
ĀæTe imaginas como serĆa tu vida si hubieses nacido en uno de los paĆses mĆ”s pobres de la tierra, con escasez de alimentos, sin sanidad, sin educación y sin seguridad fĆsica y jurĆdica? ĀæTodavĆa crees que tienes una importante intervención en el destino de tu vida?
Al atardecer del 8 de octubre de 1871, la seƱora Leary se dispuso a ordeƱar una de sus vacas en su establo del lado oeste de Chicago. Fuera por su impericia, fuera por el mal temperamento que las crónicas atribuyen a la vaca, el caso es que esta golpeoĢ con sus patas una lĆ”mpara de queroseno, provocando un incendio en el pajar. El viento y los materiales combustibles con que estaba construida la ciudad hicieron el resto. Al cabo de unas horas Chicago entera era una autĆ©ntica antorcha. Murieron casi trescientas personas y cien mil perdieron sus hogares.Ā
(Crónica de la semana. Nuestra Señora de la LÔmpara. ABC, 15 de julio de 1979)
La suerte es un fenómeno que estĆ” muy presente en nuestras vidas, hasta tal punto que no imaginamos vivir sin ella. Cuando acometemos un proyecto, llevamos a cabo un trabajo, nos enfrentamos a un reto⦠es frecuente que de nuestra boca salga: Ā«A ver si tengo suerteĀ». Mucho fiamos a la suerte, especialmente cuando hay elementos que escapan a nuestro control. Muy en el fondo, sabemos que gran parte de lo que nos sucede depende mĆnimamente de nuestra actuación, mientras que la interacción de mĆŗltiples causas, completamente imprevisibles, estĆ”n dirigiendo nuestro destino. Seguramente te parece exagerado y crees que eres un gran protagonista, cuyos mĆ©ritos te sostienen. Sin embargo, esta es una verdad elemental a la que podemos llegar con una mĆnima reflexión, si dejamos a un lado la vanidad.
Es comprensible que no aceptes que tu Ć©xito profesional, social o económico sea producto del azar. Crees que han sido tus capacidades y motivación las que te han llevado a la situación en la que te encuentras hoy. De igual forma, otros profesionales, no menos preparados que tĆŗ, atribuyen su pobre desarrollo a la mala fortuna. Sin embargo, el Ć©xito y el fracaso son interpretaciones subjetivas. Rudyard Kipling decĆa que ambos eran impostores a quienes debĆamos tratar con la misma indiferencia, ya que son efĆmeros y engaƱosos. Si pudiĆ©ramos razonar objetivamente, verĆamos con claridad que gran parte de los beneficios que disfrutamos en la vida nos han sido dados. Aunque nuestra intervención es mĆnima, a menudo nos sobra arrogancia y nos falta gratitud.
La filosofĆa griega conocĆa muy bien el hecho de la subordinación humana a la casualidad, dĆ”ndole un carĆ”cter sobrenatural. La diosa Tique (del griego TýkhÄ) era la personificación del Destino y de la Fortuna, pues regĆa la suerte y la prosperidad de los mortales. La diosa Fortuna (su equivalente de la mitologĆa romana) camina por el mundo derramando su cornucopia sobre algunos individuos, mientras que a otros los inunda de toda suerte de desgracias. El Hado y el Destino se conjuran maliciosos para arrebatar a los hombres el dominio de cuanto les sucede.
