30 de abril de 2025

«Cada hombre y mujer en la tierra es parte y todo de una caravana similar de formas y seres. Pero no pueden recordarlo… sus mentes no pueden salvar los abruptos y horribles golfos de negrura que yacen entre esas formas inestables, y que el espíritu, alma o ego, al abrazarlos, se sacude de sus máscaras de carne. Yo recuerdo. El por qué puedo recordar es la más extraña de todas las historias; pero mientras yazgo aquí con las negras alas de la muerte desplegándose lentamente sobre mí, todos los pliegues borrosos de mis vidas previas tiemblan ante mis ojos, y me veo a mí mismo en muchas formas y disfraces: fanfarrón, presuntuoso, temerario, enamorado, estúpido, todo lo que los hombres han sido o serán.

He sido hombre en muchas tierras y muchas condiciones; pero –y ésta es otra cosa extraña– mi línea de reencarnaciones corre en línea recta siguiendo un canal inequívoco. Nunca he sido otra cosa que un hombre de esa raza inquieta que los hombres llamaron en tiempos Nordheim y más tarde Arios, y que hoy llaman con muchas designaciones y nombres. Su historia es mi historia, del primer gemido maullante de un cachorro de mono blanco y sin pelo en la desolación ártica; hasta el grito de muerte del último producto degenerado de la civilización definitiva, en alguna era del futuro borrosa e imposible de imaginar».

El valle del gusano (Robert E. Howard, 1934)

Robert Ervin Howard nació en Peaster, Texas el 22 de enero de 1906. Considerado uno de los padres del subgénero conocido como «espada y brujería», fue el escritor creador de personajes tan mundialmente conocidos hoy día como Conan el Bárbaro, Solomon Kane o Kull de Atlantis. Este escritor estadounidense de aventuras históricas y fantásticas es, junto con J. R. R. Tolkien, uno de los más influyentes de la fantasía heroica moderna. Vivió con su familia en varios lugares al sur, este y oeste de Texas y al oeste de Oklahoma antes de asentarse en Cross Plains, Texas. Siempre fue un muchacho enfermizo, pero se aficionó (de forma obsesiva) al gimnasio y llegó a ser un joven apuesto y fornido, aunque nunca dejó su talante introvertido, solitario y huraño. Apenas tuvo amigos, excepto a través de correspondencia con aquellos escritores que pertenecían al círculo de H. P. Lovecraft, con quien se empezó a cartear en 1924. Howard tenía predilección por algunos temas como los conflictos entre civilización y barbarie, la decadencia de las razas, las teorías históricas y geológicas y la eugenesia. Dedicaba la mayor parte del tiempo a la lectura de libros de historia, de cuyo tema se convirtió en todo un erudito. Empezó a escribir a la edad de quince años y a los dieciocho vendió su primer relato a la revista norteamericana de culto Weird Tales, donde se publicaría la mayoría de su obra, convirtiéndose en 1934 en el principal autor de la revista. El éxito le procuró el noviazgo con Novalyne Price, una maestra de Cross Plains, que acabó dejándole por el editor de Weird Tales. En plena Gran Depresión, su madre enfermó de tuberculosis y su economía se resintió. La suma de todas estas desdichas le llevaron a escribir el que él mismo consideró su mejor relato: Clavos rojos. El 11 de junio de 1936, hacia las ocho de la mañana, después de que su madre entrara en coma debido a la tuberculosis, Howard se sentó en la parte delantera de su coche y se disparó en la cabeza con un Colt del calibre 38. Murió a las cuatro de ese mismo día y su madre falleció al día siguiente. Compartieron funeral el 14 de junio y ambos fueron enterrados en el cementerio de Greenleaf en Brownwood. Se le conoce por obras tales como: Sombras rojas (1928), Cráneos en las estrellas (1929), Resonar de huesos (1929), Las colinas de los muertos (1930), El fénix en la espada (1932), La ciudadela escarlata (1933), La Torre del Elefante (1933), El coloso negro (1933), El estanque del negro (1933), Villanos en la casa (1934), La reina de la Costa Negra (1934) o El diablo de hierro (1934).

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