Todo buen aficionado a los libros tiene un arsenal de lecturas pendientes, ya en su poder, y otras tantas en su lista de la compra. Supongo que es un mal necesario y algo tendrá de bueno, demuestra pasión por la lectura. En mi caso y, dejando al margen novedades y reediciones que a pesar de la crisis del sector editorial siguen saliendo a capazos aunque en tiradas cortas, tengo tres espinas clavadas. Como las cruces en el monte del olvido…

Siguiendo el orden cronológico de las compras, mis tres losas, se puede definir así, son las siguientes. Digo lo de losas porque conforme pasa el tiempo mayor sensación de deber incumplido tiene uno. El primero, El libro del Desasosiego, de Fernando Pessoa. Diez años ya en la mesita de noche. El problema de este libro, o mi problema con él, mejor dicho, es que me hice con él en un momento poco optimista y la sombra del título aplacaba mi impulso lector. He atacado fragmentos pero no lo he empezado como toca. Para expiar mis pecados, entretanto, he leído varias cosas más del autor portugués y sus heterónimos. Alguno muy interesante como La hora del diablo. Por un efecto colateral, descubrí a otros autores en lengua portuguesa como el brasileño Joaquim Machado de Assis y su fantástico El alienista. La edición de Menoscuarto es excelente y la he regalado ya unas cuantas veces. Os lo recomiendo. Pasan los años, los siglos, y no se sabe quién es el cuerdo o el loco. También destaco la fábula El Mandarín de José María Eça de Queiros editada en varios formatos todos ellos muy atractivos. Siguiendo la línea fui a parar a bastantes escritores portugueses llegando a uno de mis favoritos, el contemporáneo y prolífico Gonçalo M. Tavares al que los problemas de ventas y distribución están impidiendo llegar al grado de reconocimiento que merece. Digamos pues que la adquisición de El libro del Desasosiego ha cumplido con creces una misión literaria para mí. Ahora falta la absoluta: ¡leerlo!

El segundo caso es un obstáculo que hasta Fosbury vería demasiado alto. El Hombre sin Atributos. Espoleado por las recomendaciones Vila-Matianas otras veces comentadas, me hice con la edición en dos enormes volúmenes con estuche de Seix Barral. El típico fallo del verano. Uno se piensa que en vacaciones le podrá hincar el diente pero una cosa es comerse un filete y otras un bistecca fiorentina. Empiezan las dificultades por la parte de la logística. No es un libro cuyo peso invite a llevar encima para cuando haya un momento libre ni tampoco invita a leerlo en la playa. O a mí no, vamos. Conclusión: años esperando decidir cuál es el momento adecuado. Mientras tanto viste mucho tanto en la estantería como en mis ambiciones intelectuales. Lo de Musil parece un problema frecuente, lo he consultado con buenos lectores y muchos están como yo. Otros titanes han superado ya la prueba.
Por último y no menos importante, está el caso de los Ensayos de Montaigne. Puestos a comprar, te haces con la edición «gorda». La de Acantilado en este caso en lugar de ser prudente e ir poco a poco con volúmenes más llevaderos divididos en entregas para ir avanzando. Es un libro que me hace especial ilusión, sobre todo para intentar discernir si los autores y editoriales que utilizan a menudo sus citas en alguna parte de libros contemporáneos, lo han leído o han hecho como yo y, todo lo más, lo han picoteado. La solución para los ensayos parece fácil. Utilizar la técnica del propio autor. Si Michel de Montaigne estuvo diez años encerrado en una torre para escribirlos, ya estamos buscándonos la nuestra para que con un retiro intelectual apropiado, podamos leerlos y entenderlos.
Como es natural hay mucha más munición en el polvorín pero son balas, en todo caso cartuchos, y no misiles como estos.
José A. Valverde