La lógica del árbol que albergó a las aves es una escritura que habita la frontera entre lo íntimo y lo sagrado. Un poemario que recorre la fragilidad de los gestos cotidianos —encender una lamparilla, vestir al padre, sentarse a la mesa— y se abre después a la vastedad de lo cósmico: los astros, las aves, la música que sostiene el mundo.
Fernando Romera alumbra aquí una voz que nombra lo efímero y lo convierte en revelación. Una voz que no teme a la muerte ni al silencio, que interroga la materia y encuentra en ella un destello de lo eterno. Los poemas se detienen en lo frágil, en lo que se pierde, pero también en aquello que persiste: la memoria, el amor, la belleza.
No hay consuelo fácil ni artificio: hay una respiración que enlaza lo humano con lo universal, un lenguaje que revela lo invisible en lo tangible, que transforma lo cotidiano en epifanía. Este libro no es un refugio, pero sí un lugar: donde lo que muere convive con lo que aún tiembla, respira y nos recuerda que estamos vivos.
Materia oscura
De la noche se extrae, con su misma
negrura, la materia del vacío.
Es la que llena la oquedad del mundo,
esa que te preocupa cuando velas
el sueño de tus hijos. Y tu sueño.
Viene en el zumo de la escarcha. Viene
en el idioma de los mirlos. Suena
como los estertores que se escuchan
entre los territorios del autillo,
tras su flauta de muerte que celebra
así, con la llegada de la noche.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.