Cuando se habla de suerte, fortuna o destino, en realidad lo hacemos del Ā«azarĀ», donde se nos escapa el patrón determinable de los sucesos y hace que ciertos eventos parezcan aleatorios o no influenciados por factores conocidos. El filósofo de la ciencia, Mario Bunge, habla de una aparente Ā«acausalidadĀ» debido a la dificultad de rastrear todas las causas involucradas en algunos eventos del universo. El cosmos, la materia, la energĆa, la naturaleza⦠(todo lo que nos rodea y existe) no conspira contra nosotros cuando un hecho nos perjudica, ni obra cuando un hecho nos favorece. El Ā«azarĀ» es omnipresente, frĆo y tajante, es un proceso, una mecĆ”nica que escapa a nuestro conocimiento.Ā
En nuestra vida intentamos acotar al mÔximo el azar porque deseamos que se sostenga sobre la base de certezas e intentamos controlar al mÔximo la aparición de factores que escapan a nuestro control. Por eso estudiamos, trabajamos, creamos lazos, ahorramos⦠pero con resultados individuales diferentes. HabrÔ personas talentosas, responsables, comprometidas y constantes que jamÔs cosecharÔn un éxito rotundo, que fracasarÔn, y que no serÔn ni reconocidas ni compensadas. Otras, sin causa conocida, y carentes de mérito lo ganarÔn todo. Y entre estas, una gama de grises donde unas veces la fortuna golpea con saña y otras alivia de forma cicatera. Como en todo lo humano, también el acierto de nuestras elecciones es, en parte, fruto del azar. La acción humana se combina con el azar de forma infinita en un intento titÔnico de tomar el control.
Lo Ćŗnico que realmente controlamos son nuestras decisiones, pero ni siquiera tenemos dominio sobre sus consecuencias ni sobre lo que otros piensen o hagan en respuesta. Hay un refugio de libertad donde podemos sentirnos a salvo de los caprichos de la Fortuna: nuestra virtud, honestidad e integridad moral. Esto es lo Ćŗnico que depende exclusivamente de nosotros y donde la Fortuna no tiene influencia. Esta idea constituye la piedra angular del estoicismo: centrarse en controlar lo que estĆ” en nuestras manos. El emperador romano Marco Aurelio podĆa creerse dueƱo del mundo, mientras que Epicteto, un esclavo de origen griego, podĆa maldecir su desgracia. Sin embargo, ambos comprendieron queĀ lo Ćŗnico verdaderamente bajo su control era su propia virtud.
Aunque este reducto de libertad ha sido cuestionado por algunos pensadores desde que se publicó el libro La fortuna moral del filósofo britĆ”nico Bernard Williams, creo que lo mĆ”s acertado es reconocer y aceptar la idea estoica de que el Ć©xito moral es lo Ćŗnico capaz de eludir la descontrolada rueda de la Fortuna.Ā
AdemĆ”s de la Fortuna, hay otro factor, igualmente fortuito, que es la instintiva intervención de nuestro mundo emocional: la impredecible y desconocida reacción ante situaciones lĆmite, trĆ”gicas o increĆblemente insoportables. Por ejemplo, los supervivientes de la pelĆcula Alive (1993), basada en hechos reales, deben enfrentar la cuestión de si el deseo de vivir justifica el acto de comer carne humana, un tabĆŗ moral y cultural profundamente arraigado. La necesidad de supervivencia desafĆa sus principios Ć©ticos y religiosos. La Fortuna se filtra en los mĆ”s recónditos oasis de libertad. Del azar depende que nos veamos sometidos a este tipo de situaciones, pero solo de nosotros depende el Ć©xito moral.
Hemos tenido mucha suerte hasta ahora. La mayor parte de las personas que vivimos en el mundo de la opulencia no nos hemos visto obligados a ser ni hĆ©roes, ni mĆ”rtires. Por Fortuna, no hemos sido juzgados como traidores o como cobardes. Tenemos la suerte de poder mirarnos en el espejo sin las cicatrices de heroĆsmos, sacrificios, renuncias o decisiones dramĆ”ticas.
Solo el éxito moral puede eludir la impredecible Rueda de la Fortuna. Alcanzas tu mayor intervención y protagonismo cuando decides que tus principios morales son inviolables, independientemente del azar, la conveniencia o el interés personal. Este es el verdadero éxito, el éxito moral, lo único que te permite mantenerte en pie frente a los vaivenes de la diosa Fortuna.

JoaquĆn RĆ”ndez Ramos (Tudela – 1962). Ā Escritor, conferenciante y divulgador. Autor del libro “Un viaje hacia el significado y propósito de tu vida”. Le gusta pensar y reflexionar sobre nuestra realidad. Amante de la naturaleza y de los animales.