A veces me avergüenzo un poquito al descubrir tan tardíamente a un autor o autora como ha sido el caso de Margaret Atwood. Sencillamente porque estaba en otra etapa de apetencias literarias, porque la historia que prometía no me llamaba la atención o porque, sencillamente, no tenía referencias suficientes dentro de mi diminuto círculo de amigos lectores.
A veces doy las gracias por haberlos descubierto a tiempo, por tener quienes, en base a sus gustos afines, comprendan mis necesidades y sean tan amables de dedicar unas palabras para insuflar el ánimo de leer obras como esta, pero, más concretamente, a la madre que la parió.
Alias Grace no es que haya sido la lectura del año, pero el descubrimiento de la prosa de Atwood ha hecho que la valore especialmente, mucho más que la novela en sí, a la que, por supuesto, no pretendo restarle mérito alguno. La trama es interesante, más aún a sabiendas de que está basada en un hecho real y que la ficción está entrelazada magistralmente con esa realidad para dotar a la novela de una naturalidad sublime, nada abrupta y totalmente coherente.
No hay nada en Alias Grace que se pueda desdeñar, salvo los gustos del propio lector por este tipo de historias, como es mi caso, que puede restar no valor sino ánimo lector y deseos de afrontarla con tanto interés como las de otro tipo de género. En mi caso me enganchó más el estilo y la prosa de Margaret Atwood que la propia historia, narrada en primera persona por varias voces. Con la intención de darle una perspectiva coral a un suceso especialmente sonado durante la primera mitad del siglo XIX en Canadá, la autora se permite además, sumar a la narrativa convencional extractos de periódicos y revistas de la época, así como extractos de la correspondencia entre algunos de sus personajes. El conjunto le confiere una perspectiva interesante y más objetiva sobre el suceso, pasando por alto todos aquellos elementos que la escritora se ha permitido tomar prestados de la ficción para atar los cabos necesarios para hilar convenientemente su historia.
Si bien posee un punto sobrenatural o fantástico, es tan sutil e ínfimo, y está introducido de forma tan natural, que se puede prestar a todo tipo de interpretaciones por parte del lector pudiéndosele atribuir incluso un carácter científico o psicológico. Sea como fuere, no altera el curso de la historia ni menosprecia el carácter de los personajes.
Quizá hay un par de aspectos que no me han terminado de cuajar sobre la trama y algún que otro personaje, para el cual no acabo de entender su motivación, pero eso le da la apariencia de humanidad y realidad precisas para que la historia gire sin atender a razones que la vida misma, por otro lado, nunca se molesta en explicar y no hay que olvidar que se trata de un suceso con base real, documentado y novelado.
Al respecto de la documentación, por cierto, hay que alabar el trabajo de Margaret Atwood pues ha conseguido recrear una época en detalles tan minúsculos que pareciera que la autora tenga en posesión alguna suerte de máquina del tiempo. En Alias Grace no sólo ha sabido exponer una moda característica, un comportamiento o un lenguaje, sino que ha ido más allá y ha compuesto una melodía de pequeñas cosas, íntimas, domésticas, cotidianas, que le confieren una cercanía brillante y la dota de una viveza soberbia. Así que puedo decir que me ha gustado mucho conocer a Margaret Atwood y, como no, empezar a leerla, aun no sea por la más aclamada de sus obras.
Víctor Morata Cortado
ALIAS GRACE de Margaret Atwood / Título original: ALIAS GRACE / Traducción: María Antonia Menini Pagès / Editorial: Salamandra / Colección: Narrativa / Género: Novela / 528 páginas / ISBN: 9788498388176 / 2018
Buen análisis ! También la descubrí tarde ( no me explicó la razón ) Considero que es una brillante escritora merecedora del Nobel. Abrazos
Me gustaMe gusta
Casualmente vi el otro día una adaptación a la pequeña pantalla de la historia hace poco y al buscar el libro vi de que autora se trataba. La historia según la adaptación pinta interesante y supongo que el libro tendrá ese toque extra que tienen todos.
Me gustaMe gusta