Puertas al Jazz

Bienvenidos a El último refugio, lugar que pretende dar cobijo a aquellos con afición e interés por temas culturales variados, en especial cine y música. Pretendo que sean colaboraciones amenas y amables aunque no siempre se puede garantizar…

Arrancamos con música.

John Coltrane
John Coltrane

Es muy discutible si un melómano nace o se hace. Normalmente factores como el entorno familiar, la influencia de los amigos y la curiosidad son decisivos. Todo esto no basta si no hay una predisposición innata a que las notas te lleguen y la música te emocione. Como es obvio, todo proceso requiere una iniciación, seguimiento y maduración. Lógicamente, habrá casos excepcionales pero, lo habitual, es llegar al Jazz tras un largo proceso de formación y afinación del oído. 

En mi caso, fue una experiencia casi forzada por mi profesión. Aficionado y conocedor, puedo decirlo sin rubor, de numerosos estilos y sensibilidades musicales, llegó un momento en que se hacía necesario aprender algo de esa música que nos suele parecer poco accesible e incluso molesta en la juventud. El Jazz.

Como muchas cosas en la vida, el cauce natural suele ser el más apropiado. Simplemente me dirigí a un especialista en el amplísimo espectro musical que representa el Jazz. Le expuse más o menos lo que he dicho. Había oído pero no escuchado, al menos no con especial atención, discos de jazz. En concreto había seguido por influencia paterna a algunos crooners pero en sus versiones más pop y asequibles. El citado experto no se inmutó. Puso en mis manos el inconmensurable, descubriría después, disco que grabaron para el sello Impulse John Coltrane y Johnny Hartman y diciendo: «escucha esto», se giró y siguió a lo suyo. Nunca se lo podré agradecer lo bastante.

Desde el primer momento, la gravísima voz de Hartman me sorprendió y cuando, sin tiempo a reaccionar, apareció por el canal izquierdo del equipo el saxo tenor de Coltrane, comprendí que algo nuevo se abría para mí y que la vida, a veces, te regala belleza de forma inesperada. Las tres primeras canciones me dejaron atónito ya en la primera escucha. Afinando más y con unas cuantas repeticiones, el disco pasó a ser una de mis grabaciones de cabecera y, probablemente, uno de los más reproducidos por mi veterana cadena Hi-Fi.

Portada de su disco para Impulse
Portada de su disco para Impulse

Pretendo animar a los que tengan ganas de experimentar y asomarse al fantástico universo del jazz, recomendando tres discos que pueden ser una entrada suave para que luego, cada cual a su ritmo y a tenor de la experiencia vivida, vaya avanzando en él. Son discos asequibles y encontrables, protagonizados por leyendas.

Ella Fitzgerald y Louis Armstrong
Ella Fitzgerald y Louis Armstrong

Vamos con el segundo. Se trata de un trabajo conjunto de dos de las más grandes figuras que el género ha dado. Uno tocando y la otra cantando. Son Louis Armstrong y Ella Fitzgerald. El título no puede ser más claro «Ella y Louis». Suficiente para saber el nivel de calidad, talento y alma que tienen las once interpretaciones que hacen de standards del clásico songbook americano. 

Alternando estrofas cantadas por cada uno de ellos o repartiéndose los momentos brillantes en la parte instrumental y vocal, la mezcla funciona a la perfección.

Desde el arranque y como una declaración de intenciones con «Can’t we be friends?» hasta el final con «April in Paris», pasamos por momentos de swing contagioso, melancolía contenida, ternura sin fin y la alegría que transmite su suavidad a pesar de la ronca y entrañable voz de Louis. El que no se emocione con «Stars fell on Alabama» o no disfrute mirando por la ventana en un día lluvioso con «A foggy day», no tiene corazón, la verdad. En fin, un disco que se ha de tener. La grabación para el sello Verve datada en 1956, cuenta por si faltaba algo con el piano de Oscar Peterson, uno de los mayores prodigios de este instrumento aplicado al jazz.

La tercera sugerencia da un poco de pena pero es necesaria. Se trata de Chet Baker. Joven y atractivo muchacho que irrumpió en la escena del jazz en los años 50 trompeta en ristre y que acabó, lamentablemente, derrotado por sus adicciones y muy perjudicado físicamente. Pero ésa es otra historia. La que nos interesa es que uno de sus discos puede servirnos de entrada al mundo del Jazz con alegría y vigor ordenado. Propongo «Chet Baker Sings». En él, como dice el título, Baker toca y canta. La voz no era su fuerte pero se complementa muy bien con su manera rápida de tocar y piezas como «Let’s get lost» o «But not for me» nos activan rápidamente. Dotado de una sensibilidad infinita para su instrumento, las baladas como «My funny Valentine» toman otro sentido. La primera vez, son según las versiones hasta 20 temas, es recomendable dosificarlo pero al poco, se lo traga uno enterito e incluso lo pone en bucle…

Chet Baker
Chet Baker

Creo que estos tres discos, indiscutibles en mi opinión, pueden servir para el propósito que planteo: entrar con buen pie en la escucha de discos de Jazz sin que nos mareen mucho las improvisaciones y solos de otros estilos del género a los que considero se llega con mejor predisposición tras este entrenamiento y la búsqueda personal que cada uno haga.

¡Que lo disfrutéis!

José A. Valverde

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5 comentarios sobre “Puertas al Jazz

  1. Yo conocí el Jazz de mano de los clásicos en un viaje a Nueva Orleans, allá en los años setenta… Ufff, me hace sentir viejo y a la vez joven escuchar las estridentes melodías de un saxo! El Jazz una vez que te enamora, estás perdido!!!

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    1. A mi me encanta el Jazz , pero no soy ninguna entendida. Prefiero los ritmos mas suaves y menos frenticso del jazz, pero en las cantantes me encantan, sobre todo los que son afroamericanos, esa voz me rompe!!

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