A veces no entiendo al ser humano. Cuesta reconocerme, mejor dicho, me cuesta entender cómo soy capaz de gatear por los telares de la inteligencia sin confesar mis propias limitaciones.
No logro entender a ese tipo de personas que es experta en mostrar con la mayor de las arrogancias las limitaciones, o las capacidades de los otros. Nadie es más que nadie, ¿no?….
Imaginemos una situación hipotética, dentro de unos años… posiblemente sería la noticia del siglo, portada en todos los diarios… En Torrelaguna del Toboso, en una prestigiosa clínica, han clonado a un hombre, perfectamente perfecto, sin taras de ningún tipo, con las máximas capacidades naturales que su circunstancia casual le dispone. Surge una pregunta en todos los campos científicos y filosóficos del planeta: el clonado, ¿tiene limitaciones? Me apuesto los honorarios de un dentista a que muchos dirían que no. Muchos otros serían capaces de argumentar, incluso, que la mayor de sus limitaciones es la de no elegir su muerte, porque es algo natural… o que sus limitaciones son todas aquellas que le han sido trasmitidas por sus creadores… vete tú a saber.
No creo que sea cuestión de mirarse el ombligo, o de interpretar hechos que puedan condicionar o “limitar” a nuestros semejantes. No es tampoco la particularidad de nuestra sociedad una solución o un problema.
Pienso más bien que todo es más sencillo, la jodida vida ya está demasiado pervertida para que existan seres humanos (nótese y enfatícese seres) que presuman de sapiencia suficiente cómo para moralizar sobre la vida y las limitaciones de los demás sin ser conscientes de que las suyas están siempre veladas por un “¡si yo soy el primero!”, o incluso ni eso.
La peor de las limitaciones es precisamente esa, limitarnos espantosamente en todo lo que pensamos.
Pido respeto a la imperfección, por favor.
Este escrito es un regalo a mi conciencia… y una patada en los huev… a cierto “limitador”…
Jose Antonio Castro Cebrián (Chipiona – 1974) Escritor y autor de las novelas “La Última Confesión” y “El Cementerio de la Alegría”, así como de los poemarios “Algazara” o “Anomia”, entre otras obras.
Dirige la Jungla.
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