Han pasado dos días y aún resuenan en Europa los tambores de guerra.
Esos desalmados que han teñido de sangre las calles de París, ¿de qué color veían el cielo? ¿Acaso no lo sentían tan azul como el mío? No logro entender esta guerra. Esta guerra de entendimientos, de convencimientos, esta guerra de fundamentalismos. También me duele creer en una Europa limpia de culpa.
Ayer tuve miedo de que unos inhumanos barbilampiños, kalashnikov en mano, irrumpieran en mi casa para matarme, hoy el miedo es por esas decenas de miles de personas que se apiñan en las fronteras del Paraíso, obligadas a huir del horror. Miedo por no entender que ellos también son víctimas del absurdo.
Tambores de guerra.
La mejor de las «armas» posible contra el fundamentalismo, contra cualquier tipo de fundamentalismo, es la EDUCACIÓN y la TOLERANCIA.
Resuenan tambores de guerra en Europa.
Yo siempre diré no a la guerra. No al terrorismo. No a la violencia. No al absurdo.
José Antonio Castro Cebrián
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