28 de septiembre de 2025

NOSOTROS QUE LUCHAMOS CON DIOS de Jordan B. Peterson / Traductores: Juanjo Estrella y Judit Sirvent Almenar / Editorial: Planeta / Género: Ensayo / 672 páginas / ISBN: 9788408294498 / 2025

La aparición de Nosotros que luchamos con Dios confirma la voluntad de Jordan B. Peterson de ocupar un espacio singular en el debate cultural contemporáneo: un territorio intermedio entre la exégesis bíblica, la psicología clínica y la especulación filosófica. Lejos de la sistematicidad de los tratados académicos y más aún de la ortodoxia teológica, la obra se despliega como un extenso ejercicio de interpretación simbólica que oscila entre lo sugerente y lo inasible. Este libro lo leí un poco movido por la curiosidad, y por el entusiasmo que derrochaban dos en la barra de un bar hablando sobre el mismo. Después de leído, no sabría qué opinar, es un libro prácticamente indescifrable. Y eso no es necesariamente malo. Ni bueno.

La trayectoria de Peterson, profesor de Psicología en la Universidad de Toronto, se ha visto marcada por la controversia mediática. Sus intervenciones públicas, sus ensayos y su bestseller 12 reglas para vivir lo consolidaron como un referente tanto admirado como vilipendiado. Aquí retoma su obsesión por los relatos fundacionales de Occidente, desde el Génesis hasta el Éxodo, e insiste en que la clave de nuestra experiencia histórica y psíquica reside en los mitos que heredamos.

El volumen avanza mediante un estilo narrativo que combina descripciones sensoriales con afirmaciones de resonancia casi oracular. Lo que a primera vista parece un comentario erudito sobre los textos sagrados pronto se transforma en un entramado de metáforas psicológicas y asociaciones insólitas. No me ha quedado muy claro si el autor, Jordan B. Peterson, cree o no cree en Dios. Lo que parece evidente es que no cree en la argumentación racional. Leyendo este libro, a mí me ha venido a la mente aquel paranoico que ve mensajes secretos de la CIA en las nubes, he visualizado de alguna manera a Peterson interpretando supuestas revelaciones sobre la naturaleza intrínseca del ser en los lugares más triviales e improbables.

La insistencia en la realidad ontológica de los arquetipos constituye uno de los núcleos más provocadores —y problemáticos— del texto. En lo que más insiste el autor, su idea más descabellada, defendida con insistencia en estas páginas, es que los arquetipos no solo existen, sino que podrían ser más reales que los propios hechos. Según él, las ideas son espíritus vivos que están presentes tanto en la psique colectiva como en la individual. Es una lógica aplastante. Según él, claro. Con ella llega incluso a justificar la realidad biológica de cualquier cosa que se nos pueda imaginar, como un dragón. Esta deriva, que oscila entre lo poético y lo hiperbólico, puede resultar inicialmente fascinante, pero, al prolongarse durante centenares de páginas, adquiere un tono reiterativo y extenuante.

El libro posee, sin embargo, un ritmo adictivo: a pesar de su extensión, se lee con rapidez. La prosa combina la energía de un sermón con la cadencia de una narración ensayística, lo que explica que numerosos lectores lo describan como un texto absorbente. Esa cualidad deriva no tanto de la coherencia argumental como de la capacidad del autor para acumular imágenes, anécdotas y comparaciones inesperadas. Un instante pontifica con solemnidad sobre la esencia del ser y, al siguiente, asegura que el arquetipo de la pesadilla luciferina/babilónica resurge con claridad en una saga de Hollywood.

Cuando Peterson se detiene en los matices de las traducciones bíblicas, comentándolas como si fueran revelaciones trascendentales, es quizá lo más enclenque de toda su tesis. Ahí el discurso pasa de ser una argumentación académica a un deambular por un laberinto de divagaciones. Lo que para muchos podría considerarse un despliegue de erudición filológica yo lo he percibido más bien como un interesante recurso retórico destinado, cómo no, a intensificar el efecto de profundidad que pretende, aunque sin resolver las contradicciones internas. El resultado final termina siendo ambivalente. Por un lado, Nosotros que luchamos con Dios se intuye como una tentativa de reactualizar los mitos fundacionales para un lector moderno, contemporáneo, al que se le ofrecen claves de interpretación psicológica que buscan, sobre todo, trascender los límites de la política y la religión institucionalizada. Y por otro, esa tendencia que tiene a absolutizar los símbolos y su inclinación a atribuirles un estatuto casi biológico, terminan derivándolo a una especie de misticismo secular muy difícil de sostener críticamente.

El ensayo en su conjunto me ha resultado muy fácil de leer, si no te lo tomas muy en serio puede resultar incluso muy ameno. Se podría decir que es una obra que se inscribe en esa tradición moderna que oscila entre la crítica cultural y la profecía. Puede desconcertar por su falta de rigor sistemático, pero también fascinar por su imaginación. Quizá lo más valioso del libro sea que empuja al lector a mirar de frente la fuerza que todavía tienen los relatos bíblicos y, al mismo tiempo, a preguntarse cómo construimos el sentido de nuestra vida. Si resulta una obra reveladora o simplemente extravagante dependerá, al final, de la mirada con la que cada uno decida leerla.

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