8 de diciembre de 2024
Concepto espacial, Esperas (1962/63). Lucio Fontana.

En el otoño de mil novecientos noventa y ocho visité la exposición que organizó el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en colaboración con la Fundación La Caixa y Fondazione Lucio Fontana sobre el artista italiano, nacido en Argentina y de padres italianos, Lucio Fontana (Rosario de Santa Fe, Argentina, 1899 – Varese, Italia, 1968). Lejos de ser una mera retrospectiva, esta exposición se presentó como una introspección profunda en la vida y obra de Fontana, explorando todas las facetas de su prolífica carrera. El artista, polifacético y revolucionario, se revela aquí no solo como un transgresor, sino, en mi opinión, como un auténtico visionario. Su capacidad para adelantarse a su tiempo y para imbuir su arte de una peculiar trascendencia es evidente en cada pieza expuesta. Aunque Fontana experimentó con una variedad de estilos y técnicas, todas sus obras comparten una reflexión constante sobre la temporalidad. En su búsqueda por encapsular el tiempo, el artista invirtió muchas horas de investigación sobre la desmaterialización del arte. En muchas de sus obras, lo abstracto y lo figurativo se entrelazan en una tensión constante, desafiando las convenciones y explorando nuevas dimensiones. Esta exposición, no solo celebró la obra de Fontana, sino que también ofreció una ventana única a la mente de un artista que supo ver más allá de los límites de su época, dejando una marca indeleble en la historia del arte contemporáneo.

Lucio Fontana

Lucio Fontana, además de ser un artista revolucionario, fue también un científico del arte, ferviente defensor del espacialismo. Con una pasión y un ímpetu inigualables, Fontana sostenía que el espacio, el movimiento y el tiempo poseen una relevancia igual o mayor que la perspectiva, el color o la forma. Esta filosofía se manifiesta de manera ejemplar en su obra «Concepto espacial, Esperas (1962/63)». En esta pieza, Fontana pintó el lienzo de un rojo pálido y monocromo, uniforme en su serenidad. Luego, con una cuchilla, realizó cinco cortes verticales en la tela. El resultado es una imagen de una espectacularidad y una fuerza impresionantes. Con estos cortes, Fontana no solo rompe físicamente el cuadro, sino que lo libera de su tensión inherente, permitiendo al espectador vislumbrar la infinitud del espacio al mirar a través del lienzo. Este acto de rasgar el cuadro es una declaración contundente contra el formato tradicional de la superficie plana, estirada sobre un bastidor de madera. Fontana, con un simple pero audaz gesto, rechaza las convenciones establecidas, invitándonos a reconsiderar nuestra percepción del arte y su relación con el espacio y el tiempo. La obra de Fontana no solo desafía nuestras expectativas, sino que nos ofrece una nueva dimensión de contemplación artística, reafirmando al artista como un pionero en la exploración de nuevas fronteras creativas.

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