14 de mayo de 2025
Mujer Tehuantepec (1945) Óleo sobre mansonite, 60.4 x 51.7 cm. Colección particular

¿Se podría considerar «La mujer de Tehuantepec» un monumento pictórico a la dignidad indígena? Yo creo que sí. La figura central —una mujer de rostro curtido, casi hierático— domina la composición como un tótem viviente, envuelta en un vestido blanco que se despliega en pliegues ceremoniales, recordando a la vez una flor solemne y un estandarte ritual. La desproporción entre ella y el paisaje —casitas de adobe, una iglesia colonial que apenas se insinúa, colinas verdes bajo un cielo limpio— no es casual ni decorativa: el pintor juega con la escala para dejarlo claro. La tradición no es un eco lejano ni un simple adorno del presente; es un cuerpo enorme, rotundo, que sigue habitando el territorio aunque muchos prefieran no verlo. En cuanto a la paleta, los terrosos apagados, los verdes mates y los azules profundos construyen una atmósfera de quietud, pero también de resistencia. No hay aquí fuegos de artificio ni exotismo complaciente: la técnica de Miguel Covarrubias, precisa pero estilizada, busca destilar la esencia simbólica de un mundo que se niega a desaparecer bajo la marea de la modernidad. Más que un homenaje, La mujer de Tehuantepec es un aviso. Una afirmación de que lo indígena no es un objeto de museo, sino un presente vasto y activo, imposible de ignorar. Con su sensibilidad moderna y su mirada crítica —siempre alerta frente a las simplificaciones folclóricas—, Covarrubias entrega una obra que vibra entre la pintura, la antropología y el testimonio histórico.

Hablar de Miguel Covarrubias es hablar de un creador imposible de encasillar. Nacido en Ciudad de México en 1904, niño prodigio del dibujo, a los 19 años ya estaba inmerso en el torbellino cultural de Nueva York. Allí, su trazo ágil y su mirada aguda dejaron huella en revistas como Vanity Fair, The New Yorker y Vogue, donde retrató con ironía y elegancia a los personajes más célebres de su tiempo. Reducirlo a caricaturista sería un error grosero. Covarrubias fue también un etnógrafo apasionado, un investigador riguroso de las culturas indígenas de México y del Pacífico, autor de estudios fundamentales como Island of Bali (1937), donde combina sensibilidad artística con precisión académica. Su obra respira una mezcla vibrante de humor, crítica social, rigor intelectual y una profunda lealtad a las raíces culturales de América Latina. Fallecido en 1957, Covarrubias dejó tras de sí un legado que sigue desafiando etiquetas y recordándonos que el arte, cuando es auténtico, es también un acto de memoria viva.

Deja un comentario

Copyright ©2009-2025 LaJUnglaDElasLETras