionar y racionalizar los pensamientos negativos; actuar en la dirección contraria de la voz interior; ignorar los pensamientos negativos cuando vuelven (incluso cuando estemos actuando en su contra), y consolidar por repetición. Los pensamientos positivos inducen acciones transformadoras y estas, a su vez, inducen pensamientos positivos, con lo que se genera un círculo virtuoso que se retroalimenta. Los pensamientos positivos y las acciones son capaces de transformar el cableado cerebral, fortaleciendo y desarrollando determinadas áreas cerebrales.
El otro principio es el de practicar nuestro poder más atómico: la gratitud. Practicar el agradecimiento es una cuestión de voluntariedad y es un valor y una fortaleza que impulsa nuestro desarrollo y bienestar emocional ¿No has experimentado alguna vez un subidón cuando has expresado sincero agradecimiento? Y es que se puede hablar de una neurociencia de la gratitud, pues es el resultado de una serie de procesos fisiológicos de nuestro organismo, identificados mediante resonancia magnética. La gratitud sincera es un chute de bienestar. Se liberan los químicos de la felicidad: la serotonina y la norepinefrina elevan el estado anímico; la oxitocina fomenta las relaciones sociales, la dopamina estimula el placer y las facultades cognitivas y el cortisol reduce la inflamación y el estrés. Hay datos curiosos como que la administración intranasal de oxitocina genera aumentos de gratitud. Pero ¡ojo!, no pensemos que esto son efectos inmediatos. Por decir gracias no vas a ser inmensamente feliz. Solo si la gratitud es un hábito sincero, conseguiremos fortalecer las vías neuronales responsables de liberar los químicos de la felicidad.

P.: En el mundo actual, donde la autoayuda es un género muy popular, pero también a menudo objeto de críticas, ¿cómo aborda usted el desafío de ofrecer consejos prácticos y significativos sin caer en clichés o simplificaciones excesivas?

R.: Realmente es un género que cuenta con muy mala fama porque hay muchos libros que promueven realidades ficticias y se basan en frases bonitas que tienen muy poco impacto en la memoria. Son difícilmente accionables. O prometen resultados inmediatos. Los libros de autoayuda, que a mí me gusta llamarlos de desarrollo personal, son un negocio importante para las editoriales y, obviamente, no todo lo que se oferta tiene valor. Ningún libro de desarrollo personal te va a cambiar la vida por el hecho de leerlo. Por eso lo primero que yo hago es gestionar las expectativas del lector al advertirle que, si no hay compromiso y acciones concretas por su parte, nada sucederá. En segundo lugar, algo que ya he mencionado, las propuestas que hago tienen el respaldo de la ciencia. Son predecibles, si uno las sigue. Y, en tercer lugar, exponerlo todo desde la empatía, la comprensión y el reconocimiento de la fragilidad humana. Nadie es un superhombre y menos quien escribe un libro de autoayuda, pues probablemente ha conocido alguno de los infiernos.

P.: Dado que este es su primer libro con un enfoque diferente al de sus publicaciones anteriores, ¿cuál ha sido el mayor reto al que se ha enfrentado durante el proceso de escritura?

R.: Mi mayor reto para escribir siempre ha sido el de ordenar mi pensamiento y estructurar las ideas. Cuando escribo, las ideas se me amontonan y se pelean por ser plasmadas en la escritura. Es como si quisiera contar todo mi pensamiento. Pero esto es imposible. La escritura también es el arte de escoger lo que puede interesar o emocionar al lector. Cuando escribí mi primer libro, no tenía una estructura predeterminada, me permití el «libre fluir» y cuando creí que había terminado, volqué el formato A4 en el formato A5 (el del tamaño de los libros) y me salieron más de 800 páginas. Así que tuve que hacer un trabajo de seleccionar y escoger de nuevo de acuerdo a una estructura predeterminada que tuviera lógica. Esta experiencia me ayudó mucho a trabajar de una forma más estructurada en mi segundo libro y fui mucho más eficiente.

P.: ¿Y cuál es su rutina de escritura? ¿Tiene alguna peculiaridad o manía que le acompañe durante el proceso creativo?

R.: Una muy clara. Solo escribo por las mañanas. Es cuando más inspirado y tranquilo me encuentro. Por la tarde es imposible. A lo sumo puedo repasar algo de lo que he escrito. Pero también tengo otra manía. Y es que, por la noche, cuando ya me he acostado empiezo a dar vueltas mentalmente lo que he escrito en el día y a pensar en hacer cambios o incluir algunas nuevas ideas. Pero lo curioso es que, al día siguiente, la mayor parte de las veces, ni me acuerdo lo que quería cambiar. Y entonces es cuando pienso: no debía ser tan importante.

