
«Por primera vez, Julia le miró rectamente a los ojos, y repuso:
—Por nada del mundo te torturaría. «No torturar» es mi divisa.
Se bebió el whisky. Una oleada de alegría invadió su cuerpo. ¿Para qué preocuparse?
—Oye, ¿porqué has hablado de torturas? —preguntó—. La tortura no tiene nada que ver conmigo. Me he divertido mucho, muchísimo.
Julia pensó: «Intenté vivir la vida que me gustaba. Y fracasé… ¡Muy bien! Hubiera podido conseguirlo, y si así hubiera sido la gente me lamería los zapatos. Nadie me volvería la espalda. No me lo digas, déjame en paz. Si odio, lo hago con todo derecho. Y si creo que las personas son un hatajo de cerdos, permíteme que siga creyéndolo…».
—De todos modos —continuó—, creo que no pude hacer otra cosa. Me hubiera gustado comportarme con más inteligencia, esto sí, es cierto. Pero ¿tú crees que todo hubiera podido ser diferente?
El señor James apartó la vista de ella, y respondió:
—No lo sé. No soy la persona adecuada para que le hagan estas preguntas. No lo sé. Probablemente no. ¿Sabes una cosa, Julietta? La guerra me enseñó mucho.
Sorprendida, Julia dijo:
—¿De veras? ¿De veras lo crees?
—Sí. Antes de la guerra casi siempre despreciaba a la gente que no triunfaba.
Julia pensó: «¿Despreciarlos? ¿Por qué despreciarlos?». El señor James prosiguió:
—No creía en la mala suerte, y despreciaba al hombre que no tenía éxito. Pero después de la guerra ya pensaba de modo diferente. Ahora tengo una gran cantidad de amigos locos. Los llamo así, mis amigos locos.
—¿Gente que no ha salido adelante? —preguntó Julia.
—Eso. Gente que se ha hundido».
Después de dejar al señor Mackenzie (Jean Rhys, 1930)

Jean Rhys (Roseau, Dominica, 1890 – Exeter, Reino Unido, 1979), fue escritora, cuentista y novelista, pero ante todo una exploradora de las voces marginales. Inició su carrera literaria en los años veinte en Londres, tras una vida itinerante por Europa, publicando relatos cortos en revistas literarias; su primer libro, El banco izquierdo y otros relatos (1927), fue acogido con entusiasmo por la crítica. Apadrinada por Ford Madox Ford, quien la animó a escribir sus primeras novelas, Rhys desarrolló una obra marcada por la melancolía, la alienación y la condición femenina en un mundo hostil. Su reconocimiento pleno llegó con el éxito de Ancho mar de los Sargazos (1966), una reescritura del personaje de Bertha Mason en Jane Eyre, que le valió varios premios y la consagró como figura central de la literatura anglófona del siglo XX. Entre sus obras destacan: Cuarteto (1928), Después de dejar al señor Mackenzie (1930), Viaje a la oscuridad (1934) y Buenos días, medianoche (1939). Tras décadas de olvido, su redescubrimiento en los años sesenta supuso una reivindicación de su voz única, cargada de lirismo y desarraigo. Su estilo sobrio y penetrante, y su capacidad para retratar la soledad y la fragilidad humana, la colocan entre las autoras más singulares de su tiempo.
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