
He escrito guiones, poesía, teatro, relato, novela… y desde hace unos pocos meses también ensayo.
Es un trabajo sobre la inspiración, sobre las «musas», las de cada escritor, poeta y vividor; o quizá sería más correcto decir que es un estudio sobre la pulsación creativa de los artistas, la génesis y el por qué de sus obras.
Debo reconocer que cuando el editor valoró y aceptó la propuesta que le presenté, me acongojé un poco. La idea de reflexionar sobre “las musas y su mundo” y plasmarlo en un libro (y sobre todo de la manera que yo quiero hacerlo), es algo tan subjetivo e intimidante para mí, como autor, que me da auténtico pavor pensar en las consecuencias emocionales que me va a acarrear este proyecto. Y eso sin tener en cuenta que este género me es totalmente desconocido, y es un trabajo distinto a cualquier otro realizado hasta la fecha en la factoría “Castro”. Pero como dicen por ahí, siempre hay una primera vez para todo, ¿o no?
Aunque éste es un trabajo de fondo, los plazo de entrega y publicación saltarán el 2015, y quizá también el 2016, hoy os pondré un pequeño adelanto de lo que os encontraréis en uno de los, espero, capítulos del ensayo, cuyo título provisional es “La Ceguera”:
“ (…) Resulta que nadie está libre de conocer el amor. Por mucho que no se quiera, uno termina por enamorarse. Ya sea de sí mismo, ya sea de otra persona, ya sea de un animal, ya sea de una cosa. Siempre hay amante y amado, siempre hay dolor y placer en ese sentimiento. Hay generosidad y hay depravación. Hay lujuria y hay decepción. El amor se convierte la mayoría de las veces en un pretérito imperfecto. Muchas el amado es sólo una percepción, un estímulo para el amante. Otras es el amante quien no vive más allá del corazón del amado. No existe patrón que defina al perfecto amante. La única condición es que esté dispuesto a sufrir y a morir por nada a cambio. La única condición es que sea capaz de no conservar nunca la calma cuando la pierda por los celos. Pero con dolor, sin violencia, con pasión, sin reproches, con exaltación, con ceguera. El amado tampoco tiene horma, cualquiera puede pertenecer a esa categoría, incluso sin saberlo. Puede ser un viejo decrépito lleno de pústulas o una chocha que se mea y se caga encima. Puede ser un adolescente que acaba de descubrir la masturbación frente al espejo o una joven que acumula sartenes y cortinas para su ajuar. Puede ser una mentira. Puede ser un sueño robado. Puede ser un paisaje, el retrato de una Celestina, o una estúpida puesta de Sol. (…)
El amante sabe que el silencio y la soledad le pertenecen, que los necesita para sentir el alma de su amado. (…)
El amante puede consumirse en la alegría o en la pena, el amado en el recuerdo o en el olvido (…) “
Trabajo sobre la ceguera (2013)
José Antonio Castro Cebrián