30 de abril de 2024

«Una lluvia de metralla perdida acabó con la hombría de Maximilian Wyllt, en Crimea, en el que él denominaba el glorioso sitio de Sebastopol. Quedó el pobre allí medio sordo de un oído, cojo y mulo, tan incapaz de caminar recto como de engendrar progenie. Y cosas del destino, lo que fuera una desgracia para él, pues lo privó de volver a disfrutar del consuelo de un vientre de mujer, terminaría convirtiéndose en la mayor suerte del pequeño. A su regreso de la guerra, y con la intención de consolar a su apenada esposa —también herida en el ánimo por aquella traidora explosión—, el sargento Wyllt consintió en pagar la suma de treinta y siete libras para concederle una falsa maternidad, que solo fue ficticia en lo que al parto se refiere. Condecorado por la reina en persona, que hasta llegó a dirigirle la palabra durante el acto de imposición de medallas a la salida del hospital, Maximilian Wyllt invirtió su renta de inválido y los restos de la modesta fortuna familiar de su mujer en inaugurar una taberna de la que él y su familia consiguieron vivir durante años. El servicio de comidas era bueno, y alquilaba habitaciones limpias y caldeadas, con lo que apenas le costó hacerse con una pronta y justa reputación de lugar fiable, en el que las gentes de bien podían hallar barato acomodo. No sin esfuerzo, trabajando desde muy temprano hasta mucho después de que el sol se hubiera retirado, el viejo soldado logró mantenerse a flote. Las deudas, aunque siempre presentes, jamás supusieron un escollo insalvable para la nave familiar, de manera que su vida nunca llegó a convertirse en un naufragio. Vivieron bien los Wyllt, y el joven Aurelius pudo incluso ir a la escuela. Mucho antes de que la ley de educación del setenta decretara obligatoria la asistencia a clase de todos los menores de trece años, su padre consideraba ya que la formación de todo muchacho era fundamental. Por eso, en cuanto cumplió los siete, lo matriculó en una academia cercana a casa, de muy buena fama, donde no tardó en destacar por su diligencia y agudeza. Aurelius siempre afirmó que su primer contacto con la magia se produjo a través de los libros, y que jamás les habría prestado ninguna atención si aquel hombre pequeño con aspecto de chivo, su maestro, el señor Martin, no le hubiera enseñado, con sus apasionadas lecturas, a mirar en la dirección adecuada.».

Los últimos años de la magia (Jose Antonio Fideu, 2016)

José Antonio Fideu Martinez (Albacete, 1972), es diplomado en magisterio, escritor y guionista de cómics. Tras publicar su primer guión para cómic («Núbilus«), en el año 2009 aparece «Núbilus» (la novela). Posteriormente, publica otros dos guiones para historias de cómic con la editorial Planeta de Agostini («Alma» y «Las increíbles aventuras del Duque Dementira»), y el serial «Los archivos del Capitán Meteoro» (novela por entregas). En 2016 fue galardonado con uno de los premios más importantes que se otorgan en España sobre literatura de género, El Premio Internacional de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica de Ediciones Minotauro, con la novela Los últimos años de la magia. Su último trabajo es la novela Los dioses muertos. Canto de Prometeo. (2020), editada por El transbordador, una obra en la que de nuevo vuelve a mezclar varios géneros y que transita entre los terrenos de la fantasía épica y la ciencia ficción clásica.

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