Si alguno de vosotros sois de los lectores que no se saltan los preámbulos, comiencen con este libro por el breve prólogo de Nina Simone. Luego prescindan o no de los agradecimientos y del prefacio de Dave Marsh, e incluso de esta misma reseña, pero no se les ocurra no sentarse a devorar esta maravillosa obra con la atención que se merece. Es posible que, como ocurre con otras tantas autobiografías de estrellas del mundo del espectáculo, la desconfianza o la pereza sobrevuele sobre vuestras cabezas. No, amigos, tranquilos, estamos ante un libro sobrecogedoramente adictivo y en esencia (y en apariencia) totalmente sincero. Sin pretensiones literarias ni cuentistas.
Eunice Kathleen Waymon (Tryon, Estados Unidos, 1933-2003, Carry-le-Rouet, Francia) ya sabía desde los tres añitos que su vida iba encaminada de una u otra manera a la música. Aunque su mayor anhelo fue convertirse en la primera gran pianista de color de música clásica, pronto tuvo que torcer su carrera musical por otros derroteros… y a Dios gracias, por lo que a mí respecta. Nina Simone, el sobrenombre que la hizo inmortal, lo adoptó en 1954: Nina por la pronunciación de “niña” en castellano por un angloparlante (era el mote cariñoso que le puso un antiguo novio), y Simone por su admirada Simone Signoret, la actriz francesa que interpretó la película Casque d’or.
Nacida en plena Gran Depresión, en un pequeño pueblo de Carolina del Norte, a Nina se le dio desde muy tierna edad el peso del cuidado de los suyos. Un padre cariñoso, buena persona, que cae enfermo, una madre a la que le preocupa cada vez más el decoro y la religión (en su matiz más riguroso), y un deseo irrefrenable por destacar y progresar en la música clásica hacen de esta joven una prometedora soñadora. Arrancó su carrera musical tocando en numerosas Iglesias, casi sin descanso, o dando clases de piano, cogió carrerilla cantando y tocando en los “infiernos” de Atlantic City, como sostenía su madre que eran esos “tugurios”, lugares donde el público terminó por rendírsele a los pies, en su mayoría estudiantes universitarios, y despegó por fin en Nueva York, gracias a la grabación de su versión de Love you, Porgy… A partir de ahí comenzó todo…
Este libro nos revela a una Nina Simone dentro y fuera de los escenarios, una variedad de confidencia sui generis. No todo lo que se le presupone a una artista de su talla es oro fino, casi siempre el oropel contiene más latón que oro, y en el caso de la activista y disconforme Eunice Kathleen Waymon, el latón le sirvió para dar más lustre al oro que llevaba dentro. Grabó lo que quiso. Luchó por lo que creyó y lo hizo sin derramar una sola gota de hipocresía. Quizá por ello nunca llegó a ser comprendida del todo (y me atrevería a decir reconocida) por gran parte de la industria musical de su época.
Hay que leer este libro para entender qué significa la grandeza.
Gracias al productor de cine Stephen Cleary, quien hace de confidente y escriba de la artista, podemos disfrutar de la experiencia vital de la considerada por muchos Suma Sacerdotisa del Soul. Treinta años le llevó a Eunice K. Waymon plasmar en este libro sus memorias, y otros tantos tardó en publicarse en castellano. Hoy debemos dar gracias a Libros del Kultrum por rescatar del olvido a esta maravillosa confesión de Nina Simone. ¡Qué no pare la música!
José Antonio Castro Cebrián
VÍCTIMA DE MI HECHIZO —MEMORIAS DE NINA SIMONE— de Eunice K. Waymon / Colabora: Stephen Cleary / Traductor: Eduardo Hojman / Editorial: Libros del Kultrum / Género: Biografía / 273 páginas / ISBN: 9788494938313 / 2018