
«En la habitación reinaba el silencio, y eso disparó sus pensamientos; de repente había calma. Su padre y su madre yacían bajo tierra, parda como las reliquias de santos, las ropas del entierro se estaban pudriendo. Tenía treinta y dos años y estaba solo en el mundo. Sueños y trabajo.
¿He dicho que era un hombre de talento menor? Había nacido después de una guerra y antes de otra, en 1928, de hecho, un año de crisis, un año en la senda del siglo. Había nacido sin tener en cuenta la época, como todo el mundo; el hospital ya no existe, el médico se ha jubilado, se ha trasladado al sur.
Creía en la grandeza. Creía en ella como en una virtud, como si pudiese alcanzarla. Era sensible a las vidas que poseían, por debajo de la superficie, como una roca o una sombra enormes, una gloria que sería descubierta, que afloraría algún día. Tenía buen ojo y un criterio justo para apreciar la valía del trabajo ajeno. Por el suyo propio profesaba un moderado respeto. En su fe, en lo más profundo de sus ilusiones, estaba la estructura que aparecería en las fotografías de su tiempo, el edificio célebre que él había creado y que nada, ni la crítica, ni la envidia, ni la demolición siquiera, podría alterar ».
Años Luz (James Salter, 1975)

James Salter (Nueva York, 1925 – Sag Harbor, 2015) fue un novelista, cuentista y guionista estadounidense. Estudió en la academia militar de West Point y sirvió como piloto de combate durante la Guerra de Corea, experiencia que inspiró su primera novela, The Hunters (1957). Su obra se caracteriza por una prosa depurada y elegante, con especial atención a las emociones contenidas y la sensualidad. Entre sus novelas más destacadas figuran Juego y distracción (1967), ambientada en la Francia rural y considerada su obra maestra, Años luz (1975), sobre el desgaste de un matrimonio, y Todo lo que hay (2013), su testamento literario. En el relato breve alcanzó gran reconocimiento con Last Night (2005). También escribió memorias bajo el título Quemar los días (1997), en las que repasa su vida con el mismo estilo sobrio y meditativo que caracteriza su ficción. Pese a no haber gozado de éxito masivo, es considerado uno de los grandes estilistas de la literatura norteamericana del siglo XX.
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