Hoy nos visita en la Jungla el periodista, gestor cultural y escritor Enrique Bocanegra para hablar, entre otras cosas, sobre su última obra publicada, El ataque a La Española:
«Al frente de una flota de treinta naves y un ejército de dos mil hombres, el pirata inglés Francis Drake ataca la isla La Española, en el corazón del Caribe. Es 10 de enero de 1586, y Drake no sólo conquista su capital, Santo Domingo, sino que amenaza con reducirla a escombros si sus habitantes no pagan el rescate exigido.
Con las negociaciones estancadas, comienzan los saqueos y los incendios en la ciudad, mientras en el interior de la catedral sobrevive el puñado de vecinos que trataron de salvaguardar y defender la isla. Y es uno de ellos, nieto del primer cronista de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, quien nos narra la ocupación y la captura de la isla, al tiempo que comienza a definir su propia identidad y busca el modo de resistir a la violencia de los piratas.
No era fácil la vida en el Caribe en el siglo XVI, en unas islas llenas de riquezas y, por tanto, abocadas a sufrir la amenaza constante de los piratas, deseosos de botín y destrucción. Y esto nos muestra Enrique Bocanegra en esta novela, El ataque a La Española, en una vuelta de tuerca completa al género: una lucha histórica narrada desde el punto de vista de los españoles, a partir de los documentos originales de la época. Porque no era fácil, y hay que saber contarlo, y en estas páginas se asume el dolor, la pérdida, el ansia y la locura de la piratería como nunca antes lo hemos vivido».
Pregunta: Sr. Bocanegra, «El ataque a La Española» nos sumerge en un momento muy particular e intrigante en la historia de España. ¿Cómo nació la idea de abordar una novela sobre el asedio de Francis Drake a la isla La Española en 1586?
Respuesta: La idea surgió durante una visita a Santo Domingo, la primera ciudad fundada en América por los españoles y que sirvió de modelo a todas las que vinieron después. En apenas cinco o seis calles se encuentran la primera catedral de América, la primera fortaleza, la primera universidad, el primer hospital, etc. Es, además, el único lugar de América donde coincidieron todos, tanto los conquistadores como Hernán Cortés, Francisco Pizarro o Vasco Núñez de Balboa, y los sacerdotes, Bartolomé de las Casas o Antonio de Montesinos, cuyo famoso sermón de adviento fue pronunciado en Santo Domingo. El ataque de Francis Drake en 1586, uno de los más devastadores del siglo XVI, ya que destruyó gran parte de la ciudad, me permitía ir más allá de la anécdota para hacer un balance de la presencia española en América.
P.: ¿Cuál sería el principal argumento que usted utilizaría para persuadir a nuevos lectores, que quizás no lo conozcan, sobre la importancia o el acierto de leer «El ataque a La Española”?
R.: “El ataque a la Española” se inscribe en un género popular: las novelas de aventuras de piratas. Es un género practicado por los anglosajones al que yo le doy una vuelta de tuerca: los protagonistas ahora no son los piratas sino los españoles que habitaban las ciudades fundadas en el Caribe en el siglo XVI, como Santo Domingo, y que tienen que hacer frente al hostigamiento permanente. Es una parte de nuestra historia poco conocida y menos estudiada.
P.: En su obra, opta por narrar los acontecimientos desde la perspectiva de los españoles, brindando una visión única. ¿Podría compartir con nosotros cómo desarrolló la historia desde este enfoque específico, cómo seleccionó a los personajes que serían los narradores y qué desafíos encontró al presentar los eventos desde el punto de vista de aquellos que vivieron el ataque a La Española en 1586?
R.: Si lees, por ejemplo, una novela de romanos te enfrentas a un mundo perfectamente codificado en cientos de películas y de libros. Uno sabe perfectamente qué era un gladiador, un legionario, un senador, un cónsul o un centurión. En cambio, la mayoría de los lectores no saben cómo funcionaban las ciudades fundadas por los españoles al otro lado del océano: ¿qué funciones tenía la Real Audiencia o los Cabildos?, ¿cómo se relacionaban unas razas con otras?, etc. Para ello recurrí a ese tesoro de la cultura española que son los cronistas de Indias entre los que figuran narradores maravillosos cuyos textos se leen como novelas de aventuras. Uno de los más importantes, pero menos conocido, Gonzalo Fernández de Oviedo, que fue nombrado por el emperador Carlos V cronista de Indias y alcaide de Santo Domingo, donde murió en 1557, fue mi principal referente. Decidí que un nieto suyo, heredero de su archivo y de sus inquietudes humanísticas, sería el hilo conductor del ataque de Drake a Santo Domingo y a ese mundo del Caribe español del siglo XVI.
P.: Al dirigir la Casa Natal de Velázquez en Sevilla y ser delegado en Andalucía de Hispania Nostra, intuimos que la preservación del patrimonio cultural es una de sus atribuciones. ¿De qué manera su experiencia laboral ha influido (e influye) en su enfoque a la hora de escribir novela histórica, como es el caso de «El ataque a La Española”, o cualquier otro género?