P.: ¿Existe algún libro, sin importar el género, que admire tanto que le habría encantado escribir?
R.: Pues… los dos libros que más me impactaron en mi juventud. Un ensayo y una novela. Dos escritores latinoamericanos. El ensayo Hombres y engranajes de Ernesto Sabato y Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. El ensayo de Sabato por su agudeza intelectual y amplitud de conocimientos para explicar la fractura del mundo moderno. Digamos que estimuló mi pensamiento y espíritu crítico. Y la novela de García Márquez, cuando empiezas a leerla, literalmente, te rompe la cabeza. Ya te das cuenta desde el principio que aquello no es normal. Es una historia enmarañada, pero con una narrativa exquisita y creativa. Hay gente a quien no le gusta porque es el exponente de lo que se conoce como el realismo mágico, donde convive lo sobrenatural con lo real, confundiéndose lo uno con lo otro. Hay varios personajes distintos con el nombre de Aureliano. Recuerdo mi obsesión por saber en cada momento de qué Aureliano estamos hablando. Y no lo conseguí, porque siempre quedaba alguna duda y ambigüedad.

P.: ¿Algún autor, o autores, de cabecera?

R.: Para leer soy un poco como con la comida, me gusta picar de todo. Últimamente, he leído Homo Deus. Breve historia del mañana de Yuval Noah Harari y El niño de Fernando Aramburu.

P.: ¿Cómo ve el futuro del género de autoayuda? ¿Cree que seguirá evolucionando y adaptándose a las necesidades cambiantes de la sociedad?

R.: Yo creo que el género acusa agotamiento porque los temas están muy trillados. Hay mucha oferta de lo mismo, pero también es un mundo muy endémico, donde 10 o 15 autores acaparan el 80 % del mercado. Hoy, probablemente el género no esté respondiendo a la drástica y rápida evolución de la sociedad. No desaparecerá porque, psicológicamente, cada vez estamos peor y eso de ir al psicólogo o al terapeuta para muchos es tabú. Así que los libros de desarrollo personal van a ser una alternativa que siempre va a estar ahí. Por supuesto, un libro no puede sustituir nunca a la ayuda especializada cuando de verdad se necesita. No quiero caer en esa irresponsabilidad.

P.: ¿Cuál es su mayor satisfacción como autor de libros de autoayuda? ¿Ha recibido algún testimonio o experiencia de algún lector que le haya impactado especialmente?

R.: Mi mayor satisfacción es que lo que escribo pueda ayudar a otras personas. Hay algunas reseñas que me han emocionado, probablemente por la misma razón que una madre se enorgullece de su hijo. Pero normalmente los que ponen reseñas no se dirigen al autor. Y las opiniones de la familia y los amigos no cuentan. Pero sí hubo una persona que me escribió diciendo que hace mucho andaba buscando un libro como el mío y que este era exactamente lo que quería.

P.: ¿Hay algún proyecto en el que esté trabajando ahora mismo y del que pueda hablarnos?

R.: Tengo dos proyectos entre manos. Uno casi terminado que es la traducción al inglés de Un viaje hacia el significado y propósito de tu vida. El otro es de psicología, filosofía y sociología. Intento reflexionar sobre la rápida evolución de la sociedad contemporánea desde el nihilismo hasta la era digital con la IA y el Transhumanismo. Mi objetivo es tenerlo para final de año.

P.: Para terminar, y como siempre nos gusta hacerlo aquí en la Jungla de las Letras, háblenos un poco de usted, ¿cómo se describe como escritor y como persona?

R.: Me considero escritor con cierto pudor, pues en realidad soy aprendiz de escritor. Todavía tengo camino por delante que recorrer y me noto que mejoro con la experiencia. Si tuviera que definirme, creo que soy riguroso y preciso y todavía buscando cómo incorporar mejor la creatividad para hacer los textos más atractivos. Peco de una cierta intensidad. Aunque siempre es algo que había soñado, he empezado a escribir al terminar mi carrera profesional.
Como anécdota puedo contar que, de muy joven, empecé escribiendo cuentos al estilo de Horacio Quiroga, con finales sorprendentes y giros inesperados. Durante mucho tiempo estuvieron en un cajón de la casa de mis padres. Yo siempre tenía la idea de retomarlos, pero fueron pasando los años. Y como a las madres les molestan los papeles, con el tiempo pasaron a un granero y del granero, a sabe dios dónde…

Como persona soy tranquilo, sociable, inquieto y creativo. Soy habilidoso haciendo cosas con las manos. Por ejemplo, uno de mis hobbies es construir cajas acústicas (altavoces hi-fi de tres vías). La cocina también es otra de mis pasiones, junto con la cultura del vino. Y, por supuesto, algo de lo que más me llena en la vida es la naturaleza y los animales. En cuanto tengo oportunidad salgo de la ciudad. Últimamente, he disfrutado mucho de los Pirineos oscenses.

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