1 de mayo de 2024

Título original: La Toupie Museo: Tate Modern, Londres (Reino Unido) Técnica: Óleo (84 x 84 cm.)

En el vasto repertorio de Hans Bellmer, hay un lienzo que se erige como su emblema indiscutible: «La peonza». Este cuadro, en particular, captura de manera inigualable el concepto del movimiento, plasmado con una templanza que roza lo sublime. Las imágenes que surgen de este lienzo son distorsionadas, casi fantasmagóricas, emergiendo del subconsciente del artista como espectros de un miedo latente: una figura de forma femenina se despliega con una silueta sinuosa y huesuda que gira sobre una peonza, la cual se sostiene con una mano esquelética. Bellmer dedicó años a la reelaboración de esta pieza, pero no fue hasta que un comprador se hizo con ella en 1956 que decidió firmarla. «La peonza» era el boceto de una escultura que nunca llegó a materializarse. Sin lugar a dudas, esta pintura representa una de las imágenes más perturbadoras creadas por el artista, ya que en su esencia simbólica, «La peonza» encarna a la mujer como el eje de la locura en los hombres, desafiando la cordura y haciendo girar los corazones y mentes masculinas, desafiando incluso la gravedad misma. Es un cuadro que despierta en el espectador una serie de interrogantes sobre el papel de la mujer en el imaginario del artista, así como sobre la dinámica entre el deseo y el miedo en la psique humana. Con esta obra, Bellmer nos sumerge en un torbellino de emociones y reflexiones que van más allá de lo tangible, explorando los límites de lo conocido y lo desconocido en el arte. Hay que recordar que el motivo central de casi toda la obra de Bellmer fue el cuerpo femenino, un cuerpo a menudo obsesivamente erótico.

Hans Bellmer nació en el seno de una familia burguesa en Katowice (Polonia), en 1902. Su padre, ingeniero y afiliado al partido nazi desde 1933, deseaba que todos sus hijos estudiaran la misma carrera que él estudió y que simpatizaran también con el partido nazi y su idiosincrasia, algo que no consiguió con el pequeño Bellmer. En 1920 un jovencísimo Hans Bellmer abandonaría los estudios de ingeniería, para dedicarse al arte, su pasión; en 1924 se consagraría de una vez por todas a la pintura; en 1937 fue “degenerado” por el III Reich en la exposición Entartete Kunst (arte degenerado) que inauguró el propio Hitler, y donde se expusieron obras de Pablo Picasso, Eduard Munch, Paul Klee, Van Gogh, Marc Chagall, Kandinsky, Max Ernst, Otto Dix, y las del propio Bellmer , entre otros muchos. Hechos biográficos e históricos aparte (tuvo una vida muy azarosa, escapó por los pelos de los nazis, estuvo en la Resistencia, etc.), el artista es conocido por sus “Muñecas”, una serie de maniquíes femeninos articulados a las que fotografió adoptando poses en diferentes escenarios, de inquietante fetichismo y sensualidad (publicadas las fotografías en la revista Minotaure en 1935, estas “Muñecas” eran en realidad la denuncia del artista contra el régimen nazi, contra el culto al cuerpo perfecto que proclamaban desde la Alemania nazi); también es conocido por sus dibujos y litografías ejecutados con una precisión técnica que roza la perfección.

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