R.: Me obsesiona la preservación del patrimonio. Creo que cuando desaparece un puente romano, un castillo medieval o un palacio renacentista, se muere un pedazo de nuestra alma. En el ataque a Santo Domingo, Francis Drake destruyó, en apenas cuatro semanas, más de la mitad de la ciudad, además de todos sus archivos, que tenían un valor incalculable ya que fue la primera ciudad fundada por los españoles en el Nuevo Mundo. Esa tarea de destrucción coincide con algunas de mis peores pesadillas.
P.: La trama de su novela revela la complejidad de la vida en el Caribe en el siglo XVI. ¿Qué aspectos específicos de esa época y lugar quería destacar a través de su narrativa?
R.. Cuando se presenta la historia de España en América se pone siempre el énfasis en la relación con sus habitantes originales. Pero lo cierto es que apenas hay conflictos entre españoles e indígenas, a partir de la aprobación de las leyes nuevas de Indias de 1541. El conflicto estuvo todo el tiempo en el mar donde los piratas franceses, ingleses y holandeses atacaban constantemente las ciudades y las flotas españolas. Cuando uno estudia los documentos de la época en el Archivo de Indias de Sevilla descubre que no hay un solo año en que una ciudad no sea asaltada, varios barcos no resulten capturados y súbditos españoles no acaben secuestrados. Quería poner el énfasis en esa “guerra del océano” que comienza durante el tercer viaje de Colón al Nuevo Mundo en 1498, cuando a la altura de las Canarias se tiene que enfrentar a una flota de piratas franceses, y durará, año tras año, hasta el siglo XIX.
P.: «El ataque a La Española» se sitúa en un momento histórico crucial, como ya hemos dicho. ¿Cómo equilibra la fidelidad histórica con la necesidad de mantener atractiva la trama para los lectores contemporáneos?
R.: A los lectores de novela histórica les encanta aprender detalles poco conocidos de la vida cotidiana de otras épocas, pero es fundamental que esta información forme parte del arco dramático y narrativo del narrador o protagonista. Si no puedes integrarla en la evolución y aventuras del personaje es mejor guardar esa información para otro libro.
P.:Después de recibir elogios y ser galardonado con el prestigioso Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias por «Un espía en la trinchera», ¿cómo gestionó la presión y las expectativas al escribir su primera novela? ¿Sintió que estos reconocimientos le añadieron una presión extra en la creación de su nueva obra?
R.: Ninguna presión. Vengo del periodismo y “Un espía en la trinchera”, que no dejaba de ser un reportaje de 320 páginas, fue la culminación de mi carrera. Tenía muy claro que después de ese reto el siguiente sería escribir una novela. Me ha costado porque no tenía experiencia con la ficción pero estoy muy contento con el resultado de “El ataque a la Española” y quiero seguir en el género.
P.: ¿Podría compartir con nosotros cuál es su rutina habitual a la hora de escribir? ¿Hay algún hábito o ritual que encuentre fundamental para su proceso creativo?
R.: Solo puedo escribir por las tardes, y no siempre, ya que por las mañanas tengo otros compromisos. La rutina es importante por lo que, aunque no tenga ganas, me esfuerzo para estar por lo menos un par de horas delante del libro en el que esté trabajando, cada día. A veces no escribo nada y me limito a releer lo ya hecho, y en otras ocasiones puedo sacar varias páginas. La constancia es fundamental.
P.: Si tuviese que llevarse un único libro a una isla desierta, ¿cuál sería y por qué?
R.: Hoy te diría la “Anábasis” de Jenofonte, una crónica histórica y un relato de aventuras sobre un grupo de mercenarios griegos que tienen que atravesar cientos de kilómetros de terreno hostil para regresar a un lugar seguro. Pero mañana te diría otro. Por ejemplo, la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo.
P.: ¿Existen autores que considere sus referentes o que hayan influido significativamente en su forma de escribir?
R.: Me considero un escritor de libros de aventuras. Me gusta la acción, los personajes inquietos que viajan a lugares extraños y se ven envueltos en intrigas. Desde niño me encantan los clásicos del género como Daniel Defoe, Alejandro Dumas padre o Robert Louis Stevenson, a los que sigo leyendo. También me interesa la obra de periodistas aventureros como Manuel Chaves Nogales, Curzio Malaparte o Ryszard Kapuscinski.
P.: ¿Podría adelantarnos algún proyecto en el que esté trabajando actualmente y del cual pueda compartir algún detalle?
R.: Tengo una novela que quiero acabar este año y otra que quiero comenzar el próximo, ambas ambientadas en el Caribe, cuya historia y actualidad ofrece infinitas posibilidades para un escritor de libros de aventuras.
P.: Para finalizar, ¿cómo se describiría a sí mismo como escritor y como persona? ¿Hay algún aspecto de su personalidad que crea que se refleje particularmente en sus obras?
R.: Soy una persona tímida por lo que me siento muy a gusto en mi casa, escribiendo. La historia y el patrimonio están en el centro de mis intereses por lo que me gusta desarrollar narrativas en los que estos elementos tengan protagonismo.
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