
Hoy nos visita en la Jungla el escritor Miguel Vasserot para hablar, entre otras cosas, sobre su última novela, Cuando llegues al infierno:
«”Cuando llegues al infierno, dile al diablo que soy yo quien te envía”.
Así comienza esta novela donde el misterio, la amistad, el humor y el erotismo se entrelazan en el Madrid de finales del siglo XIX.
Eugenia Alonso, una brillante y poco convencional estudiante de Medicina, se enfrenta a una serie de extraños crímenes: hombres jóvenes, guapos y pobres aparecen asesinados en distintos barrios de la capital sin causa aparente de muerte: no hay rastros de veneno, pero sí un enigmático olor impregnando la piel de las víctimas.
Entre personajes pintorescos, situaciones inesperadas y los experimentos en su laboratorio, Eugenia se adentra en una investigación que la llevará a descubrir el lado más oscuro del deseo y la perversión.
Con un estilo literario muy personal, Miguel Vasserot nos demuestra que resolver un crimen puede ser tan complicado como entender el corazón humano».

Pregunta: Su nueva novela, Cuando llegues al infierno, acaba de ver la luz hace apenas unos días. ¿Qué sensaciones tiene? ¿Cómo está viviendo estos primeros contactos del público con la obra?
Respuesta: Mentiría si dijera que lo estoy viviendo con sosiego. Hay lectores que me han escrito a las 24 horas de comprar el libro para decirme que no pueden dejar de leerlo y eso me emociona. No he parado de recibir llamadas y mensajes, muchos de los cuales aún no he podido contestar aunque aseguro que lo haré. El tiempo que dedica un lector a mi obra vale tanto como el mío.
P.: Si tuviera que presentar Cuando llegues al infierno a un lector que nunca ha leído nada suyo, ¿qué razones le daría para invitarlo a descubrirla?
R.: La razón primordial es que no se va a aburrir. Lo voy a llevar de la mano a pasear por un Madrid de finales del siglo XIX desconocido en el que podrá sentir el olor metálico de los tranvías, del carbón de las calefacciones, de los comercios, de las tabernas, de los cafés y de los laboratorios en los que transcurre la trama. Será testigo de autopsias, de extraños descubrimientos, conocerá los entresijos de los juzgados, de la policía, de las salas de autopsias y de cómo en ese Madrid en transformación también cabe el erotismo, la diversión y el humor. Conocerá a Eugenia, a la que todos quisiéramos como amiga, leerá los noticiarios ilustrados de la época, y en cada capítulo descubrirá a personajes tan variopintos como entrañables: Morra, el enano, es uno de ellos.
P.: ¿Cuál cree que es el rasgo más singular de su novela que la diferencia de otras negras o históricas publicadas en los últimos años?
R.: Intento salirme del cliché del ambiente hostil y violento clásico del género para ir más allá. No hay un inspector atractivo, como tampoco hay una bella protagonista. No son ellas las que son asesinadas sino hombres guapos, jóvenes y pobres a los que encuentran con un solo elemento común: un olor característico. Hay amor, hay sexo, hay amistad, y hay un culpable al que no logran encontrar. ¿O sí?
P.: La novela combina el rigor histórico del Madrid de 1882 con una trama negra de crímenes imposibles. ¿Cómo fue el proceso de documentación? ¿Fue difícil trasladar esa época al lenguaje narrativo de nuestros días?
R.: Tengo que reconocer que he dedicado mucho tiempo a documentarme. Hay que estudiar los tratados de medicina forense y química de la época entre los que están los de Taylor, Mateo Orfila, Selmi, Gautier, Kopp, Devergie, pero para el lector esa información debe pasar desapercibida. Eso es fundamental. Los escritores de novela no debemos demostrar lo que sabemos porque no escribimos una tesis o un ensayo. Cualquier dato importante hay que trasladarlo a un lenguaje narrativo comprensible. En esta novela, por ejemplo, hay un diálogo entre un forense y la protagonista en la que la estudiante de medicina va convirtiendo cada síntoma médico en un término coloquial que será el que deba de utilizar ante un tribunal para que se entienda mejor lo que está explicando.
P.: Hablemos de la protagonista… Eugenia Alonso es una estudiante de Medicina adelantada a su tiempo. ¿Qué lo llevó a elegir a una mujer con ese perfil como eje de la historia, y qué simboliza dentro de la novela?
R.: Las mujeres son las eternas protagonistas de mis novelas. Su forma de enfrentarse a los problemas y su lucha continua es algo que me apasiona. Pero, y en esto soy muy insistente, considero que ya está bien de estereotipos de heroínas guapas, bondadosas y enamoradizas. A Eugenia le gusta comer, disfrutar de noches locas con sus amigos, actuar con su compañía teatral y también le apasiona el sexo. Con Eugenia no creé a la heroína perfecta: le permití dudar, equivocarse, sentir miedo y utilizar la ironía como arma. Es poco agraciada, no le gusta el mundo de las modas, pero es una mujer muy segura de sí misma y de aquello a lo que quiere dedicarse.
