
MEDEA ME CANTÓ UN CORRIDO de Dahlia de la Cerda / Editorial: Sexto Piso / Colección: Narrativa / Género: Narrativa-Relatos / 112 páginas / ISBN: 9788410249318 / 2025
«Medea recorre México al volante de su Jetta «toda vestida de negro, con unas trenzas africanas muy perritas» y con un propósito firme: servir de bastón a las mujeres que habitan estas páginas. Unas mujeres que se enfrentan a situaciones límite, inmersas en un fuego cruzado entre la violencia del crimen organizado, el Ejército y los conflictos con familiares y parejas que provienen de estos entornos, y a las que Medea no dudará en auxiliar bien practicando abortos bien acompañándolas en el final de relaciones abusivas. El resultado es esperanzador: «No somos lo que hicieron de nosotras, sino lo que hacemos con lo que hicieron de nosotras», dice una de estas mujeres parafraseando a Sartre. En Medea me cantó un corrido, Dahlia de la Cerda hace gala de su habitual destreza para narrar una serie de relatos interconectados y, gracias a su original estilo plagado de humor negro y situaciones delirantes, crea un paisaje literario único que vibra al ritmo de cumbias, electrocorridos y perreo».
A veces, las expectativas juegan en contra de una lectura. A veces, saber de antemano lo que te vas a encontrar en una obra y adornarlo con superlativos y halagos propios de un anuncio de televisión echan para atrás por puro marketing impostado, falaz. Por suerte, a veces, esos prejuicios que se crean como anticipo a una obra que viene encumbrada, solamente duran un tiempo o se van deshaciendo a medida que la lectura avanza.
Algo así podría decirse que me ha pasado con Medea me cantó un corrido. Quienes me conocen, además, saben que me suele echar para atrás que la jerga de la narración me impida conocer con plenitud aquello de lo que se está hablando si no es por el contexto. Mientras leía esta colección de cuentos hubo ocasiones en que ni por el contexto supe identificar algunas palabras. Eso provocó cierta resistencia al abordar la obra. Al principio. Una vez me familiaricé con el lenguaje, todo fue más sencillo y, mejor aún, más placentero. Fue entonces cuando pude empezar a disfrutar de cada cuento, creo, en su justa medida.
Así pues, una vez acabada la lectura puedo decir que aquellas buenas críticas que se vierten sobre la obra y su autora están más justificadas. Se trata de una relación de cuentos interconectados entre sí a través de los miembros de una familia y de su contacto con Medea, conocida en la mayoría de las historias, según wikipedia, «como hechicera». Aquí mi buena amiga Mar Carrillo podría darme una lección sobre diosas griegas y mitología. También, a menudo, se la representa como sacerdotisa de la diosa Hécate, una de las principales diosas menores adoradas en los hogares atenienses como diosa protectora y que otorgaba prosperidad y bendiciones diarias a la familia. Se toma, además, su relación con Jasón, el héroe de la mitología griega relacionado con los argonautas, para cabalgar entre cada una de estas historias, donde la mujer es protagonista y se hace patente su papel minusvalorado en una sociedad misógina e indiscutiblemente machista.
Lo particular de este libro es, quizá, el contexto en el que se desarrollan sus historias y la ambientación y particular implicación de sus personajes, todos ellos habitantes de una sociedad actual hostil y represiva, preñada de arquetipos en los que se desprecia la función de la mujer y se ensalzan valores masculinos que no son, por otra parte, encomiables aunque, según que lugares del planeta, sí demasiado evidentes y palpables y, por lo tanto, sufribles. Se habla también de la importancia de la maternidad, de la libertad de elección incluso cuando resulta en un imposible, de la libertad de pensamiento y acción. Todo ello aderezado con una sutil implementación de la ficción a través de la magia y lo fantástico. Es una suerte de realismo mágico trágico, donde cada acto conlleva sacrificio y resignación, pero donde, sin embargo, se demuestra también esa fortaleza del espíritu femenino y su poder, a veces, no invisible pero si invisibilizado.
Otra particularidad que nos presenta la obra es la del narcotráfico como base esencial en el modo de vida de los protagonistas, ya sea directamente o de una forma tangencial. Todos tienen algo que ver, y de ahí lo de los corridos, una narrativa popular concebida para ser cantada, narrada o recitada y que tratan temas históricos, políticos, de relaciones sentimentales y venganza que, además, aquí cobran un sentido concreto porque se relacionan con el tema del tráfico de drogas. Así, estos narcocorridos, muchos de ellos prohibidos, ponen la banda sonora a este drama que, en ocasiones, consigue dejar de serlo para alumbrar un foco sobre la esperanza. Sea como sea, Dahlia de la Cerda da voz a las distintas generaciones de mujeres que, en esta obra coral, muestran una especial sororidad (sobre todo por parte de Medea hacia cada una de las protagonistas) y resiliencia. Son voces diferentes y trabajadas, bien ubicadas en su contexto. Si a esto se le suma la crítica social y política que subyace, tendremos una obra como Medea me cantó un corrido. Una obra que, sin dudas, merece la pena leer.

Víctor Morata (1977) Escritor, autor de «Siervos de la Guadaña» y «La sombra del nagual» (Malas Artes, 2024). Colaborador de la revista digital ZENDA. Finalista del XXIX Domingo Santos de novela y ganador del VII Premio de Relato Yoescribo. Co-director y presentador del podcast FICCIÓPATAS.