Las inglesas

Gonzalo Calcedo (Palencia, 1961) es un autor con un estilo muy definido, bastante reconocible. Decir que sus textos nos muestran a un cuentista legítimo podría ser tomado por algunos como una falta de respeto hacia otros escritores de ese mismo género. Decir que los recursos narrativos que despliega Calcedo en sus textos son los propios de un prestidigitador de las letras podría ser tomado por otros tantos como una muestra de adulación innecesaria. Por ello, y solo por ello, diré que el escritor palentino es un escritor honesto con su literatura, aunque sea capaz de dejar al propio lector con la labor de finiquitar alguna de las historias que cuenta, allá en la privacidad de su propia imaginación. Un escritor bastante peculiar…

En “Las inglesas” nueve cuentos en primera persona, todos ellos protagonizados por adolescentes, nos muestra el sencillo acontecer del paso del tiempo, del crecer, del toparse con la madurez de improviso. Nueve cuentos donde nunca se moraliza, donde nunca tendremos la sensación de que los tiempos pasados fueron mejores, donde el acontecer de la experiencia es el timón de la vida, de lo vivido.

La sociedad en el libro de Calcedo es un protagonista más en el relato, es el malo de la película. Como casi siempre ocurre con los adolescentes: el mundo se equivoca… Los personajes de cada uno de los relatos tienen sueños que cumplir, buscan el amor, se sienten solos, incomprendidos, pero es en esta sociedad, la mala de la película, donde tienen que buscar su identidad, una identidad que no siempre encaja en esa sociedad.

De todos los relatos voy a destacar a dos, al que abre la obra: Tesoros, y al que la cierra: Las inglesas. El primero de ellos una maravillosa alegoría sobre el descubrimiento de la sexualidad y el segundo sobre la libertad…

Miguel Delibes tenía la capacidad de escribir textos sobrios con una estructura y una musicalidad casi perfecta. Era único en ello. Quizá Gonzalo Calcedo sea uno de los pocos autores contemporáneos en lengua castellana que haya leído yo, que pueda presumir de aproximarse a la capacidad estructural y narrativa del inmortal Delibes.

Jesús Cuenca Torres