P.: La crítica social atraviesa su obra como un hilo conductor. ¿Qué aspectos de la sociedad de finales del XIX quería poner bajo la lupa y en qué medida dialogan con la actualidad?
R.: Lo curioso es que después de leer a los cronistas de la época te das cuenta que no hemos cambiado tanto. En la época en la que transcurre la novela se refleja la obsesión por la moda no solo en mujeres sino también en los hombres con una posición social acomodada. Había también muchísima gordofobia que se demuestra en la cantidad de publicidad de alimentos, ropa y artilugios con los que conseguir el cuerpo en S. Los hombres se tintaban la barba, las mujeres se ponían cinturones galvánicos para reducir la barriga, los anuncios de colonias, o incluso las notas de prensa solicitando suscriptores, se asemejan a lo que están ahora en la televisión y en las redes sociales. Además, la cambiante política de esa época convertía en ricos a los que eran amigos y familiares de los que gobernaban, los mismos que quedarán denostados si cambia el partido que manda. No somos tan distintos como parece aunque lo que sí es verdad es que en esa España solo había ricos y pobres y son los segundos los que están siendo asesinados.
P.: La novela negra, además de entretener, suele ser un espejo de los miedos y contradicciones de una sociedad. ¿Qué cree que revelan hoy las historias criminales sobre nuestro tiempo?
R.: Principalmente las inquietudes que nos rodean. Ahora están de moda los documentales de crímenes mediáticos, pero como jurista y escritor puedo afirmar que una cosa es la verdad que se cuenta y otra es la verdad judicial. Un ejemplo claro es Caso Wanninkhof en la que una inocente fue condenada por un crimen que no había cometido. Sí existe el crimen perfecto, claro que sí, lo que pasa es que al ser perfecto pasará al olvido. Ese crimen es el que no se cuenta en una novela porque los lectores quieren saber qué paso, quién lo hizo y cómo lo perpetró. En una novela negra los escritores debemos intentar convertir al lector en detective, en periodista, en ciudadano de la calle, pero ponerlo frente a realidad cuando se equivoca.
P.: Muchas veces se dice que los escritores escriben para entender lo que no comprenden del todo. ¿Comparte esa idea? ¿Qué preguntas personales o universales intenta responder con su literatura?
R.: Es cierto que en mi caso me cuesta comprender lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. La realidad suele superar a la ficción en numerosas ocasiones hasta el punto de que he tenido que eliminar experiencias y anécdotas que he llegado a vivir como juez sustituto y que serían imposibles de aceptar como ciertas en una novela. Hablo de la forma en la que nos enfrentamos a un suceso y he aprendido que mi forma de interpretar lo que ocurre no es universal y que tengo que empatizar más. La gran pregunta personal que me gusta dejar a los lectores de mis novelas suele ser la misma: ¿A qué estamos dispuestos a renunciar para conseguir nuestro objetivo?
P.: ¿Cómo es su rutina a la hora de escribir?
R.: Caótica. Me gustaría explicarlo de otra forma, pero es que lo mismo me levanto a las cuatro de la mañana en medio de una pesadilla y la escribo, que estoy una semana sin hacer nada, o no me muevo del escritorio un sábado durante 20 horas. Me encantaría ser metódico, pero no sé hacerlo.
P.: ¿Hay algún libro que le hubiera gustado escribir? Si es así, ¿por qué?
R.: Hay tantos que no habría sitio para enumerarlos. Si tuviera que elegir tres serían: «Diario del ladrón» de Jean Genet, «La conjura de los necios» de John Kennedy Toole y «La parábola de Carmen la Reina» de Manuel Talens. La razón solo la entenderán quien los haya leído.
P.: ¿Tiene algún autor de cabecera?
R.: No en especial. No suelo elegir escritores norteamericanos porque me decanto por la literatura en nuestra lengua, pero he aprendido que de un mismo autor hay novelas que me parecieron magníficas y otras que no me entusiasmaron. Sí que suelo leer a muchos escritores franceses que hayan ganado el Premio Goncourt de Francia que suele acertar con mis gustos.
P.: ¿Algún proyecto en el que esté trabajando ahora mismo y del que pueda hablarnos?
R.: Siempre hay proyectos, pero se empiezan diez, se quedan en cinco, y ahora tengo dos a los que estoy dedicando mucho tiempo. Cuando los tenga un poco más avanzados decidiré cuál es el que finalmente gana la batalla. Verdaderamente es una ridiculez y una pérdida de tiempo pero nadie es perfecto.
P.: Para terminar, y como siempre nos gusta hacerlo aquí en la Jungla de las Letras, háblanos un poco de usted, ¿cómo se describe como escritor y como persona?
R.: Pues una persona normal. No tengo excentricidades, me gusta probar todas las comidas, me gusta leer periódicos de perfiles políticos distintos para saber cómo enfocan una misma noticia, me apasiona viajar y hablar con la gente mayor, cuanto más mayor mejor. Sus experiencias vitales son la mejor biblioteca de un escritor.
Respecto a cómo me describo como escritor, creo que sería demasiado pretencioso hablar de mí mismo. Solo pido que antes de juzgarme se me lea sin ideas preconcebidas.
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