2 de mayo de 2024

Hoy nos visita en la Jungla el divulgador científico y escritor David G. Jara para hablar, entre otras cosas, sobre su última obra publicada, Los secretos de flora:

«No existe nada tan falaz como la mansedumbre de una planta. Acostumbrados a su liviana y silenciosa compañía, narcotizados por los colores y los aromas que gritan sus flores, en pocas ocasiones somos conscientes de que estamos ante los más expertos alquimistas de la naturaleza. El mundo vegetal oculta prodigiosas sustancias que pueden mitigar el dolor y el sufrimiento humano, capaces de curar enfermedades y, a la vez, arrancarnos la vida en un suspiro. Una planta puso fin a la existencia del mejor de los hombres; otra acompañó a Marco Aurelio durante sus largas meditaciones; y Freud creyó encontrar una sustancia milagrosa en la misma planta que a muchos otros ha conducido a la muerte».

Pregunta: En «Los secretos de flora. Historias mínimas de plantas, moléculas y humanos», explora la relación entre plantas, moléculas y seres humanos. ¿Cómo surgió la idea de abordar este fascinante tema?
Respuesta: Podría recurrir a la respuesta fácil de que me gustan las plantas, la química y, a veces, los humanos. De modo que ¿por qué no un libro que los combine a todos? Bueno, fuera de bromas, lo cierto es que el objetivo del libro es mostrar la enorme complejidad química que manejan las plantas, pero todas estas sustancias solo cobran sentido para nosotros cuando las empleamos como drogas, venenos o fármacos; es decir, cuando las introducimos en nuestra realidad. Por ello cada una de estas sustancias vegetales (nicotina, morfina, cicutina…) lleva invariablemente asociada una multitud de historias humanas que muestran el vínculo indisoluble, con frecuencia ignorado, que nos une con el reino de las plantas.


P.: Cómo convencería a nuevos lectores que no le conocen de la necesidad de leer «Los secretos de la flora”?
R.: Bueno, necesidad necesidad, tampoco es que vaya a pasar algo malo por no leer este libro. Simplemente los animaría a pasar un rato entretenido con una lectura que, aunque hable de ciencia (también de historia y literatura), está dirigida a cualquier lector; y de la que sí que puedo asegurar que va a sorprenderlos.


P.: Explorando las historias detrás de plantas como la adormidera, el peyote o la cicuta, su libro revela secretos químicos fascinantes. ¿Cuál fue el hallazgo más sorprendente para usted durante la investigación y escritura de este libro?
R.: En realidad han sido muchos los hallazgos que me han sorprendido durante la escritura del libro, de forma general el modo en que los seres humanos han sido capaces de utilizar los metabolitos secundarios que una planta emplea con el objetivo de defenderse de los herbívoros para vivir realidades diferentes, tratar enfermedades o asesinar a otras personas. En referencia a este último hecho, si bien en el libro conoceremos muchas plantas que han sido utilizadas como arma homicida, me resultó especialmente sorprendente el uso de las semillas del Abrus precatorius para elaborar unas pequeñas agujas capaces de matar a una persona adulta en pocos minutos. También me asombró que una preciosa planta como la adelfa amarilla fuera la protagonista en más de trescientos intentos de suicidio en una pequeña ciudad de Sri Lanka.


P.: Al abordar temas desde la morfina hasta la cafeína, su obra conecta la química de las plantas con la historia y la cultura. ¿Cómo cree que esta perspectiva única puede cambiar la forma en que las personas ven las plantas en su vida diaria?
R.: En general, las plantas han sido unas grandes ignoradas, tanto que algunos siguen viendo en ellas un simple ornamento más cercano a una silla que a un ser vivo. Pero la historia del ser humano no habría sido la misma, quizás ni siquiera habría sido, sin la estrecha relación que hemos establecido con el reino de flora. Por poner un par de ejemplos numéricos, que suelen ser los más esclarecedores, uno de cada cuatro medicamentos que utilizamos en la actualidad tiene su origen en el mundo vegetal; y solo uno de ellos, la quinina, ha salvado millones de vidas.


P.: En su carrera, ha sido galardonado con el Premio Europeo de Divulgación Científica y el Premio Prismas de divulgación científica. ¿Cómo ha influido su experiencia como científico multidisciplinar en su enfoque para comunicar la ciencia al público en general?
R.: El haberme formado en diferentes ámbitos de la ciencia (también de la literatura, la historia y la filosofía) ha sido, o sigue siendo, más una enfermedad de mi carácter que un objetivo premeditado. Como en su momento dijo Stefan Zweig sobre Erasmo de Rotterdam, yo también me encuentro más a gusto en océanos extensos donde pongo pie que en mares profundos. Al escribir un ensayo esta faceta multidisciplinar me ayuda a tener una visión holística de la realidad, pero, por el contrario, también saca a la luz todas las limitaciones que tiene un no especialista; aunque quizás en la divulgación científica quedan parcialmente atenuadas (o eso espero) por lo innecesario de tratar el tema en toda su profundidad.


