28 de septiembre de 2025

TATÁ de Valérie Perrin / Traductora: Núria Viver / Editorial: Duomo / Colección: Nefelibata / Género: Narrativa / 560 páginas / ISBN: 9788410346536 / 2025

Valérie Perrin lleva años instalada en las listas de más vendidos. Esta autora ha conquistado a millones de lectores con historias donde lo íntimo convive con lo colectivo. Ahora regresa con Tatá, una novela extensa –más de quinientas páginas– que arranca con un planteamiento tan sugerente como inquietante: Agnès, una cineasta rondando la cuarentena, recibe una llamada de la gendarmería para que identifique el cuerpo de su tía Colette. El problema es que esa tía ya había muerto tres años antes y reposaba, en teoría, en el cementerio de Gueugnon.

La premisa hay que reconocer que es brillante. ¿Cómo puede alguien morir dos veces? ¿Qué pasó realmente? El arranque tiene la fuerza de un buen thriller, de una buena novela de suspense, y consigue enganchar al momento. El problema llega después, cuando la explicación que ha urdido la escritora francesa no resulta tan sólida como se esperaba. La primera muerte de Colette requería un pacto de silencio entre demasiadas personas: amigos y colegas dispuestos a arriesgarlo todo para sostener una mentira demasiado frágil. La complicidad colectiva se siente forzada y poco verosímil, más cercana al cliché que a la vida real. La protagonista, Agnès, se perfila como una cineasta precoz con pasado en Los Ángeles, casada con un actor famoso, que regresa a su pueblo natal para investigar. Cuando llega, allí, como en cualquier película hollywoodiense que se precie, todo resulta sorprendentemente fácil: los viejos amigos la reciben con los brazos abiertos, le ofrecen coche, techo y un apoyo incondicional. Gueugnon es un lugar donde la palabra «desconfianza» no existe. La investigación avanza gracias a «golpes de suerte» demasiado convenientes: la tía, mujer al parecer muy reservada, dejó veinte cintas de casete que responden casi punto por punto a todas las dudas de su sobrina; una amiga perdida hace décadas aparece justo en el momento oportuno; un hermano olvidado se cruza en el camino como si el guion lo dictara.

Hasta la mitad del libro podríamos decir que la intriga se sostiene. El lector es capaz de aceptar las licencias narrativas con cierta indulgencia, pero poco a poco la novela se va cargando de demasiados «temas», diría que hasta el exceso: violencia machista, asesinatos, infancia rota, pedofilia, alcoholismo, redadas nazis, adopciones, amores contrariados, divorcios tormentosos, sida, homosexualidad, circo, música, virtuosismo… la lista es interminable. La intención es bastante noble, si se piensa bien —dar voz a los olvidados, recordar a las víctimas—, pero tanta acumulación termina desdibujando el corazón de la historia. Una novela también necesita poda, seleccionar, ordenar. Aquí hay demasiado de todo.

El estilo de Valérie Perrin es muy reconocible: frases cortas, diálogos directos, fragmentos que saltan en el tiempo, un ritmo introspectivo que mezcla lo cotidiano con lo insólito. Sabe combinar lo sustentado en hechos con lo poético, introducir canciones, nombres propios o referencias culturales para crear esa complicidad con el lector que a veces falta en algunas obras. El problema es la reiteración: citar a Samuel Paty en las primeras páginas conmueve, evocar a Alain Souchon o a The Blue Hotel emociona la primera vez, pero cuando se repite la fórmula una y otra vez —con apuntes como «Mathilde Seigner es una gran actriz» o «Josiane Balasko tiene una sonrisa encantadora»—, el efecto se desgasta. (Esto que para mí puede parecer un defecto, soy consciente de que para muchos puede ser una virtud).

Tatá tiene pasajes luminosos, escenas que emocionan, descripciones que capturan la ternura o la dureza de la vida. La autora demuestra su capacidad para conectar con la fibra sensible del lector y para mirar de frente las heridas de la memoria. Pero la sensación final es ambivalente: lo que empezó como una intriga magnética acaba convertido en un relato demasiado largo, disperso y por momentos reiterativo. Yo diría que es un libro generoso, cargado de empatía y de humanidad, pero que promete más de lo que finalmente entrega. Fascina al inicio, cansa al final. Quien busque un misterio impecable puede quedarse con la frustración; quien disfrute de la voz cálida de Valérie Perrin hallará, pese a todo, instantes de belleza.

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