18 de junio de 2025

«El mejor Shakespeare nos sigue pareciendo inaprensible. Rara vez puedo encontrar las palabras lo bastante precisas para imaginar su actitud ante sus principales protagonistas. Al final supongo que comparte la apreciación de su estilo elevado de lenguaje y existencia que produce en nosotros. Ellos viven, se mueven y alientan en ámbitos que alcanzan los límites de lo humano. Antonio es tanto un Baco o Dioniso como un Hércules. El Dioniso egipcio era Osiris y Antonio muere la muerte de Hércules, esparcido en el sparagmos de Dioniso-Osiris. Isis era la Afrodita o Venus egipcia, una figura encarnada en Cleopatra, que recoge los miembros de Osiris para que resucite. Aunque, cuando muere, Cleopatra tenga finalmente la visión de un reencuentro con Antonio en los Campos Elíseos, ¿quedamos convencidos?
A lo largo de mi vida he reflexionado sobre el perspectivismo de Shakespeare y me pregunto si alguna vez llegaré a entenderlo. Su increíble alcance y ágil «ver-lo-otro» (por llamarlo así) me llevan de nuevo a reparar en que no puedo salir de él. Todos nosotros nos hallamos dentro de su benigna contención. El milagro de su Rosalinda en Como gustéis consiste en que su claridad y temperamento normativo nos impiden felizmente cualquier perspectiva irónica que buscásemos para ganar poder sobre ella. El ámbito de su mundo es ella misma.
Es evidente que Shakespeare nos permite numerosas perspectivas irónicas respecto a Cleopatra y Antonio. Podemos ver lo que ellos no pueden, pero este privilegio no rebaja su compartida apreciación recíproca. ¿Es esa estima mutua una forma sublime de amor o se trata de dos potentados que buscan su reflejo en los ojos del otro?».

Cleopatra: Soy fuego y aire (Harold Bloom, 2017)

Harold Bloom nació el 11 de julio de 1930 en Nueva York, en el barrio del Bronx, dentro de una familia de inmigrantes judíos procedentes de Europa del Este. Su lengua materna fue el yídish, y no aprendió inglés hasta los cinco años. Desde muy joven mostró una memoria prodigiosa y un amor desmesurado por los libros, en especial por la poesía. Durante su infancia, pasaba horas leyendo a Shakespeare, Blake y Shelley, autores que marcarían profundamente su visión de la literatura. Estudió en la Universidad de Cornell y luego en Yale, donde desarrolló su carrera académica y donde comenzaría a moldear una nueva forma de leer y pensar la literatura. En 1959 publicó su primer libro, Shelley’s Mythmaking, con el que empezó a hacerse un nombre dentro del mundo de la crítica. A partir de entonces, su obra creció en volumen e influencia, abordando con pasión temas como la interpretación de los textos, el poder de la imaginación y la figura del genio literario. En 1973 lanzó La ansiedad de la influencia, quizá su obra más conocida, en la que proponía que todo escritor vive bajo la sombra de sus predecesores, luchando contra ellos para encontrar una voz propia. Esta idea se convirtió en un eje central de su pensamiento. Durante las siguientes décadas, Bloom publicó títulos fundamentales como A Map of Misreading, El libro de J, El canon occidental y Shakespeare: La invención de lo humano. En este último, sostuvo que fue Shakespeare quien inventó la manera moderna de concebir la personalidad humana. A lo largo de su carrera, Bloom fue una figura tan admirada como polémica. Defendió con firmeza la autonomía estética de la literatura y criticó con dureza las corrientes que, según él, reducían los libros a simples herramientas políticas o ideológicas. Su estilo provocador y su defensa apasionada de ciertos autores —como Dante, Cervantes, Emily Dickinson o Whitman— lo convirtieron en una voz singular dentro del mundo académico. Además de ser profesor en Yale durante más de seis décadas, enseñó también en Harvard y en la Universidad de Nueva York. Fue galardonado con numerosos premios, entre ellos el MacArthur Fellowship y el Premio Internacional de Catalunya. A pesar de las críticas, nunca dejó de escribir ni de leer; su vida giraba completamente en torno a los libros. Harold Bloom falleció el 14 de octubre de 2019 en New Haven, Connecticut, a los 89 años. Su legado, lleno de pasión, controversia y erudición, continúa inspirando a lectores, escritores y críticos. Fue, ante todo, un lector incansable que creyó en el poder transformador de la literatura, y que dedicó su vida a defender su misterio y su belleza.

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