El tiempo desacertado es una escritura contra el vértigo y contra el silencio. Un poemario que nace en el quicio —entre el desgarro y la ternura— y que se sostiene en una conciencia que, aun reconociendo el daño, no abdica del lenguaje.
María Dolores Fernández Cros traza aquí una voz que no mendiga consuelo ni celebra el sufrimiento. Una voz que observa, interroga, a veces se arrastra, a veces se alza, pero que siempre escribe desde un lugar habitado: el cuerpo, la memoria, la rabia, el asombro. No hay artificio ni pose, tampoco redención. Hay palabras exactas que nombran lo que a menudo se prefiere callar, y lo hacen con la inteligencia de quien ha entendido que escribir es también una forma de no rendirse del todo.
Estos poemas no son un refugio, pero sí un lugar. Uno donde las ruinas conviven con lo que aún tiembla, respira y, con suerte, todavía duele.
HASTA el momento en que ya no hubo trayecto
que tomar sino camino azaroso que escoger
muchas cosas empezaron muchas concluyeron
muchas no son cosas muchas no son mías
muchas ignoro de quién pero son muchas
porque mucho ha sido el tiempoel tiempo es algo incierto cuando hay
que contarlosin embargo el tiempo de día no es el tiempo
de noche el de niña es raudo el de madre
se transporta en luz y llega el instante en
que nada hay más rápido que el tiempo en
cualquier momento y no recuerdas a tus hijos y
a partir de ese segundo en que el pensamiento
se muda al barrio gris de las afueras el monstruo
ya no existeno existe y nunca existió
por lo que es lógico pensar que si el monstruo
existe estamos cuerdospero estar cuerda así es una gran desilusión de
la que podríamos colgarnos
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