El surrealismo, como es sabido, tuvo su origen en Francia, en los años veinte del siglo pasado. Los artistas creaban extrañas criaturas con precisión fotográfica, pintaban desconcertantes escenas que se salían de la lógica. Los surrealistas representaban en sus pinturas un mundo extraño, donde el subconsciente se expresaba con la libertad de los sueños, a veces pesadillas y a veces fantasías paradisiacas. André Bretón, el escritor que más defendió esta corriente, dijo que el propósito del surrealismo era «resolver las condiciones contradictorias del sueño y la realidad.»

El expresionismo abstracto se desarrolló en Nueva York en los años cuarenta. Este movimiento pictórico se caracterizaba principalmente porque los artistas que lo abrazaban, eran pintores gestuales, grandilocuentes, enérgicos. Les gustaba usar lienzos grandes, pintar con trazos enérgicos, rápidos, con fuerza, empleando brochas (más que pinceles) grandes, a veces arrojaban la pintura contra la tela, o la goteaban sobre ella. En el expresionismo abstracto primaba tanto la técnica a la hora de pintar como la obra en sí. Otra vertiente del expresionismo abstracto volcó la espontaneidad sobre lo místico y lo pacífico, y sobre lo abstracto en sí.

Ambas corrientes pictóricas tenían en común la creencia de que el arte era el único medio para liberar la creatividad del inconsciente del artista.
Hubo un artista que supo unir ambas corrientes en un solo trabajo; ahondó en lo onírico y lo mágico del surrealismo para espolear la espontaneidad del expresionismo abstracto. Arshile Gorky ( Van, Turquía, 1904 – Sherman, Connecticut, EE.UU., 1948) pintó La Cascada en 1943.

La Cascada está inspirada en una pequeña cascada de un bosque. Un riachuelo rodeado de árboles y maleza «se deja caer» por una roca. La apariencia abstracta del cuadro evoca la luz del sol, y el chapotear del agua al caer. Observando esta obra se puede sentir la paz que emana el bosque y el agua. Es impresionante la capacidad del artista para expresar la espiritualidad de la naturaleza con trazos tan enérgicos y diáfanos al mismo tiempo.
De Cebrián e Illescas
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el surrealismo es abstracto. Este artista murió suicidado sin ser consciente de que pasaría a los anales de la historia.
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