Entrar al Dickens de la mano de J. R. Moehringer es un hito que bien merece la pena. Incluso cuando el Dickens deja de llamarse así y se convierte en el Publicans. Nada cambia excepto la vida. El bar de las grandes esperanzas es uno de esos libros que no terminaban de llamarme la atención hasta que comencé a leerlo. Al hacerlo, no sabía muy bien si se trataba de una novela o un ensayo autobiográfico; a veces, hay poca diferencia entre ambos y, tal vez, contiene un poco de los dos. El tono narrativo sabe más a novela que a ensayo, pero ahí están los datos y sus protagonistas: gente de carne y hueso que existe o existió y que vivieron una de las etapas más importantes del autor, si no la que más. En los hombres que frecuentaban el Dickens, JR encontró el referente masculino que siempre le faltó tras –y a causa de– la separación de sus padres. En ellos se forja un ideal a seguir y también, en torno a ellos, crea una ilusión que, poco a poco, va cobrando forma a medida que el relato crece.
En ocasiones, uno llega a las palabras necesitado de algo más que una simple lectura. Va buscando una historia que le llegue, que contenga una inspiración que le motive a seguir adelante con alguno de esos retos frustrados o una moraleja que le de fuerzas para recuperar la energía emocional. Si este libro destaca por algo, puede que sea porque contiene, en esencia, un mensaje de superación que, sin ser grandilocuente ni hablar de una «gran» historia, toca el corazoncito y abre los ojos ante la posibilidad de lo imposible. Siempre desde la óptica del autor, desde su tendencia al pesimismo y, por otra parte, su persistencia. Sus altibajos son los de todo el mundo. Sus divagaciones también están presentes en la mayoría de nosotros. Sus miedos en torno al futuro y sus fijaciones con respecto al amor. Sí, tiene razón. Siempre hay una Daisy en nuestras vidas, pero no siempre se trata de una mujer.
J. R. Moehringer no tiene una vida fácil, pero tampoco excesivamente difícil. Es una vida normal. Con sus pros y sus contras, con más pobreza que riqueza, pero con más oportunidades que la de muchos. Su paso por el relato se justifica, al igual que el de todos los «personajes», con la existencia del Dickens, un bar de una aldea de Nueva York llamada Manhasset y que se encuentra dentro de North Hempstead. Todos esos actores giran alrededor del bar y todos tienen su historia que, como en la propia vida, aparece velada y filtrada por las percepciones subjetivas del escritor y por la exposición objetiva de cada uno de los momentos que se registran en la obra. Esos instantes en que la vida de JR se cruza con la de los clientes y camareros del bar son los que configuran en mayor medida el grueso de la historia que los une a todos. Es la historia del bar y todos los demás no son más que testigos, meros figurantes. Así mismo, El bar de las grandes esperanzas es un libro que habla sobre la escritura del propio libro y de cómo, casi desde el comienzo, el autor vive obsesionado con la idea de escribirlo, anotando en servilletas y en un cuaderno conversaciones e ideas a resultas de sus visitas y borracheras. Pero no es la obsesión por el libro, sino la que tiene por el bar y sus «habitantes» –a los que admira desde el primer día y, entre los cuales, se encuentra su tío Charlie, una versión de Humphrey Bogart adaptada a sus formas y su ofrecimiento al mundo más que a su aspecto– lo que le mueve a formar parte de su fauna y querer ser uno más de la cuadrilla de bebedores habituales del Dickens/Publicans.
Quienes aparecen en el bar lo hacen siempre con un lastre, con un peso sobre los hombros o con una dependencia al alcohol u otras sustancias más sutiles y etéreas como la amistad, la fraternidad o la camaradería. Todos ellos, como apunta JR al comienzo, parecen cargar con algo muy pesado antes de entrar al Dickens y, todos ellos, parecen haberse deshecho de ese peso cuando lo abandonan camino de nuevo a sus vidas. Se bromea con el consumo, a veces –muchas–, excesivo del alcohol, con las caídas y las pérdidas de conocimiento, pero, lejos de contener en sus páginas una oda al alcoholismo, El bar de las grandes esperanzas es un homenaje a los bares como ágora moderna, un punto de encuentro donde el afecto entre hombres o la amistad no tiene más connotaciones que esas. Un homenaje a esos lugares en los que se desata la sinceridad y se relajan las tensiones, donde el camarero se convierte en terapeuta provisional y los clientes en pacientes de una particular terapia de grupo. En su barra se gestan negocios, relaciones, amores, batallas, historias, decepciones y, por supuesto, borracheras y problemas, en ocasiones retroalimentados las unas por los otros y viceversa.
Moehringer fue galardonado en el año 2000 con el Premio Pulitzer por un reportaje publicado en Los Angeles Times sobre la comunidad afroamericana de Boykin, Albama. Pero no fue este premio el que lo llevó a colaborar en Open, las «Memorias» del tenista Andre Agassi (Duomo Ediciones, 2014); éste le pidió ayuda tras leer The Tender Bar, El bar de las grandes esperanzas, este libro, tras su publicación en 2005. Todo esto para justificar que lo que tenemos ante nosotros es la palabra de un escritor que me pareció que atrapaba desde el comienzo, sin asfixiar el tiempo ni ahogar al lector en esa ansia, a veces malsana, por coger el libro y devorarlo. Moehringer trata la historia, su propia historia, con mesura, sin arrebato, dejando que crezcamos con él, que nos inmiscuyamos en sus asuntos y nos emocionemos mientras nos suben los grados apostados a la barra de «su bar». Llega un momento en que, verdaderamente, uno siente que está allí, acodado en la barra, sentado en uno de sus taburetes, oyendo las conversaciones entre Dalton y Poli Bob, o entre cualquiera de los otros y tío Charlie, mientras éste trapichea, hace sus apuestas o deja caer alguna de sus perlas de sabiduría popular. No olvidaremos la sonrisa de gato de Chessire de Steve ni el lirismo patente de Dalton, ni la curiosa forma de hablar de Bobo o la tristeza enquistada en los ojos de Poli Bob. No son los únicos que nos dejarán huella. En todas las historias que hay detrás de cada nombre –real o camuflado– se palpa la necesidad de sus dueños por estar allí y escapar de su rutina, de su «carga particular», para respirar el ambiente de ese bar de Manhasset y nutrirse de su alcohol, su euforia y su camaradería. Quienes hemos estado tras una barra sabemos que un cliente no siempre viene buscando alcohol, a veces, eso es sólo la excusa, buscan compañía, distracción. El bar de las grandes esperanzas resulta una lectura, ante todo, entrañable. A mí, particularmente, me gustó más la forma que el fondo, pero me pareció una muy buena lectura. Mejor de lo que esperaba.
Víctor Morata Cortado
EL BAR DE LAS GRANDES ESPERANZAS de J. R. Moehringer / Título original: THE TENDER BAR / Traducción: Juanjo Estrella / Editorial: Duomo Ediciones / Colección: Nefelibata / Género: Novela / 464 páginas / ISBN: 9788416261017 / 2015
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