10 de febrero de 2025

Hoy nos visita en la Jungla el escritor David Luna para hablar, entre otras cosas, sobre su último libro, El gran silencio:

«En EL GRAN SILENCIO ofrecemos las 15 MEJORES SOLUCIONES a esta célebre paradoja, embarcándonos en un viaje asombroso que nos conducirá desde las teorías más excéntricas a las teorías de mayor rigor científico. Todas  ellas igual de terroríficas, todas ellas igual de divertidas.

Pocos temas nos apasionan tanto como aquel que se vincula con la existencia de los extraterrestres y, sobre todo, con la posible presencia de estos (pasada, presente o futura) en nuestro planeta.

Las razones de tal entusiasmo son innumerables, pero una de las principales responde sin duda a que el asunto permite ser tratado a través de infinidad de perspectivas, que engloban desde el tronchante humor al descarnado terror, desde la ciencia exacta a la disparatada especulación, desde la cruda realidad a la visionaria ficción, al tiempo que brinda la posibilidad de incorporar temáticas transversales de gran enjundia, de esas que nos instan a reflexionar sobre nuestra naturaleza, y no solo a nivel individual, sino también global, como especie, como parte de un todo, como elementos de un universo que se observa a sí mismo a través de nuestros ojos.

La cuestión radicaba en cómo abordar una materia tan apasionante. Nosotros decidimos para ello dejarnos guiar por la siempre arrebatadora Paradoja de Fermi, a la que hemos conferido una pátina humorística bajo la cual puede hallarse el mayor de los rigores. Y os lo podemos asegurar, ha sido toda una experiencia».

Pregunta: En su último libro, «El gran silencio», usted explora las 15 mejores soluciones a la Paradoja de Fermi con un enfoque distendido. ¿Qué le llevó a abordar este tema y cómo decidió presentar estas teorías de una manera tan accesible y entretenida?
Respuesta: Lo cierto es que siempre me pareció una temática apasionante. «Si es tan probable que existan los alienígenas, ¿dónde se han metido?». La cuestión en sí despierta de inmediato una profunda curiosidad, pero al escritor le ofrece el añadido de poder tratarla desde infinitas perspectivas, como el humor, el terror, la rigurosidad o la más disparatada especulación. Por si fuera poco, también permite reflexionar sobre nuestra propia naturaleza, no solo individual, sino también global, como especie.
En cuanto al modo de enfocarlo lo tuve muy claro desde el principio. Quería trabajar con el magnífico ilustrador Víctor Escandell y, en concreto, al modo de sus obras humorísticas, donde podríamos fusionar texto e imagen, así como distintos tonos y puntos de vista. Fue José Luis del Río, el editor de Apache Libros, el que obró el milagro al ponernos en contacto, porque la química creativa entre nosotros fue inmediata. Nos entendimos con una facilidad pasmosa. Siendo sincero, nunca me he divertido tanto escribiendo un libro.

P.: La Paradoja de Fermi plantea preguntas profundas sobre la vida extraterrestre y nuestra posición en el universo. ¿Cuál de las soluciones que presenta en su libro le parece más intrigante o innovadora, y por qué?
R.: Conforme vas leyendo las distintas soluciones, te vas dando cuenta de que resuenas más con unas que con otras, pero que todas, incluso las más osadas, son posibles, y nos mueven a la duda. En lo que respecta a la más intrigante, quizá por no ser tan conocida por el público general y, desde luego, por su carácter terrorífico, me decantaré por la Solución 10, la teoría del Bosque Oscuro, que el célebre autor chino Cixin Liu trató en su famosísima Trilogía de los Tres Cuerpos. Esta solución determina que las civilizaciones extraterrestres guardan silencio por precaución, pues temen ser destruidas como acto preventivo. El universo se convierte así en un bosque oscuro en el que sus habitantes se buscan los unos a los otros sigilosamente para cazarse antes de ser cazados. Y esto, de inmediato, nos lleva a pensar si no estaremos cometiendo un grave error desde la Tierra al enviar señales al espacio tan alegremente en busca de vida alienígena.

