5 de diciembre de 2024

Fotografía de Zafir Amir

Para ser feliz, o no morir de una neurosis galopante, es muchísimo más práctico quedarse al margen de la realidad internacional, beber de la ignorancia, desinformarse a la velocidad de un twit y no cuestionar nada de lo que a la demagogia política concierne. Es evidente que la Reina suprema de la política internacional es la hipocresía. Es algo palmario, demostrable. Y creo que un gran porcentaje de la ciudadanía lo siente así. Pero, ¿por qué no se remueven las masas y gritan basta? Dos hechos recientes, dos ejemplos manifiestos ilustran de manera clara y contundente esta realidad: la compra de armamento por parte de España a Israel, y el reciente ataque de Irán a Israel.
España, al igual que otros países europeos, ha estado adquiriendo armamento de Israel. Recientemente, se ha confirmado que la Subdirección General de Adquisiciones de Armamento y Material, dependiente de Defensa, ha adjudicado un nuevo contrato a una empresa israelí. Este contrato tiene un valor de más de doscientos cinco millones de euros y es para la compra de designadores láser Litening V que serán instalados en cuarenta y cinco cazas Eurofighter recién adquiridos. La adjudicación de este contrato fue publicada por la Plataforma de Contratación Pública hace poco más de un mes, el diecisiete de marzo de este año. A pesar de condenar públicamente a Israel por el continuo asedio y bombardeo a Gaza, y de sugerir veladamente que Israel viola sistemáticamente los derechos humanos perpetrando crímenes de guerra en ese conflicto, el gobierno de España no duda en alimentar la agresión mediante transacciones multimillonarias en armas. ¿Cómo no llamar a esto hipocresía?
En el episodio de misiles del pasado fin de semana, tanto Irán como Israel gastaron sumas exorbitantes en armamento y defensa. Se estima que el país persa destinó más de cuarenta y nueve millones de dólares al ataque, mientras que los hebreos gastaron más de quinientos millones en su defensa (algunos analistas sugieren que la cifra podría ser superior a los mil millones), todo en un solo día. La ironía y el cinismo son evidentes cuando se comparan los costos de los ataques y la defensa: mientras una fortuna se destina a la destrucción, otra mayor se destina a la protección. Mientras tanto, millones de personas padecen en medio de la violencia y la miseria, con sus necesidades más básicas relegadas a un segundo plano. ¿Por qué se destinan recursos colosales a la fabricación y adquisición de armas, en lugar de invertir en la construcción de un mundo más justo y pacífico?
Es muy evidente que la comunidad internacional necesita reconsiderar sus prioridades. Además de la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, que ha cobrado miles de vidas desde el 7 de octubre del año pasado, y la invasión rusa de Ucrania, que cumplió dos años en febrero, en la actualidad hay conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria. Probablemente sean más. ¿No es ya hora de que los líderes políticos actúen con integridad y coherencia, y pongan fin de una vez a esta danza macabra de intereses partidistas y económicos a expensas de vidas humanas? La hipocresía en la política internacional solo alimenta la injusticia y la desigualdad, y perpetúa los ciclos interminables de violencia y conflicto.
El futuro de nuestra civilización solo depende de nuestra capacidad de autocrítica y solidaridad.

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