27 de julio de 2024

A lo largo de la historia se han solucionado numerosos conflictos mediante el arte de la improvisación, se ha usado la creatividad para restablecer el pulso evolutivo que el hombre había descuidado previamente (o perdido). Casi siempre las “revoluciones” han estado supeditadas a la violencia, al amargo dolor de la quiebra, del sufrimiento, pero ¿por qué no rebasar el subterfugio de la violencia para conseguir una sociedad un poquitín menos absurda? El Beautiful Trouble original se publicó en la primavera de 2012 como una invitación para todo soñador a esbozar un mundo más justo y solidario, y así poder después cambiarlo. Dos editores íntimamente ligados con los movimientos sociales, Andrew Boyd, importante figura dentro de este campo, y David Oswald Michhell, otro veterano en las lides de las campañas creativas para/por el cambio social, coordinaron y crearon este manual de “campañas”, de índole múltiple y diverso, con autores de diferentes colectivos, y artistas, y activistas provenientes de todo el mundo. Cada una de las entradillas de este manual original estaba dividido en <<tácticas>>, <<principios>>, <<teorías>> y <<casos de estudio>>; y en cada una de ellas se mencionaban casos reales con los que ejemplarizaban la teoría (llámese campaña).

Dejando al lado mi percepción ideológica sobre esta suerte de corriente activista, entre el arte y la acción política, este libro tiene cierto resabio a cultura pop estadounidense, y digo “resabio” a conciencia, todo lo “americano” tiene un claro protagonismo… Ninguna compilación, sea de lo que sea, es perfecta; las carencias es parte de lo implícito, como lo es lo subjetivo.

Hace ya diez años, en 2014, la editorial Milrazones editó en castellano la traducción de la versión de bolsillo de Beautiful Trouble, Bella Revuelta, a la que le añadió los relatos de seis “campañas” transcurridas en España: AcampadaSol, Campeones del paro, Fiesta #CierraBankia, Record mundial de gente gritando: «No vas a tener casa en la puta vida», La bolsa o la vida y No somos números.

Leyendo este manual, ya sea su versión original, como su traducción al castellano, uno se da cuenta de que los límites del arte, del arte llevado al activismo creativo en este caso, no tienen la frontera en la nimiedad. Es el hombre, en su faceta de creador, quien acapara el poder de cambiar el mundo, de “revolucionar” la sociedad. Reflexionar sobre esto me hace comprender, no obstante, que es casi imposible que se produzca un cambio social mediante la intervención creativa; esto será inviable mientras la gran mayoría de la sociedad adolezca de incredulidad, mientras el mundo sea deficitario de fe en lo bello, en lo humano o en lo bueno.

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