P.: Su enfoque en «El gran silencio» combina rigor científico con un tono ligero, como hemos dicho anteriormente. Pero me sigue quedando la duda de saber cómo se logra equilibrar estos dos aspectos en la escritura… ¿A qué desafíos se enfrentó al intentar hacer que un tema tan complejo sea tan accesible para un público amplio?
R.: La obra corre riesgos a ese respecto. Cuando quieres dirigirte a un público muy amplio, puedes quedarte en tierra de nadie. Nuestra idea fue utilizar un lenguaje directo, pero al mismo tiempo cargado de sutilidades, con una paradójica seriedad distendida que fuese aderezada por medio de ilustraciones repletas de humor. Por su dificultad, durante todo el proceso fuimos calibrando el resultado hasta quedar más que satisfechos.

P.: En «El gran silencio», además de las soluciones a la Paradoja de Fermi, ¿qué otros elementos o enfoques considera que son cruciales para una comprensión completa del tema?
R.: Lo principal era contextualizar, que se entendiese que esta no era una temática exclusiva de ingenuos o apasionados del tema, que no se iba a hablar solo de hombrecillos verdes y ovnis, sino que también íbamos a abordar la cuestión con el rigor de la ciencia. Para ello, además de los títulos de algunos de los libros y artículos que habíamos utilizado para documentarnos, incluimos las distintas biografías (con sus retratos pertinentes) de las personalidades que aparecen mencionadas en el texto, como el propio Enrico Fermi, Carl Sagan, Frank Drake, Arthur C. Clarke, Isaac Asimov o Stephen Hawking.

P.: Dado que su libro anterior, «Eternos 27: El club de los malditos», aborda temas de cultura pop y música, ¿cómo se diferencia el proceso de investigación y escritura en El gran silencio, que trata temas científicos y especulativos? ¿Qué lecciones ha aprendido de la experiencia en uno que ha aplicado al otro?
R.: El enfoque en realidad fue muy distinto. En Eternos 27 se tratan fundamentalmente las vidas —y muertes— de músicos en teoría malditos dotando al texto de carácter literario, mientras que en El gran silencio utilicé un lenguaje completamente distinto, más idóneo para su perspectiva divulgativa.
En ambos casos, eso sí, aprendí que no era solo una cuestión de documentarte, de recopilar hechos y datos, sino de empaparte por completo antes de dar inicio al proceso de escritura. Y así, llega un momento en el que, de un modo natural, sabes cuándo tienes todo lo que necesitas para volcarlo en tu obra al nivel que deseas.

P.: En sus novelas de ficción, como «El Ojo de Dios» y «Éxodo (o cómo salvar a la reina)», ha creado mundos y tramas muy diversas. ¿Cómo desarrolla sus ideas y cómo decide qué elementos serán parte de sus universos ficticios?
R.: En mi caso, solo marco una dirección o establezco un tema y luego dejo que la idea germine y vaya tomando forma en mi cabeza hasta sentir la necesidad imperiosa de plasmarla en el papel. Veo las imágenes, escucho los sonidos, «leo» párrafos enteros en mi mente y, poco a poco, aparece un guion, una escaleta, un principio y un final. Luego, cuando comienzo, enriquezco el texto con nuevos detalles en los que no había pensado y, al final, pulo y pulo, argumental y estilísticamente, hasta que llega un momento en el que no percibo grumos, como yo los llamo, y doy por acabada la obra.

P.: La construcción de mundos es un aspecto crucial en la ciencia ficción y la fantasía. ¿Cómo aborda el proceso de creación de mundos y qué aspectos considera esenciales para lograr un universo ficticio convincente y coherente?
R.: El worldbuilding en este tipo de obras pasa a ser un personaje más, y además muy relevante. En mi caso, estructuro los elementos fundamentales de ese universo y luego dejo que se desarrollen durante el proceso de escritura. Eso sí, en cuanto algo me chirría, aunque sea mínimamente, lo elimino, pues sé que no funcionará. Pero si algo resulta imprescindible es que los personajes puedan interactuar de forma lógica y natural con el entorno concebido. Como lo haría el mismísimo lector, que tiene que sentirse allí a todos los niveles.

