La revolución del cine europeo

Es difícil explicar lo que ocurrió en la escena del cine europeo en 1959 y 1960. A no ser que se pusieran de acuerdo… No creo que sea el caso. Se venía gestando tanto en Francia como en Italia, por diversos motivos, un movimiento sísmico que explotó a la vez dando lugar a un cambio en la cultura cinematográfica e, incluso, a la invención de una etiqueta que pudiera enmarcar tantas obras cumbres y talentos. Nació el cine de arte y ensayo como algunos vinieron a llamar y con permiso del avanzado Bergman. No resultaba nada sencilla esa eclosión en unos años en los que se estrenaron películas como Ben-Hur, Con faldas y a lo loco, Con la muerte en los talones, Psicosis, El apartamento, Espartaco y muchas otras de gran repercusión en taquilla y crítica.400golpes (1)

Los europeos encontraron su rendija en los festivales de más crédito al margen de los premios de la Academia. O sea, invadieron Cannes, Venecia, Berlín y demás plataformas que, con la predisposición a lanzar el producto propio y con la sensibilidad suficiente para valorarlo, acompañaron el fenómeno con reconocimiento y difusión.

El terremoto al que me refiero viene por dos caminos: el salto de la crítica a la cámara de los jóvenes talentos franceses, hasta entonces críticos en Cahiers du Cinéma y, por el lado italiano, con la madurez de genios que dejaron, cada uno a su manera, atrás el neorrealismo y pasaron a describir la nueva Italia del crecimiento económico y del aburguesamiento de la cultura.

AntonioniyFelliniPor partes, los franceses primero. El nacimiento de la Nouvelle Vague fue todo un símbolo del cambio generacional en la cinematografía europea abordando nuevos temas y, fundamentalmente, aportando propuestas estéticas que se revelarían icónicas a largo plazo. Por centrar el tiro y ya que hablo de los años 59 y 60, abre fuego François Truffaut con su memorable Los cuatrocientos golpes. Reconocida, aunque no con el premio gordo, en el Festival de Cannes, supuso el debut de un talento no repetido y que dejaría un extenso legado de buenos films hasta su desaparición en 1984. En esta ópera prima conocimos y nos compadecimos de Antoine Doinel al que tuvimos ocasión de seguir la pista en otros cuatro episodios menos traumáticos que el primero. Vimos crecer también a Jean-Pierre Leaud que en algún momento llega a confundirse o directamente fundirse con la figura del director. Imprescindible película que no le quitó tiempo para escribir el guión del que sería otro debut sonado en 1960, el de Jean-Luc Godard con Al final de la escapada. La juvenil estampa de un bogartiano Belmondo acompañado de la adorable presencia de Jean Seberg dejó un sinfín de imágenes que trascienden la película, muy buena de por sí, y que aún circulan a diario por twitter. A partir de aquí el cine francés creció en interés, belleza y poder de atracción alcanzando cotas a las que sólo se había acercado puntualmente.

El caso italiano es sustancialmente distinto. Tres directores con un bagaje importante, Fellini fundamentalmente, anterior a la fecha, hicieron tres de sus mejores películas ese año. No sólo La Dolce Vita arrasó con todo, Visconti nos emocionó con restos de neorrealismo y punzadas de pasión moderna en Rocco y sus hermanos –¿cómo no odiar a Renato Salvatori?– y, por su parte, Antonioni consiguió que nadie entendiera nada en la première de La aventura en el Festival de Cannes. Fue criticadísimo al punto que Monica Vitti salió llorando de la proyección. Era sólo el inicio de la trilogía de la incomunicación que continuaría en años sucesivos con La noche y El eclipse. A medio y largo plazo, Antonioni fue siendo entendido y admirado dejando una trayectoria única en lo que se refiere a cine «intelectual» si es que lo hay. De todos modos, para remendar el desaguisado del estreno, recibió el Premio Especial del Jurado al tiempo que Fellini y sus episodios de La Dolce Vita se llevaban la Palma de Oro.

MonicavittilavventuraNo me extiendo con las filmografías de cada uno de estos cinco directores, no por ello dejo de recomendar hacerse un autociclo si os apetece. En cualquier caso, estas cinco películas deben verse por lo que representaron y por lo buenas que son. Muchas claves de la evolución del cine europeo e incluso mundial vienen grabadas en ellas. Cierto es que hay que tener predisposición, algunas no son fáciles y no tienen por qué gustar obligatoriamente pero siempre es una experiencia.

Dos últimos apuntes, la elección del blanco y negro como recurso estético, no como limitación técnica o presupuestaria –Blancanieves, 1937, es en color…– y la importancia de la fotografía, la iluminación y la agilidad del movimiento de la cámara hacen que disfrutemos de momentos imborrables.

A veces, hablar de este cine, aunque entre ellas tengan poca relación, sitúa al opinador en una atalaya de esnobismo francamente incómoda. Por eso se intenta no pontificar, me consta que muchos consideran este tipo de cine sobrevalorado pero, disfrutar de los silencios que propone Antonioni, no impide saber qué es un Sith.

José A. Valverde

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3 comentarios sobre “La revolución del cine europeo

  1. Me gusta. Mas que reivindicativo…porque creo que todo ese talento ya ha sido reconocido universalmente, orgulloso. Tuve la suerte de ver hace poco los 400..o las Mil y Una. Q sencilla, pero q brillante. Q planos de las calles de París en actividad. Q delicia la carrera final de Antoine. Deberíamos revisar muchas películas. Nuestro crecimiento las agranda. Fantástico.

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