Llámame Brooklyn

Llámame Brooklyn - Eduardo LagoNo me ha cogido en el mejor momento para rematar la lectura de este libro en el que la muerte rezuma por casi todas las páginas como si de un obituario de tamañas dimensiones se tratara. Un obituario que es a la vez un drama venenoso y lento, que se consume como la ceniza de un cigarrillo o la llama de una cerilla. Una necrológica extensa y extendida más allá de lo aconsejable que ahonda en la melancolía de lo imposible, del amor perdido y de las esperanzas rotas. No. No es buen momento recrearse en palabras como las de Llámame Brooklyn en estos momentos en los que el cuerpo de un buen amigo recién acaba de encontrar su nuevo hogar bajo tierra. La obra de Eduardo Lago es, además, un juego de muñecas rusas en el que una historia fagocita a la otra y esa otra descubre otras nuevas. Néstor es quien media como narrador forzoso de la historia de su amigo Gal Ackerman, el cual no duda en tomar la palabra con sus propios textos cuando así lo requiere la narración. Néstor Oliver-Chapman es periodista y Gal, su amigo, le hace prometer que acabará su novela, un texto autobiográfico y desestructurado en cientos de páginas y documentos, que lleva por nombre el título de la hija que siempre quiso tener con un antiguo amor: Brooklyn. En la prosa de Lago se aprecia lo arduo de tamaña tarea, las dificultades para encontrar un nexo adecuado y unir esos pedazos que deja Ackerman, un escritor freelance con sede casi permanente en el Oakland, un bar que regenta Frank Otero y que también tendrá su papel en esta historia. Reside en las páginas de Llámame Brooklyn un entramado complejo que no termina de cobrar forma si no es al final, cuando ya casi todos los legajos han sido leídos y sumados al conjunto, al todo que componen esos retazos de la vida de Gal Ackerman. Lago nos lleva más allá del pasado de Gal hasta las raíces de las que surge su familia, conectando y justificando la pasión del protagonista por lo español. Y es que ese sentimiento patrio por una España que casi nadie conoce pero cuyo idioma hablan casi todos los personajes de esta novela, se manifiesta como un nexo fuerte entre todos los que visitan el Oakland. Sus contertulios son americaniards, que viene a ser algo así como españoles americanizados o adaptados por completo a las costumbres estadounidenses, y algunos de ellos no han conocido el lugar que les da el idioma, pero lo conservan como si fuese uno de los más importantes legados de sus vidas. El mismo autor abandonó España para ubicar su residencia en Nueva York hace ya varias décadas y tal vez sea por eso que en estas páginas se refleja ese sentir, tal vez derivado del suyo propio y de lo que ha podido apreciar en sus semejantes españoles residentes en los Estados Unidos. Lo infiero por eso de que siempre hay algo de sus vidas que los escritores dejan reflejado en sus obras. A mí me ha gustado la novela, aunque a veces se me hizo cuesta arriba con las rupturas del hilo narrativo para introducir cuentos, anotaciones de diario, emails u otros textos. Eso sí, uno se queda un poco vacío cuando la termina. Yo lo atribuyo a mi circunstancia personal y que sirva esto para invitar a otros a que descubran la obra por sí mismos y saquen sus propias conclusiones libres de estas palabras, hoy más afectadas de lo habitual.   

Víctor Morata Cortado

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LLÁMAME BROOKLYN de Eduardo Lago / Editorial: Malpaso / Género: Novela / 400 páginas / ISBN: 9788416420636 / 2016

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