William Faulkner (New Albany, Misisipi, EE.UU., 1897 – Byhalia, Misisipi, EE.UU., 1962) es uno de esos autores que cualquier lector que afirme amar la literatura en mayúsculas debe leer. La literatura del premio nobel (1949) es una caótica amalgama atemporal de sensaciones y sentimientos, donde el propio mundo faulkneriano parece dictar sus tempos a la velocidad de una tortuga. Inspirador para muchísimos otros autores posteriores, el poeta y novelista norteamericano dejó un legado difícilmente superable por su autenticidad; la época que le tocó vivir jugó un papel determinante en su manera de concebir la literatura, la derrota y la indolencia que llegó a ver en su tierra natal la trasladó de una manera inequívoca a sus escritos. Claro ejemplo de ello, por poner uno muy representativo, sería la influencia que tuvo en García Márquez para crear su Macondo el condado de Yoknapatawpha y el pueblo imaginario de Jefferson que Faulkner creó para varias de sus novelas.
El ruido y la furia que presenta Alianza editorial, con la magnífica traducción de Mariano Antolín Rato, se divide en cuatro capítulos y un apéndice, cada uno de los capítulos corresponde a un día concreto en la vida de uno de los miembros de los hermanos Compson y de su criada negra. El primero de los capítulos, fechado el siete de abril de mil novecientos veintiocho lo dedica al benjamín, Benjy, el idiota de la familia, que aunque cumple 33 años, Faulkner le hace hablar con la perspectiva de un niño de no más de cinco años debido al retraso mental que sufre. Simplemente, una genialidad. El segundo de los capítulos está fechado el dos de junio de mil novecientos diez, aquí se nos presenta interiormente a Quentin, el más introvertido y para mí el más rico intelectualmente de los hermanos Compson; cada conflicto interior del bueno de Quentin, Faulkner lo dimensiona a sus vértices más metafísicos, aspecto que hace de este capítulo quizá el más complicado de seguir. El tercero de los capítulos corresponde al día anterior al cumpleaños de Benjy, el seis de abril de mil novecientos veintiocho, y se nos dibuja a Jason, el malo de los hermanos, un egoísta, egocéntrico, amoral y grotesco ser. Aquí Faulkner abandona el estilo cuasi-filosófico de los anteriores capítulos y cambia a un registro mucho más suave y menos contencioso. El último de los capítulos se data el día después del cumpleaños de Benjy, y es el dedicado a la criada negra de la hacienda, la dulce Dilsey, una mujer nacida para servir a sus señores, una mujer incitada por su Iglesia a sacrificarse por y para los blancos, sumisa pero que a la vez es capaz de sustituir en sus funciones a la matriarca enferma. Faulkner retrata, magistralmente otra vez, el racismo sureño de la época. En el apéndice el autor nos traza la genealogía de la familia Compson, desentrañándonos de alguna manera la decadencia y la tragedia que sufre la familia.
Yo pediría paciencia a todo aquel que quiera aventurarse a la lectura de esta obra y en un primer momento se le atragante. La estructura argumental, y el estilo, sobre todo en los primeros dos capítulos, es muy vanguardista por decirlo de alguna manera, incluso hoy, casi noventa años después de su creación, pero la lectura merece la pena, y mucho. Créanme.
EL RUIDO Y LA FURIA de William Faulkner / Traductor: Mariano Antolín Rato / Editorial: Alianza / Género: Narrativa / 391 páginas / ISBN: 9788420675756 / 2015
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