La ConstituciĂłn Española naciĂł siendo una señorita remilgada y de punto fino, muy recatada ella, ÂĄnaciĂł la Ășltima moza de la vieja Europa! Entiendo que en aquellos futuros tiempos de entonces a la señorita no le gustara que le plegaran como remate ningĂșn dobladillo en sus adentros, por el quĂ© dirĂĄn y sobre todo por el quĂ© pasarĂĄ. Pero hoy, a dĂa catorce de julio de dos mil veintidĂłs, la ConstituciĂłn Española ya no es ni solterona ni señorita, ni virgen por narices, ni recatada ni remilgada. La vida pasa, la historia tambiĂ©n, de la noche a la mañana todo lo que parece ser inexpugnable o inamovible, resulta ser de lo mĂĄs putĂłn y falso y no necesariamente malo. Estos dĂas escuchĂ© en boca de un polĂtico de izquierdas algo muy de derechas, dijo que para reformar ÂĄde verdad! la ConstituciĂłn, debĂa desaparecer del gobierno todo rastro de la oligarquĂa polĂtica y cacique que impera en este paĂs trasnochado. Cuando le preguntaron cĂłmo harĂa Ă©l eso, el contestĂł que a golpe de decreto. Me resultĂł muy curioso la manera con la que el susodicho polĂtico escapĂł de enfrentarse con honestidad a la honestidad, es decir, de decir algo que pensara de verdad⊠PolĂticos y polĂtica, ya saben…
Para mĂ que reformar la ConstituciĂłn no puede ser tan complicado. ÂżO sĂ? Señores, señoras, el pueblo la votĂł en mil novecientos setenta y ocho, la refrendĂł, se convirtiĂł en el proxeneta sui generis de una razĂłn histĂłrica. Hoy puede, debe ocurrir lo mismo. En dos mil once, por ejemplo, se engordĂł la constituciĂłn en unas trescientas cincuenta palabras, creo recordar, (fueron buenas noticias para los juristas y profesionales de las leyes⊠poco material para memorizar⊠mĂĄs o menos un folio del borrador de mi nuevo libro). Era, segĂșn los que promovieron e hicieron la ampliaciĂłn, una reforma muy importante y necesaria en España para asegurar la estabilidad presupuestaria del paĂs y ajustar los gastos e ingresos del Estado, amĂ©n de hacer de la responsabilidad de los futuros gobernantes una realidad solidaria y comprometida con sus gobernados, con la credibilidad presupuestaria que esto nos darĂa en Europa, y en el mundo (ahĂłrrense los chistes facilones…) . Todo esto, imagino, estuvo y estĂĄ muy bien, sin duda (mucha duda mucha duda), pero ÂżquĂ© hay de los ciudadanos? Hay mucho que reformar en la ConstituciĂłn, cosas mucho mĂĄs importantes que esa, a mi entender⊠hay que hacer una constituciĂłn, por ejemplo, para que de verdad gobierne el pueblo.
Ahora que ya no hay miedo ni puñetas, queridos alcahuetes, y ahora que ya no es virgen ni inmaculada nuestra querida Carta Magna, los polĂticos y los demagogos de la polĂtica deberĂan de dejar de tratarnos como estĂșpidos, a la ConstituciĂłn ya le han salido varices, sufre de colesterol y tiene la tensiĂłn por las nubes: necesita que la traten con cariño y le operen con eficiencia y al estilo del INSS, con cita previa y con todos de la mano, sin nadie que nos azuce por cojonesâŠ
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Jose Antonio Castro CebriĂĄn (Chipiona – 1974) Escritor y autor de las novelas “La Ăltima ConfesiĂłn” y “El Cementerio de la AlegrĂa”, asĂ como de los poemarios “Algazara” o “Anomia”, entre otras obras.
Dirige la Jungla.