28 de septiembre de 2025
© Sophie Garcia

«Hay niños,
         Que viven sobre la tierra pero sin tierra;
         Excluidos, siguen los caminos férreos;

Hay niños,
         De un mundo sin alma y de un mundo sin padre;
         Éticas, como los arbustos de los desiertos;

Hay niños,
         Con la mirada interrogando la ausencia;
         Ignoran la fiesta, el ritmo, la danza;

Hay niños,
         Inocentes en los bordes de los senderos;
         No tienen siquiera deseos de mendigar;

Hay niños
         Que han perdido la fuerza de llorar;
         Sin sueño, aprenden a caminar;

Hay niños,
         Círculos viciosos; cadenas y mordaza;
         Comisaría; Justicia-Prisión,

Hay niños,
         Que mueren en la vida, nacidos en la muerte;
         Tienen sed de todo, incluso de la muerte».

Hay niños (Frédéric Pacéré Titinga, 1980)


Titinga Frédéric Pacéré, también conocido como Naba Panantugri, nació en Manéga, Alto Volta (actual Burkina Faso), el 31 de diciembre de 1943. Poeta, novelista, ensayista, jurista y griot. Todo a la vez. Fue el primer abogado de la historia de Burkina Faso y, a la par, una de sus voces literarias más significativas. Fundador en 1997 del Museo de Manéga, trabajó con empeño para preservar la memoria material e inmaterial de África y evitar que sus piezas terminaran en Europa. Hijo de una familia enraizada en la tradición mossi —por vía paterna descendía de jefes locales y, por vía materna, de los gnun-ossé, habitantes ancestrales de la región—, fue el primer niño de su pueblo en ir a la escuela. Estudió en Koudougou y en la Escuela Normal de Dabou (Costa de Marfil), antes de pasar por las universidades de Abiyán, Uagadugú, Dakar y Rennes, donde se formó en Derecho, Sociología y Letras. En 1973 se convirtió en el primer abogado de Burkina Faso y, más tarde, en decano del colegio de abogados del país. Su trayectoria profesional lo llevó a escenarios clave: portavoz de abogados en el proceso de los Crímenes de Sangre en Bamako (1993), abogado principal en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (1996-2014), y experto independiente de Naciones Unidas para los derechos humanos en la República Democrática del Congo (2004-2008). Nunca ocultó sus críticas frente a la violencia y la corrupción en África, lo que en ocasiones le costó cargos y apoyos internacionales. Comprometido con la política y la justicia de su país, formó parte del comité redactor de la Constitución burkinesa de 1991, especialmente en lo relativo a la limitación del poder presidencial. Fue además cofundador de Abogados sin Fronteras en 1992, reivindicando siempre las raíces africanas de la organización. Pero su voz resonó tanto en la sala de juicios como en la poesía. Más de sesenta libros lo avalan, entre investigaciones jurídicas y sociológicas, y obras de creación poética ancladas en la tradición oral. Influido por la negritud, se asumió heredero de los griots, recuperando la memoria de los tambores y las máscaras africanas. Su poesía brota del rito y de la palabra cantada, con títulos como Poèmes pour l’Angola (1982), La Poésie des griots (1982) o Saglengo, la poésie du tam-tam (1994). Recibió reconocimientos de gran prestigio: el Gran Premio Literario del África Negra en 1982 (el llamado «Goncourt africano»), la Medalla de Honor de la Asociación de Escritores de Lengua Francesa en 1991, así como distinciones de los colegios de abogados de París y Madrid. En 2009 fue elegido miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia y, en 2019, entronizado jefe consuetudinario de Zitenga, reinando sobre veintiocho pueblos con el nombre de Naba Panantugri. Falleció en Uagadugú el 8 de noviembre de 2024, dejando tras de sí la herencia doble de un jurista firme en la defensa de los derechos humanos y de un poeta que supo transformar la palabra oral en memoria escrita.

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