«Un grupo de legionarios fieles a Julio César se hacen pasar por alimañeros y se ofrecen a una tribu de la ancestral Galicia para acabar con los lobos que están mermando sus ganados. Quieren hacerse con su favor y que les desvelen la ubicación de las míticas minas de oro. De dichas vetas, el amo de Roma extraerá el metal precioso con el que someterá al Senado. Pero al dar muerte a una loba embarazada, el último macho sobreviviente, un astuto, viejo y enorme lobo, perseguirá a estos en su viaje hasta Roma para cobrarse su venganza y truncar los planes secretos de Julio César.»
Hace muchos años, filosofando con una gran amiga sobre escritores de ficción, llegamos a la conclusión de que estos se podrían clasificar (o por lo menos separar) en dos grandes grupos: los escritores que cuentan historias, y los escritores que viven las historias que cuentan. De los primeros, los buenos narradores hacen que huyamos de la realidad con una facilidad asombrosa, y nos divierten. De los segundos, coincidimos mi amiga y yo que son los más escasos, los buenos son capaces de hacer que afloren sentimientos de lo más hondo de nuestro ser sin que nos demos cuenta, consiguen que esa emoción del escritor traspase sus palabras.
Con Francisco Narla (Lugo, 1978) tengo un problema. No sé donde ubicarlo. Para mí Narla es sobre todo un escritor que cuenta historias, pero es obvio que también las vive. He leído todas las novelas del escritor gallego excepto Ronin; Narla ha experimentado con varios géneros y el estilo lo ha ido puliendo con el paso de los años. Assur me gustó, ¡y mucho! Caja negra… bueno, no es un “thriller magistral” como lo vendieron, pero cumplía la función de entretener. Yo, al contrario que la mayoría de sus seguidores, diría que su mejor libro fue el primero, Los lobos del centeno, un asfixiante relato de terror ambientado en su Galicia natal. Es este Narla, el de su primera novela el que a mí me gusta, el que de verdad creo, y el que más siento como escritor de calidad.
Donde aúllan las colinas en realidad es un cuento. No sé si la intención del autor al escribirla fue la de hacer una alegoría sobre la pérdida, o sobre la venganza. La sensación que tengo es que Narla quiso contar una historia donde el lobo, personaje gallego donde los haya, representara al aguerrido héroe que lucha contra los injustos y crueles villanos, romanos en este caso. ¿Una excusa? Cierto es que lo de utilizar animales como héroes en las historias no es algo original ni revolucionario, ¿y qué lo es en literatura?, hay muchas novelas donde se personifican animales, o donde los protagonistas son animales, pero hay que reconocer que en este libro Narla utiliza muy bien el tempo narrativo y las voces en tercera persona para dar veracidad a la trama, al lobo.
Donde aúllan las colinas me ha hecho recordar ese primer libro de Narla del que antes hablé, Los lobos del centeno. He encontrado muchas similitudes con el estilo narrativo de aquel novelista que tanto me sorprendió. Palabras justas, frases elegantes, descripciones detalladas y un tempo pausado, muy gallego. Es cierto que a veces el lenguaje que utiliza el escritor puede resultar un poco recargado, pero eso es parte de su peculiaridad. Le hace desmarcarse de otros autores. Le hace diferente.
Donde aúllan las colinas es una novela con espíritu de cuento.
DONDE AÚLLAN LAS COLINAS de Francisco Narla / Editorial: Planeta / Género: Narrativa / 256 páginas / ISBN: 9788408141013 / 2016