P.: La caracterización es fundamental en la ficción especulativa. ¿Cómo desarrolla sus personajes y qué técnicas utiliza para asegurarse de que sean memorables y creíbles para sus lectores?
R.: Lo principal es que estén auténticamente vivos, y para ello tenemos que individualizarlos, conseguir que sean distintos entre sí. Deben hablar diferente, pensar diferente, y que lo que hagan y digan tenga un sentido no solo colectivo, para la obra, sino también a nivel individual a partir de sus motivaciones. Han de contar con fobias y filias, manías, gestos, una manera de reaccionar a cada estímulo. Y esto debe estar presente (en su justa medida) para que pasen a ser «reales». Cuando el lector se conmueve al conocer el destino de los personajes, el trabajo está bien hecho. No cabe duda de que la identificación resulta fundamental.

P.: En «Ponzoña» y «Noctópolis», por ejemplo, ha explorado el terror y la ciencia ficción con enfoques únicos. ¿Qué lo atrajo hacia estos géneros específicos y cómo decide qué tono y estilo usar en cada obra?
R.: El hecho de no vivir de la literatura me permite escribir lo que en cada momento me pide el cuerpo, y he de reconocer que me fascinan los desafíos. Una vez trabajado un género fantástico, me decanto por otro para ir así tocando todos los palos y sentirme forzado a innovar. Así fue cómo, tras haber escrito ciencia ficción y fantasía con cierto éxito, me animé a escribir una obra terror y nació Ponzoña, una novela sobre posesiones demoníacas basada en una historia real acaecida en España. Con ella, gané el premio de terror más importante de nuestro país por entonces, el Ciudad de Utrera, hoy día tristemente desaparecido. En cuanto a Noctópolis, ya había trabajado la ciencia ficción tanto con El ojo de Dios como con Éxodo, pero esta vez deseaba que los acontecimientos transcurrieran en nuestro planeta y con las características de mi adorado cyberpunk. La historia acabó recibiendo la Mención de Honor en el Premio Internacional UPC de Ciencia Ficción.
El tono y estilo debe ajustarse a cada novela en función de lo que esta necesita para ser más efectiva. En los dos casos que mencionamos, las obras están escritas en primera persona, pues los misterios que incluyen deben desvelarse poco a poco a partir de las experiencias de los protagonistas, quienes, además, no resultan narradores fiables. Los lectores no podían ir por delante. Además, tanto tono como estilo debían ir supeditándose al modo de hablar y de pensar de cada uno de los personajes principales y, por ende, de la realidad y circunstancias que les rodean.

P.: ¿Qué les diría a aquellos que aún no han tenido la oportunidad de leerle (ni el placer) para convencerles sobre la relevancia de su obra y el impacto que podría tener en su experiencia como lectores?
R.: Lo ideal es que sean los propios lectores los que se aconsejen mis obras los unos a los otros. Nada funciona mejor que el boca a boca. Pero si tuviera que convencerles yo para que se animaran con mi obra, tan solo les diría que es raro el caso de la persona que lee solo uno de mis libros. Me encanta cuando a partir del primero buscan el resto y luego van haciendo una especie de ranking. Ahí descubres lo distintos que son los gustos de la gente, que suele dividirse entre los que prefieren mis obras escritas en primera persona y los que prefieren mis obras escritas en tercera persona. Algo muy curioso.

P.: Ha recibido numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su carrera. ¿Hay algún galardón en particular que considere como un hito importante en su trayectoria y cómo ha influido en su desarrollo profesional y personal?
R.: Cuando empecé a escribir, decidí presentarme a concursos literarios como un modo de obligarme a escribir, evaluar mi escritura por gente completamente anónima y conseguir un currículum que me facilitase empezar a publicar en editoriales. En ese proceso, creo que hubo tres puntos de inflexión: mi primer premio (el Tinta Negra) con el primer relato que escribí, lo que me animó a continuar en este arduo camino; el Premio SER Ciencia Ficción, que suponía un reconocimiento de gran nivel, con una participación de más de 400 personas, y, por último, ser finalista del Premio Alberto Magno, pues competía por primera vez con una novela y además con autores consagrados de más de 13 nacionalidades distintas. Fue entonces cuando supe que la escritura me iba a acompañar, de una u otra forma, para siempre. Y aunque mi mayor satisfacción, en lo que a premios se refiere, fue alzarme con el Premio Internacional UPC de Ciencia Ficción, creo que los anteriores marcaron más profundamente mis inicios y me llevaron en volandas.

