No me ruboriza afirmar que soy un buen lector. Voraz a veces y selectivo en cuanto a la calidad o eso intento aunque, ya se sabe, hay ocasiones en las que no se puede saber el resultado hasta que se abre el melón. Dentro de mis prioridades literarias nunca ha estado la poesía. No sé si por los errores-horrores que nuestro sistema educativo cometía a la hora de intentar inculcarnos en lugar de enseñarnos literatura, o por una simple preferencia por las historias largas. Incluso soy reticente a los libros de relatos. No soy el único, Pedro Zarraluki me comentó una vez que las editoriales también le ponen en ocasiones reparos a estos trabajos.
Problemas míos al margen, éste es un artículo que pretende hablar de Pablo Neruda cuyo nombre real, Ricardo Eliécer Neftali Reyes Basoalto, desconocía hasta hace poco. Viene la idea de un bonito reto propuesto por dos compañeras de twitter: @Anijolix y @Encarnicp. Me lo lanzaron por ser tan incauto de haber dicho en un tuit «confieso que he vivido». Bueno, me toca responder y sacarlo adelante.
Por todo lo comentado deduciréis que tan solo he leído algún poema suelto, ninguna canción desesperada y menos aún antologías. Lo que sí he hecho en abundancia es «despachar» ejemplares de su obra durante mi vida de librero. Sobre todo coincidiendo, no os riáis, con San Valentín, fecha en que las editoriales hacen un relooking de sus más conocidas obras y adornando los ejemplares más como libros de fotografía que como poemarios se lanzan a la pesca de incautos enamorados.
Por mi formación, si se puede llamar así, cinematográfica, la confesión verdadera es que mi Neruda es Philippe Noiret. Lo encarnaba maravillosamente en la tierna El cartero y Pablo Neruda que entre sus muchas virtudes contiene una soberbia interpretación de Massimo Troisi y la presencia, revelación para muchos en 1994, de Maria Grazia Cucinotta.
Más allá del cine, sí que su trayectoria vital, política y el reconocimiento mundial de su trabajo tanto a nivel académico, Nobel 1971, como por los más prestigiosos críticos y autores me es familiar. Pocos son los poetas tan fotografiados como si se tratara de estrellas de otras actividades más cercanas a la cultura de masas y su filiación política, miembro del Partido Comunista, frecuente entre los intelectuales de la época y que ahora parece un estigma, lo hacen más comentado.
Lamento decepcionaros no pudiendo recitar cual rapsoda parte de su obra pero he hecho lo que he podido: confesar.
José A. Valverde
EL BOSQUE CHILENO …Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno… Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe… Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo… El ciprés de las gutecas intercepta mi paso… Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas… Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta, una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande como un cangrejo… Un cárabo dorado me lanza su emanación mefítica, mientras desaparece como un relámpago su radiante arcoiris… Al pasar cruzo un bosque de helechos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mí quedan por mucho tiempo temblando sus abanicos… Un tronco podrido: ¡qué tesoro!… Hongos negros y azules le han dado orejas, rojas plantas parásitas lo han colmado de rubíes, otras plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz, una culebra desde sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco muerto se le escapara el alma… Más lejos cada árbol se separó de sus semejantes… Se yerguen sobre la alfombra de la selva secreta, y cada uno de los follajes, lineal, encrespado, ramoso, lanceolado, tiene un estilo diferente, como cortado por una tijera de movimientos infinitos… Una barranca; abajo el agua transparente se desliza sobre el granito y el jaspe… Vuela una mariposa pura como un limón, ganando entre el agua y la luz… A mi lado me saludan con sus cabecitas amarillas las infinitas calceolarias… En la altura, como gotas arteriales de la selva mágica se cimbran los copihues rojos (Lapageria Rosea)… El copihue rojo es la flor de la sangre, el copihue blanco es la flor de la nieve… En un temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el silencio es la ley de estos follajes… Apenas el grito lejano de un animal confuso… La intersección penetrante de un pájaro escondido… El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música terrestre. Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta.
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Lo de arriba sólo es la introducción del majestuoso y eterno «Confieso que he vivido» …. lo mejor viene luego. ¡Gracias por tu artículo y gracias por tu humildad!
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