Este domingo vino a comer a mi casa un amigo de toda la vida. El pobre hombre, y lo de pobre lo digo con lastimera admiración, estaba muy apenado. Su hijo, un mozalbete de veintitrés años, universitario e inteligente ( a ver, para los que estáis ahí siempre apuntillándome: universitario e inteligente no tiene porSigue leyendo «El tiempo pasa pasa, y las cosas siguen igual igual…»