P.: ¿Cómo es su rutina a la hora de escribir? ¿Tiene alguna manía o ritual que siga para fomentar su creatividad y productividad?
R.: Lo cierto es que mi única rutina, si puede denominarse así, es que me siento a escribir siempre que puedo. La pereza a ese respecto nunca me asalta. Y si de cuando en cuando me siento cansado, simplemente descanso. Por mi experiencia he descubierto que ponerme al teclado sin ganas no sirve para nada y que, en esos días, resulta mucho más provechoso relajar la mente.
Para fomentar la creatividad, siempre recomiendo vivir con los ojos muy abiertos y con lo que en el budismo se denomina «mente del principiante». Siempre has de estar atento a lo que ocurre a tu alrededor, a las historias que escuchas, que lees, que visionas. Todo se ha contado ya, la cuestión radica en cómo se cuenta. Por último, a mí me funciona genial pedirle a la mente cuando me encuentro sumido en un cierto duermevela por la mañana. Supongo que las barreras de los condicionantes se hallan mucho más bajas y casi siempre obtengo material interesante.

P.: En su publicación, Eternos 27: El club de los malditos, usted explora los últimos momentos de los miembros del famoso “Club de los 27”. Para aquellos que no están familiarizados con este grupo, ¿podría explicar de qué se trata? Además, ¿qué le llevó a investigar este fenómeno y cómo escogió a los 27 personajes que presenta en su obra?
R: El Club de los 27 es el conjunto de músicos que muere fatídicamente a los 27 años por una presunta maldición que da inicio cuando el bluesman Robert Johnson hace un supuesto pacto con el diablo en un cruce de caminos. Para comprender la trascendencia de sus miembros, mencionar a Brian Jones (cofundador de los Rolling Stones), Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain o Amy Winehouse, entre otros muchos. La razón de tratar este fenómeno se debe a mi gusto por el misterio en general y las maldiciones en particular, que me condujo a una compilación de ideas al respecto. Cuando esta compilación llegó tras un cúmulo de casualidades a manos de la ilustradora Rebeka Elizegi, se puso en contacto conmigo, nos reunimos y me sugirió centrarnos en una sola de esas maldiciones, en la del famoso Club de los 27. Ella confeccionaría un collage para cada uno de los personajes, y yo un relato, en el que se narraría parte de su vida y, por supuesto, su muerte. Luego, escogimos a 27 artistas (la cifra no era debatible, aunque se cuentan más de 70) en función de su relevancia individual, primero, y colectiva después. En el proceso, descubrimos una gran cantidad de personajes increíbles, grupos musicales únicos e historias asombrosas, dignas de no ser olvidadas jamás. El mayor desafío supuso sintetizar toda la información de los personajes para construir un relato que no se fuera por las ramas, que no consistiese en una sucesión de datos y mantuviera al lector enganchado desde la primera a la última palabra sin faltar nunca a la verdad. Tenía claro que debíamos ser muy respetuosos tanto con cada uno de los fallecidos como con sus fans, de modo que intenté recrearlo todo a partir de las informaciones más fidedignas sin incluir nada de mi cosecha que tuviera una mínima relevancia. Después, solo restaba adaptar el estilo a las características de cada uno de los personajes y a su época concreta.

P.: Toda su obra se distingue precisamente por una cuidadosa documentación y un enfoque dramatizado que la hace muy amena. ¿Cómo equilibra en su narrativa la necesidad de precisión histórica con la libertad creativa?
R.: En mi opinión, en estos casos la libertad creativa debe limitarse al estilo y al enfoque, que no es poco. En mi caso, busqué los que consideré más apropiados siempre en función de aquello que iba a narrar. Por otra parte, las historias eran tan apasionantes por sí mismas que habría hecho un flaco favor inventando acontecimientos que nunca sucedieron. La creatividad a nivel argumental la reservo para mis novelas.

