En cinco minutos levántate María

Quien ya haya leído anteriormente a Pablo Ramos (Avellaneda, Buenos Aires, Argentina,1966) no le costará reconocer al escritor fiero que desgrana con cierta desgarradora “desgana” los sentimientos y conciencia de sus personajes. Encontrará de nuevo la poesía encubierta en los escenarios, en la trama, en la subjetiva reflexión que se lee entre líneas y en la objetiva pasividad de los silencios que nunca se suceden a lo largo de la historia que cuenta. Quien nunca lo haya leído terminará encantado, a parte de por lo que anteriormente he referido, también por la facilidad que tiene este bonaerense para hacernos reflexionar sobre las relaciones, en mayúsculas, esas que verdaderamente importan, las cotidianas, las cercanas.

“En cinco minutos levántate María” encontramos a la madre de Gabriel (protagonista en La ley de la ferocidad), una mujer a las puertas de la vejez, sufridora, madre y esposa a quien la fortuna le otorgó unos hijos impresentables y un marido violento e insensible. Un día María decide, por su propio bien, antes de levantarse de la cama, quizá para poder afrontar un día más de penosa existencia, que debe viajar mediante un monólogo vital a su infancia, a los orígenes de su propia vida, desentrañar el misterio que envuelve a su apellido, un apellido de tintes nobles que desentona de una manera visceral con su procedencia humilde.

Es este punto de partida, con lo que Pablo Ramos construye el universo de María, un universo donde las relaciones conyugales y familiares confluyen hacia otro más impersonal e intemporal: el de los momentos perdidos que nunca debieron ocurrir y los momentos robados que se dejaron escapar. María es consciente, o a lo mejor no lo es y no lo sabe, de que la vida ya no se puede recuperar, o dicho de otra manera, de que la vida no da segundas oportunidades a quien no las busca. Por eso María debe despertar y reconocerse, por eso María debe hacer recuento de lo que fue el ayer y de lo que nunca será el mañana.

Cinco minutos, probado queda con esta novela, son tanto suficientes para evocar con el alma desnuda toda una vida de pesares y alientos, en este caso la de María; cinco minutos más que suficientes para que otros, espectadores al acecho, “escuchen”, “miren”, “roben” unas remembranzas que quizá, solo quizá, puedan ayudarles a construir y mejorar las suyas propias en un futuro.

Entrañable y desgarradora.

Jesús Cuenca Torres