P.: Explora desde la antigüedad hasta la actualidad, conectando la mescalina y la Salvia divinorum con experiencias modernas. ¿Cómo equilibró la presentación histórica con la relevancia contemporánea para mantener atractivo su libro para una audiencia diversa?
R.: El texto se estructura a partir de pequeñas historias que se van entrelazando para conformar el armazón de cada uno de los capítulos del libro, los cuales a su vez se complementan para unificar y dar un sentido global a la lectura. Pero estas minúsculas historias, por su extensión, podríamos decir que pertenecen a dos categorías, o más bien que son sus personajes los que pertenecen a dos categorías: famosos y anónimos. Las historias de personajes históricos relevantes, como Sócrates, Freud o Marco Aurelio, suelen abrir cada uno de los capítulos y establecen el vínculo con el pasado; mientras que las historias que se desarrollan a continuación tienen por protagonistas a individuos anónimos y nos traen hasta el presente.


P.: Su obra desentraña los secretos químicos de plantas como el cacao, destacando las sustancias beneficiosas y potencialmente dañinas. ¿Cómo espera que los lectores reconsideren su relación con alimentos cotidianos después de leer su libro?
R.: Creo que tras la lectura del libro el lector no solo va a reconsiderar su relación con las plantas que producen alimentos cotidianos como el café o el cacao, sino que, en base a su enorme complejidad, reconsiderará la tan extendida idea de la simpleza del reino vegetal, porque, tal como se dice en el libro, no existe nada tan falaz como la mansedumbre de una planta.


P.: ¿Cómo es su rutina a la hora de escribir? ¿Tiene algún ritual o hábito que le ayude a sumergirse en el proceso creativo?
R.: Se podría decir que como buen científico llevo a cabo un proceso secuencial y rígidamente organizado antes de ponerme a escribir. Una vez que tengo claro el tema que quiero tratar y el tono que le quiero dar al texto, comienzo con una búsqueda bibliográfica muy general durante la que solo leo los resúmenes, lo que me sirve para realizar una primera selección. Una lectura más profunda me permite quedarme con una bibliografía básica con la que trabajar. Posteriormente, decido tanto la estructura que quiero para cada capítulo como para el libro en su conjunto, y, finalmente, a escribir y a revisar, y a revisar, y volver a revisar. Los paseos por el campo, cámara en mano, que me despejan la mente y activan los músculos son el único ritual que tengo cuando estoy inmerso en el proceso de escritura


P.: Con su formación en bioquímica y su dedicación a la divulgación científica, ¿hay algún libro en particular que le hubiera gustado escribir, y por qué?

R.: Lo cierto es que siempre he tenido la libertad de escribir sobre los temas que más me atraen y que puedo permitirme escribir sin engañarme a mí mismo o al lector. He escrito ensayos de bioquímica y microbiología, sobre las plantas, los parásitos y los insectos, otros referentes a la ética, la filosofía de la ciencia o la didáctica de las ciencias naturales… Sin embargo, todavía tengo la esperanza, si es que en algún momento me veo capacitado para ello, de abordar un ensayo sobre los deberes morales que tenemos para con los animales y sus derechos dentro de una sociedad antropocentrista como la nuestra.


P.: Como científico y escritor, ¿podría compartir con nosotros qué tipo de lecturas prefiere en su tiempo libre? ¿Se inclina más hacia libros de divulgación científica o disfruta también de la literatura de ficción? ¿Tiene algún autor o género favorito que le inspire tanto en su trabajo como en sus momentos de esparcimiento?
R.: Tengo que reconocer que apenas leo libros de divulgación científica, la lectura de artículos científicos ya cubre todo el tiempo que tengo para dedicarle a la ciencia. Prefiero, y sé que queda mal que precisamente lo diga yo, leer ensayos de otros ámbitos del conocimiento y, especialmente, literatura de ficción. En géneros literarios leo un poco de todo aunque me gustan mucho los cuentos; y respecto a los autores, depende mucho del momento pero es fácil encontrar algún libro de Cortázar, Borges, Rulfo o Bernhard en mi mesilla de noche, si bien mi autor preferido (admito que hay una mezcla de gusto por su escritura y fetichismo por la persona) es Albert Camus.


P.: ¿Puede adelantarnos algún proyecto en el que esté trabajando actualmente y del que pueda hablarnos?
R.: Actualmente estoy inmerso en un periodo de los que yo denomino de formación, estudiando el grado de filosofía y haciendo algunos cursos de escritura. A corto plazo no tengo ningún proyecto en mente, pero la experiencia me dice que no tardando mucho surgirá alguno, ¿quizás relacionado con la ética y el bienestar animal?


P.: Para terminar, háblenos un poco de usted. ¿Cómo se describiría como escritor y como persona? ¿Qué aspectos de su personalidad o experiencias cree que se reflejan en su obra?
R.: Tanto en mi vida personal como en la escritura, y a pesar de rondar ya el medio siglo de vida, me considero un aprendiz. Mi anhelo por conocer y la capacidad que aún mantengo para sorprenderme de casi todo lo que veo, y que me hace querer compartirlo con otros, creo que se reflejan en todos los libros que he escrito.

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