Cuando hablamos de cine, tendemos a hacerlo, al margen de películas en general, de actores o directores. Sobre algunos de ellos ya he hablado en estas columnas pero hay otro elemento que no hay que perder de vista: los escenarios. Me voy a centrar en interiores clásicos pero podríamos hablar mucho de exteriores como Monument Valley que por su importancia, son casi un interior, la casa de John Ford.
A bote pronto el primer interior clásico que visualizo es el de Los Doce Robles y su escalinata desde donde vemos el primer encuentro entre Rett Butler y Scarlett O’Hara. A lo largo de la fiesta, vamos conociendo otras estancias y, por supuesto, rememoramos Tara, la mansión donde hemos conocido a una espléndida y repelente Vivien Leigh ajustándose el corpiño. La casa irá viviendo las vicisitudes de la historia al igual que sus personajes y la veremos caer desde el lujo de los días felices a la devastación de la Guerra de Secesión. Otras mansiones no menos famosas son la que acoge Historias de Filadelfia o la hacienda de la «familia buena» de Horizontes de Grandeza que juega un papel crucial para marcar la diferencia con los «malos» y su zarrapastroso modo de vida. Pero detengámonos ahora en mansiones con inquilinos poco recomendables. ¿Qué os parecería vivir junto a Joan Fontaine y su adhesiva ama de llaves? Da un poco de grima, como ocurre con la mansión de Norma Desmond en Sunset Boulevard con mayordomo y piscina incorporada por si no fuera suficiente con la propietaria. Felizmente hay mansiones más amables donde acudir a una fiesta en la que siempre suena «Isn´t it romantic» mientras Holden actúa con un desenfado más relajado y lleva chicas a la pista cubierta de tenis bajo la furtiva mirada e una enamorada Sabrina.
En un mundo más urbano como el que describe el Film Noir, encontramos emplazamientos inolvidables y generalmente oscuros como el bar del inicio de Los forajidos (The Killers) en el que los matones que buscan al «Sueco», Burt Lancaster en su primer papel protagonista, tienen una tensa escena, preámbulo de un fatal desenlace. Ya que estamos en un bar, podemos visitar alguno más como el Rick’s Café Américain de Casablanca, regentado por Rick Blaine, Humphrey Bogart en su consagración, y el opuesto, el garito de Sidney Greenstreet. Creo que del bar de Blaine lo único que no conocemos son los servicios, el resto lo podríamos recorrer con los ojos vendados sin chocar con el piano de Sam. El bar de Tener y no tener es un calco adaptado a su entorno del de Rick’s, con pianista en el pack, en este caso Hoagy Carmichael.
Elemento clave del cine negro son los apartamentos como el de Perdición (Double Indemnity). El piso de Walter Neff es el del adulterio, la trama criminal y la tensión que Wilder nos transmite con la inesperada visita de Keyes, Edward G. Robinson en uno de sus mejores papeles, al que ayuda que la puerta se abra al revés… Una licencia que perdonamos de buen grado ya que nos hace pasar un momento crucial en el disfrute de la película. También hay que nombrar el supermercado y la casa de los Dietrichson. Por su parte, Lang nos hace sufrir escenas memorables en pisos como los que vive Robinson en La mujer del Cuadro y Perversidad (Scarlett Street). Más adelante incorporaría el propio Lang dos localizaciones míticas en Los sobornados (The Big Heat) el bar, como no, y el piso de Lee Marvin donde despliega toda su maldad cafetera en mano. A la novela de Chandler El sueño eterno, se le quedaba pequeño el despacho de Marlowe y la librería que regentaba Dorothy Malone y tuvo a bien incluir escenarios míticos como el invernadero de la mansión de los Sternwood y la casa que Marlowe visita cada dos por tres y que Hawks nos hace conocer con planos desde todos los rincones para que estemos prevenidos cuando se convierta en el metro en hora punta, gran desenlace. Otra casa escenario por antonomasia es la de las adorables tías de Cary Grant en Brooklyn, con su colección de sombreros incorporada… En esa casa se en tra y sale por todos lados, bueno, el que consigue salir, y Capra demuestra que con un buen decorado y un texto magistral, le vale para construir la comedia negra por excelencia: Arsénico por compasión.
Están también los alojamientos poco fiables que no vienen en Booking o en Tripadvisor como The Twin Oaks, escenario de El cartero siempre llama dos veces o el celebérrimo Bates Motel de Psicosis en el que Anthony Perkins estaba pluriempleado por así decir. Tampoco os insto a visitar el motel, ¡qué juego dan los moteles!, de Sed de Mal (The Touch o Evil) gloriosa película dirigida y protagonizada por Welles y en la que la sufridora volvía a ser Janet Leigh.
De nuevo en los apartamentos hay que recordar algunos más que no podemos dejar de nombrar como el del mirón Stewart en La ventana indiscreta (Rear Window) al que Hitchcock saca un gran rendimiento. El de El Apartamento, como su propio nombre indica es en la película de Wilder casi un protagonista más que acompaña a Lemmon, MacLaine y MacMurray y, por último, por no alargar mucho la lista, el de Holly Golightly en Desayuno con diamantes, verdadera muestra de arquitectura elástica, lo mismo parece un estudio que hay una fiesta de sesenta personas… ¿A que os acordáis de los tres?
Finalmente y agarrándome a los espacios extensibles, hay tres icónicos en los que si echáis la cuenta, es imposible entrar. Efectivamente: El camarote de los hermanos Marx en el que Groucho contesta a la pregunta de la manicura –¿Cómo quiere las uñas? – Déjelas cortas que aquí va faltando espacio… O la litera de las coristas de Con faldas y a lo loco (Some like it Hot) que aparece con vocación de espacio íntimo y acaba albergando una fiesta de pijamas. El último espacio más aprovechado de la historia del cine es el de La Diligencia de John Ford a la que va subiendo gente sin parar y que todavía da para que se sume John Wayne tras su aparición estelar con aura de santo, en medio del desierto.
Volviendo a la idea inicial de los exteriores interiores, os dejo como muestra tres clásicos. Son pueblos pero operan como un gran espacio cerrado: los de El hombre que mató a Liberty Valance, Solo ante el peligro o el que contiene el peligroso campanario de Vértigo.
Esto es lo que ha salido así, de pronto, centrándome en clásico, otro día atacaré con algunos más modernos. Quedáis avisados.
José A. Valverde