Somos nostalgia

La nostalgia es un arma de doble filo. En dosis razonables, nos hace pasar buenos ratos recordando momentos o personas que han sido importantes para nosotros. En exceso, se nos come y vivimos mirando siempre hacia atrás, cosa nada conveniente en un mundo que cambia a esta velocidad.

Precisamente por las continuas transformaciones que adoptamos en nuestro modo de vida sin darnos cuenta, es necesario tener ciertos anclajes que nos fijen a nuestra propia esencia. Cada uno ha ido construyendo su personalidad, voluntaria o involuntariamente, basándose en determinados referentes. Pueden ser de tipo familiar, sentimental, cultural o cualquier otro que se os ocurra. El caso es que, finalmente, somos un producto extraído de esa enorme coctelera en que se mezclan las vivencias.

Voy a poner un ejemplo para bajar al suelo una entrada tan abstracta. Me pongo como conejillo de indias y saco una de mis aficiones, me consta que compartida por bastantes personas de mi generación. Autores como Juan Bas, gran escritor, no han tenido reparos en hacer referencia a ella en su obra así que por esa rendija me cuelo. Se trata de  la tintinofilia.

tintin 1La frontera entre la afición a las aventuras de Tintin y la tintinofila se sitúa claramente en el punto en el que la lectura repetida y compulsiva de los 24 álbumes ya no nos es suficiente.

A partir de ese momento, lo frecuente es empezar a buscar otras ediciones de las aventuras: ejemplares antiguos con el lomo de tela, las ediciones en horizontal, comprar álbumes en otros idiomas cuando se va de viaje, etc.

El siguiente paso suele ser la mitomanía y la compra de todo tipo de objetos relacionados con nuestro héroe y su mundo: camisetas, llaveros, figuritas, reproducciones en papel maché de nuestros personajes favoritos… En ese punto todo nuestro entorno cercano conoce ya nuestra afición así que es común empezar a recibir regalos relacionados con el tema.

TintindescargaPoco a poco y por el propio efecto del volumen, casi sin percatarnos, tenemos en algún rincón de nuestra casa un pequeño “altar” dedicado a este ídolo pagano.

La cosa puede quedar ahí o ir a mayores. Los que no se conforman con lo que ya saben o tienen empiezan a buscar ensayos, monográficos, exposiciones, incluso visitas a Bruselas para tener una foto frente a la editorial Casterman con la imagen de Tintin y Milú en todo lo alto.

Los más capacitados incluso se animan a escribir al respecto o a mantener blogs o cuentas de Twitter muy interesantes para estar al día y al mismo tiempo ejercer el proselitismo para que esta afición no sea un ocio privado y oculto si no que se pueda compartir. Ejemplos de cuentas de Twitter son @Tintin y @HarrocknRoll.Tintinbeatles

Desde luego hay que hacer mención a que conforme pasa el tiempo estos aficionados presentan un perfil cultural y de edad bastante concreto y cada vez cuesta más sumar adeptos a la causa.

Para los jóvenes es difícil entrar en las aventuras de Tintin. Son cómics con más de 50 años de vida en el mejor de los casos y tanto el estilo visual, nuestra amada “línea clara”, como las peripecias que vive nuestro protagonista quedan lejos de los gustos y tendencias actuales.

Ni siquiera funciona el intento de pasarlo de padres a hijos en la mayoría de los casos.

Otro escollo a salvar es la cada vez más evidente incorrección política de los primeros álbumes. Ésta no es comprensible si no se contextualiza y explican las circunstancias y épocas en los que fueron concebidos. No es menos grave la etiqueta de colaboracionista durante la invasión alemana de Bélgica que persiguió a Hergé durante muchos años, posiblemente con merecimiento.

TintinshopimagesUn rasgo que caracteriza a los tintinófilos es su aversión a verlo en movimiento por lo que pocas veces estos coleccionistas tendrán en gran estima los vídeos de animación y tal vez sólo se salve de la quema el brillante esfuerzo que realizó Spielberg para acercar el personaje a nuevas generaciones.

Excepto por las muestras que alguna vez se organizan en conmemoración de aniversarios de Hergé o Tintin, dudo que muchas de esas pequeñas colecciones privadas tengan un destino mucho más feliz que el de un mercadillo lo que sería un honor, véase “El secreto del Unicornio”, o el más probable del contenedor de la esquina el día en que nuestros nietos se pregunten qué hacer con estos trastos del abuelo.

Otro día tal vez saquemos algún que otro fenómeno nostálgico generacional. Si no nos leemos y escuchamos entre nosotros…

José A. Valverde

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