P.: La música es un elemento central en Eternos 27. ¿Cómo influyó la banda sonora de estos artistas en la forma en que abordó sus historias y cómo integró esta música en su libro?
Cuando investigas sobre cada uno de los personajes percibes cómo su música se vincula estrechamente con su forma de ser y actuar. Fue muy importante, pues, escuchar a todos y cada uno de ellos con atención, y añadir la posibilidad de que eso mismo pudieran hacerlo los lectores a través del libro, para lo cual incluimos al final de cada relato un código QR que conduce a uno de los principales temas del artista tratado.

P.: Las ilustraciones de Rebeka Elizegi acompañan su texto y proporcionan una dimensión visual a su obra. ¿Cómo surgió esta colaboración y qué papel cree que juegan estas imágenes en la experiencia de lectura?
R.: Como comenté antes, la idea de una obra que trataba sobre maldiciones llegó a manos de Rebeka, quien me propuso que tratásemos en exclusiva al Club de los 27 en un libro. Antes de contestarle, indagué sobre los artistas para conocer de primera mano si la obra podría o no resultar interesante de principio a fin, y lo que descubrí me satisfizo tanto que nos pusimos manos a la obra enseguida para intentar vender el proyecto a alguna editorial. Fue Ma Non Troppo (Redbook), precisamente una de las principales de nuestro país en cuanto a música se refiere, la que, introduciendo algunas ideas muy productivas, aceptó el reto.
Las ilustraciones de Rebeka, todas collages, le aportan no solo un aspecto extraordinariamente artístico al libro, sino que también ofrecen una historia alternativa a través de la imagen. La idea nos pareció magnífica. Fusionamos los textos con las ilustraciones y con la música en un todo que se compaginaba para crear una experiencia única. Sin duda, no puede concebirse el libro sin el trabajo de Rebeka.

P.: Si tuviera la oportunidad de haber escrito cualquier otro libro, ya sea del presente o del pasado, ¿cuál sería y qué le atrae de esa obra en particular?
R.: Me resulta del todo imposible decantarme por una sola obra, pues son muchísimas las que me han marcado como escritor y lector. Por mencionar algunas y dejando a un lado los grandes clásicos, así a botepronto, me vienen a la cabeza Matadero cinco, Snow crash, El club de la lucha, Playa de acero o La casa de hojas. En definitiva, obras muy bien escritas con elementos novedosos que las convierten en especiales.

P.: ¿Cuenta con autores que considere como referencias o influencias en su trabajo? ¿Autores de cabecera?
R.: De nuevo, obviando a los grandes clásicos, nombraría a Neal Stephenson, John Varley, Lois McMaster Bujold, Connie Willis, Phillip K. Dick, Cormac McCarthy o Guillem López. Desde un punto de vista estilístico me interesa mucho Paolo Bacigalupi.

P.: ¿Está trabajando actualmente en algún nuevo proyecto que pueda compartir con nosotros?
R.: Siempre estoy trabajando en un nuevo proyecto. En concreto, ahora mismo ando enfrascado en otra obra con Redbook y Rebeka Elizegi. Nada más puedo decir de momento salvo que va a ser alucinante. Aunque antes, debo recordar que presentaré en el festival Celsius la tercera entrega de la Trilogía Tennen con Ediciones El Transbordador, la cual pondrá fin a una epopeya fantástica muy demandada por los lectores. Y, para el último trimestre del año, Dilatando Mentes publicará mi novela de terror Tú, Diablo, en la que un demonio sanguinario hiberna cada diez años en un convento toledano. Como ves, el trabajo producido durante estos últimos años va a aparecer muy seguido. 2024 será de lo más intenso.

P.: Para finalizar, y siguiendo nuestra tradición en la Jungla de las Letras, ¿cómo se describiría tanto como escritor como persona? ¿Qué aspectos de su carácter y su estilo personal considera que se reflejan en su obra?
R.: Creo que me describiría como dicharachero, bromista, risueño y muy activo, así que, dedicándome la mayor parte de las veces al terror, el misterio, la fantasía y la ciencia ficción oscuras, diría que la parte de mi personalidad que se refleja en los textos es la energía. Siempre procuro ir al grano, que el lector jamás se aburra, que se sucedan los acontecimientos y puedan descubrirse dobles lecturas mediante la inserción de símbolos y referencias.

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