
Hans Bellmer nació en el seno de una familia burguesa en Katowice (Polonia), en 1902. Su padre, ingeniero y afiliado al partido nazi desde 1933, deseaba que todos sus hijos estudiaran la misma carrera que él estudió y que simpatizaran también con el partido nazi y su idiosincrasia, algo que no consiguió con el pequeño Bellmer.

En 1920 un jovencísimo Hans Bellmer abandonaría los estudios de ingeniería, para dedicarse al arte, su pasión; en 1924 se consagraría de una vez por todas a la pintura; en 1937 fue “degenerado” por el III Reich en la exposición Entartete Kunst (arte degenerado) que inauguró el propio Hitler, y donde se expusieron obras de Pablo Picasso, Eduard Munch, Paul Klee, Van Gogh, Marc Chagall, Kandinsky, Max Ernst, Otto Dix, y las del propio Bellmer , entre otros muchos.
Hechos biográficos e históricos aparte (tuvo una vida muy azarosa, escapó por los pelos de los nazis, estuvo en la Resistencia, etc.), el artista es conocido por sus “Muñecas”, una serie de maniquíes femeninos articulados a las que fotografió adoptando poses en diferentes escenarios, de inquietante fetichismo y sensualidad (publicadas las fotografías en la revista Minotaure en 1935, estas “Muñecas” eran en realidad la denuncia del artista contra el régimen nazi, contra el culto al cuerpo perfecto que proclamaban desde la Alemania nazi); también es conocido por sus dibujos y litografías ejecutados con una precisión técnica que roza la perfección.
Si hay un lienzo emblemático en el catálogo del artista este es “La peonza” (“The Spinning Top”). Este cuadro describe como ningún otro el movimiento, la templanza de ese movimiento: las imágenes distorsionadas, fantasmagóricas, emergen del subconsciente del artista como fantasmas de un miedo latente. La figura tiene forma femenina, una silueta sinuosa y huesuda que da vueltas sobre una peonza que agarra con una mano esquelética. Esta obra la reelaboró Bellmer durante años y no la firmó hasta que un comprador en 1956 se hizo con ella. “La peonza” era el boceto de una escultura que nunca realizó, es sin duda una de las imágenes más perturbadoras del artista, simboliza a la mujer como rotor de la locura en los hombres, contendiendo la cordura: la mujer hace girar el corazón y la cabeza de los hombres, desafiando la gravedad.

El motivo central de casi toda la obra de Bellmer fue el cuerpo femenino, un cuerpo a menudo obsesivamente erótico.
De Cebrián e Illescas